Capítulo Veintiocho

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No podía respirar.

Abrí mis ojos, desesperado, pero los volví a cerrar, cuando la luz me cegó. Intenté hacer llegar el aire suficiente a mis pulmones, pero no podía. Tenía algo en la garganta, algo que no me dejaba respirar adecuadamente.

¿Qué diablos?

Intenté moverme, pero me sentía exhausto y cansado. Agotado. Mis brazos no me funcionaban.

Abrí mis ojos de nuevo, pero los volví a cerrar, porque la luz seguía cegándome.

¿Qué estaba pasando? ¿Qué había pasado?

-Dalton -escuché.

No. Imposible. No podía ser ella. Sophie había muerto. Yo había sostenido su cuerpo inerte entre mis brazos, maldita sea.

¿Es que acaso yo había muerto también? No. La vida no podía ser tan simple.

Sentí una mano tocar la mía y, de inmediato, toda la desesperación que había estado sintiendo, desapareció. Sentí mi cuerpo relajarse, rápidamente.

Y luego había dolor. Mi garganta quemaba. Ardía. No podía respirar, de nuevo. Me moví, o lo intenté, pero solo podía mover mi cuerpo de un lado a otro, mis brazos seguían sin funcionarme, las piernas parecían estar igual.

Intenté decir algo, pero no podía, me seguía quemando la garganta.

Y luego pude respirar, de nuevo. Pero seguía sin poder hablar. Seguía doliendo.

Abrí mis ojos. Los volví a cerrar. Había demasiada luz.

-Tendremos que hacerle algunas pruebas -escuché que decían.

¿Pruebas? ¿Qué pruebas? ¿De qué estaban hablando?

-Podría haber daños cerebrales -dijo alguien.

¿Qué diablos significaba aquello?

-Hay que dejarlo descansar -escuché, por último.

Y luego hubo silencio.

Silencio.

Abrí mis ojos, una vez más.

Y aquella vez, los forcé a mantenerse abiertos.

El techo era tan blanco que resultaba irritante. El olor a medicamentos me invadía. El sonido de las máquinas, pitando con cada latido de mi corazón.

¿Es que había hecho alguna locura, cuando Sophie me había dejado?

¿Por qué estaba en una clínica?

Deslicé mis ojos por el lugar y sentí mi corazón saltar en mi pecho, cuando estos se cruzaron con unos cafés, que yo tanto amaba.

No.

Era imposible.

Yo la había perdido.

Ella había muerto.

El cáncer la había consumido, por completo.

La había tenido entre mis brazos, luego de que se fuera.

¿Cómo era posible que estuviera ahí?

-¿Sophie? -logré preguntar, en un susurro.

Mi voz estaba tan ronca que, estaba bastante seguro de que no se había entendido ni una letra de todo su nombre. Pero los ojos de ella se llenaron de lágrimas, como si hubiese entendido perfectamente lo que había dicho. Como si nada le importase más que haber escuchado su nombre, saliendo de entre mis labios.

Enamorado De SophieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora