El silencio de la noche era interrumpido por el sonido de las sirenas. Los bomberos ya estaban empezando a sofocar las grandes llamas que se extendían dentro y fuera del local. Le pedí a Raphael que se quedara en mi apartamento, pues no tenía vestimenta alguna, y pedí prestado su auto.
Pude ver como el infierno poco a poco se extendía por todo el lugar. Pude ver a mis compañeros de trabajo fuera del local, a excepción de alguien: Renée.
Estacioné el auto y bajé de él. Corrí hasta llegar al pequeño grupo de personas que discutían por saber quién entraría para ayudar a Renée. Carl, al verme, traga salvia duramente, mientras al sr. Morris se le ilumina la mirada.-¿Dave está adentro? -les pregunto, todos asienten con rapidez.
-¿Entrarás? -me cuestiona Carl.
-Tengo qué, soy la única con valor aquí.
Dejo a todos atrás para atreverme a entrar al siniestro. El calor abrasador rápidamente me hace reaccionar ante él al transpirar. Ahora Dave está atacando las instalaciones de una agencia policiaca nacional, otro cargo que va a su historial de crímenes recién cometidos. Si Renée es lo suficientemente inteligente, probablemente ya esté buscando la salida sin intentar toparse con Dave.
He estado corriendo por los pasillos durante unos buenos cinco minutos. Normalmente ya me hubiera encontrado con Renée o con Dave, pero por alguna razón no les encuentro. Bien podrían estar escondidos o están en el mismo lugar. Si es así, es muy probable que estén dialogando.
Sólo tengo que pensar en el lugar menos obvio para que se hayan encontrado. Aparte de que ahora el establecimiento se está cayendo gracias a que queda en cenizas, dudo mucho que estén en la segunda planta o en la azotea.
-Recuerdas la vez que nos vimos por primera vez, ¿no? -me preguntó Renée con nostalgia.
-Me odiabas porque siempre era a quien el sr. Morris elegía, y ahora miranos, tomando café juntas. -reí mientras dejaba la taza sobre la mesa frente.
-Es cierto; una amistad es buena cuando siempre hay un: antes me caías mal.
Ambas reímos con ganas, como dos grandes amigas de la infancia. Renée había ingresado al FBI apenas hace unos meses. Nunca nos habíamos llevado bien hasta ese día en que nos tocó trabajar juntas en el caso del asesino doble A en Indiana. Al parecer teníamos un extraño gusto por el horror literario.
-Oye, Helen... -dice al acabarse su café.
-¿Qué pasa?
-¿Te gusta alguien?
En ese momento no había entendido su respuesta. Durante todos mis veinte años, en lo único que me había preocupado era por cumplir con mis obligaciones dentro del ámbito laboral.
-Eh... no -fruncí los labios, aguantándome la risa-. ¿Qué hay de tí?
-En efecto... -apenas escuché eso aplaudí como adolescente chismosa- él es... joder, perfecto. Aunque, claro, es un amor imposible.
-Ay, por favor -golpeé la mesa con suavidad-. No creo en los amores imposibles, ¿quién es él?
-Tal vez los conozcas... -dijo con sus mejillas rojizas- es uno de los solteros más codizados de todo el país... qué digo del país, de todo el mundo.
-Oh... no. -dije ya harta.
-Oh sí, Raphael O'Neal.
Lo supuse, de hecho. Por alguna extraña razón pensaba que ella iba a ser diferente, pero era otra de esas locas obsesionadas por aquel escritor. Había leído sus libros, claro que sí, pero en ese entonces no lo encontraba atractivo ni en lo más mínimo.
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Las razones de mi triunfo.
Misterio / Suspenso¡¡¡FINALIZADA!! Soy guapo; debo admitirlo. Soy talentoso; y cada que me lo dicen, finjo estar nervioso y pido que paren. Y sobre todo, soy muy reconocido; eso hace que tu trabajo sea el mejor y más amado por todos. Aún no sé qué diablos me pasaría...