Capítulo 17

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No podía creer semejante barbaridad. Raphael había asesinado a más de cincuenta niños y treinta adultos que formaban parte del personal. En total...

85 personas perdieron la vida.

Aún no sabemos cómo fue que consiguió un arma, pero la teoría más aceptada es que la robó a un guardia de seguridad del orfanato. Escapó con la patrulla en la que vine y se salió con la suya. En estos momentos hay un escuadrón de búsqueda, intentando localizarlo.

He llegado a un límite de paz interior que no pensé tener. Me siento una estúpida, una adolescente en realidad, por dejarme engañar tan fácilmente de aquel hombre a quien creía perfecto...
No, él es perfecto, pero es un completo psicópata. Asesinó a personas inocentes, de manera inconsciente o no, e igualmente se salió con la suya.

Dave había salido hace tres semanas del hospital. Ahora está dirigiendo la investigación. Hasta ahora no hemos recolectado nada importante, aunque lo que menos importa ahora es buscar evidencia contundente. Ha sido suficiente con que el segundo asesino haya dejado de asesinar, obtuvo lo que quería: a Raphael tras las rejas... aunque, gracias a mí, está quién sabe dónde, haciendo quién sabe qué.

Me siento culpable, sobre todo porque intenté salvar a un muerto... eso sí es de estúpidos.
Siento la pesada mano de Carl posarse sobre mi hombro mientras se sienta a mi lado. Ambos estamos en las escaleras de la entrada del orfanato.

—Y... ¿cómo te sientes?

—¿Acaso no se me nota en la cara? —río con sequedad—. Estoy cansada, mental y físicamente hablando... quisiera unas vacaciones.

—Bueno... si te sirve de consuelo, el jefe no se dará cuenta si faltas al trabajo en estos días.

Ah, lo que necesitaba: reír. Carl es un payaso, así que fácilmente puede hacer reír hasta al más amargado.
Me regala su tan sincera sonrisa... es que él es un amor.

—Gracias, Carl... me diste lo que necesitaba —recargo mi cabeza en su hombro—. ¿Sabes? Te debo una.

—Me debes una cerveza, eso es lo único que te cobraré —él me aparta para poder levantarse del escalón—. Debo irme, es muy probable que esté a cargo de las autopsias.

Al darse media vuelta y subir unos cuantos escalones más, me levanto de manera rápida para poder detenerlo. He querido decirle... más bien, contarle una pequeña duda que me llevaba molestando desde hace mucho.

—Oye, Carl...

—¿Qué pasa?

—Tú eras el infiltrado que le pasaba información a Marshmellow... ¿verdad?

Todo queda sumido en un silencio incómodo hasta que su risa rompe el hielo.

—¿Te diste cuenta?

—Sí... desde hace un mes —bajo mi mirada con levedad—. De hecho, fuiste el más obvio.

—Bueno... Marshmellow y yo tenemos una pequeña historia —sus manos van dentro de los bolsillos de su pantalón—. Pero no es tiempo para hablar de eso, Helen. De hecho, deberías ir a descansar de una vez. Todo este tiempo habías estado preocupada por el escritor que nunca tuviste tiempo para hacer lo tuyo.

Tiene razón. Estoy demasiado cansada, pero el conducir en esas condiciones sería casi un suicidio.

—¿Me prometes que me lo dirás después? —pregunto, alzando ambas cejas.

—Sí, lo prometo. —y así, giró sobre sus talones para volver a entrar.

Ahora que Carl no está, no tengo más opción que hacer caso a lo que me dice. Debería descansar, tomarme unas buenas vacaciones... ¿debería ir a Hawaii? Bueno, mi sueldo me lo permitiría, pero sería muy apurado.

Las razones de mi triunfo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora