Valentina.

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Si Joshua no dejaba de reír juraba que iba a revolear lo primero que tenia a mi alcance a su cabeza. 

 Él maldito reía cómo si de un chiste se tratase.

—Espera...—Me detuvo antes de cruzar la puerta. —No te vayas —pidió acercándose a mí. Besó mis labios dulcemente y tomó mi mano llevándome hacía el escritorio. —¿Sigues con frío?—  Asentí.

Me dio la espalda y subió la temperatura de la estufa.

Horas más tarde el señorito seguía enfocado en los papeles que le había traído mientras que yo, seguía tirada toda desparramada sobre el sofá. Escuché mi panza la cual rugía de hambre así que decidí bajar a la cafetería sin avisarle.

Desde el pasillo podía escuchar los cuchicheos y risas de las personas que estaban dentro.

Mire mi reloj, faltaba más de media hora para la hora del almuerzo.

Cuando iba a entrar algo hizo que me detuviera para que pudiera escuchar lo que vendría a continuación.

—..., deberían de creerlo de una vez. Joshua se casó y su esposa es ella, punto final. —habló una voz femenina.

—¡Ay, Valentina! —chilló otra voz con indigno muy fingido a mi gusto. —¿Cómo puedes decirlo así tan a la ligera? Se supone que tú y él iban a casarse, estaban comprometidos hasta que ella llegase y arruinará sus planes. Reacciona de una vez porque yo sigo viendo cómo lo observas cuándo el no te ve y cómo él hace lo mismo. Ustedes se amaban y amabas a Zenda, por el amor de Jesús. —Terminó y se escuchó un coro de voces afirmando lo que ella decía.

—Vanesa cierra la boca y todas a trabajar ahora mismo. —Ordenó con voz dura y pude pervivir que quien hablo era  la tal Valentina.

La sonrisa que traía se borró por completo, Joshua si bien me había contado de que en el pasado había estado comprometido no me había dicho nada de que era con una de sus empleadas y que ella siguiese acá como si nada hubiese pasado entre ellos.

Antes de que salieran, entré para ser un poco perra con ellas,  con paso seguro y firme me acerqué a la máquina de café sonriendo con superioridad cómo nunca antes lo había hecho y miré de reojo a dos chicas que estaban paradas mientras las demás estaban esparcidas por las distintas mesas en un completo silencio. 

—¿Es hora del descanso? —Pregunté con cierto toque de ironía mezclada con  maldad dándole la espalda mientras servía café en dos tazas.

—No, señora Hoffman pero nuestros jefes de departamento nos adelantan media hora para que así podamos almorzar y estar cuando ellos no. —Escuché detrás mío, era la misma voz que antes había hablado y mi instinto femenino me dijo que era la tal Valentina, ex-prometida de mi actual y único esposo.

—¿Y, tú eres? —Pregunté antes de darme vuelta. Y ahí fue cuando la pude observar mejor. Era realmente hermosa, una rubia casi polaca de algún metro setenta, delgada y con unos ojazos color gris que con una mirada podían hechizarte.

—Soy Valentina Hivallac, jefa de secretarias y secretaría del señor D'Alesandro. —Se presentó extendiendo su mano para estrecharla con la mía. La miré de arriba abajo y levanté una ceja. Avergonzada retiró su mano y volvió hablar —Es un gusto señora Hoffman para nosotras tenerla aquí.

Una carcajada fingida deje escuchar, sonreí de costado una vez más y justo cuando estaba por hablar sentí unas manos en mi cadera para después sentir sus labios en mi oído susurrándome un "acá estás" y sonreír sin fingir,  olvidándome de las víboras que nos observaban y apoyé la taza de café en la mesada.

—Debes avisarme cuando bajas, pensé que te había ocurrido algo, Caroline. —Me regaño en voz baja. sonreí y bese su mejilla. — Ven, ya es casi es hora del almuerzo vayamos a recoger a Zenda para ir almorzar ¿te parece? — Asentí entusiasta. 

  — Buenos días señor Hoffman.  — Escuche detrás mío y supuse que era Vanesa. Joshua asintió en modo saludo sin dejar de mirarme  antes de tomar mi mano y caminar hacia la salida.

  —Ponte esto o en verdad morirás de hipotermia.   — Se burló de mi por el anterior reclamo que le habua hecho, me ayudó a ponerme mi abrigo y mi bufanda.

Camino al colegio de Zenda recordé mi primer dia aqui en Atenas, Grecia.

Hace algúnos par años  atrás, para ser exactos tres años y dos días desde mi repentina llegada a este hermoso, grandioso y exitoso país. 

Recuerdo que dos días después de mi llegada, era otra. Estaba tan mal conmigo misma,  tan tóxica, tan rota, tan deshecha que no fui capaz de pensar cuando llegue a tal punto de dejarme caer en el abismo absoluto pero ahí estuvo la persona que jamas imagine creer.

Estaba rota, irrecuperable física y emocionalmente pero él  estuvo ahí.

Le debía todo lo que no tenía a Joshua. 

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©Derechos Reservados.

Segundo capítulo.

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