Capítulo Veintitres

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Sophie estaba dormida. Y me había dejado solo, con mis pensamientos atolondrados y dolorosos.

Ella se había quedado dormida, aferrada a mí, literalmente. Y yo no me estaba quejando, realmente. Tenía su rostro hundido en mi cuello, su pequeña nariz rozando mi cuello, con cada suave movimiento que realizaba. Su cuerpo estaba perfectamente amoldado a mi lado derecho. Su mano hundida en mi cabello, aferrándose a él, como si temiera dejarme ir. Su pierna derecha sobre la mía, manteniéndome cerca. Y la mitad de su cuerpo, encima del mío.

Como decía. No me estaba quejando.

Habíamos venido, no mucho después de terminar de desayunar con mi padre y su mamá me había recibido con los brazos abiertos, ligeramente avergonzada por haber guardado aquel secreto de mí. Yo le había pedido que no se preocupara, que lo comprendía. Pero ella había insistido y había prometido preparar algo bueno de almorzar, para recompensármelo.

Y yo había aceptado, claro está.

Entonces, Sophie y yo habíamos subido a su habitación y nos habíamos dejado caer en su cama, para simplemente sostenernos el uno al otro.

Hasta que la besé y luego ya no estábamos solo sosteniéndonos el uno al otro. Pero, solo algunos segundos después, me separé de ella, para evitar dejarnos llevar de nuevo. Y es que, ya nos estábamos pasando, si lo pensábamos bien. Cuando me aparté, ella cerró sus ojos un momento, sonriendo como tonta -no podía imaginarme que tan tonto debía lucir yo- y, solo en unos segundos más, cayó completamente dormida.

Y de regreso a mí. Me sentía ligeramente culpable por ello. Es decir, había agotado sus pocas fuerzas. Sophie estaba agotada y cansada por sus tratamientos.

Y yo iba a la hacía mía tres veces.

¿Pero es que había perdido la cabeza?

Suspiré, cuando Sophie se acurrucó aún más contra mi pecho y dejé que mis dedos se deslizaran suavemente por su cadera, sobre su pantalón.

No estaba seguro de cuánto tiempo había pasado. No estaba seguro de cuánto tiempo más iba a dejar pasar. Pero Sophie no tardó en solucionar aquella duda para mí, cuando se movió, una vez más. Y sus ojos se abrieron, para encontrarse con los míos, que como siempre, habían estado fijos en su hermoso rostro.

-Me quedé dormida -murmuró y por la forma en que lo dijo, pude saber que no le gustaba aquella idea.

Dejé que mis labios encontraran su frente.

-No hay de qué preocuparse -susurré, sonriendo ante las palabras que estaba por decir-. Yo he agotado tus fuerzas -bromeé, tranquilamente.

Ella soltó una suave risa.

-Tres veces -susurró, soltando un suspiro-. Eres insaciable, Dalton Hayes -murmuró, su voz comenzando a arrastrarse en sus palabras, probablemente porque estaba aún con sueño.

-Lo siento -murmuré, ligeramente avergonzado. Ella alzó sus ojos hacia mí, entonces-. ¿Es por eso que estás tan cansada? -pregunté, decidiendo que ya había sido suficiente de hacer oídos sordos y fingir que todo estaba completamente bien.

-Dalton... -comenzó a decir ella.

-Sophie -la detuve, inmediatamente-. No me mientas, nena -pedí, cerrando mis ojos, cuando mi frente toco la suya.

Sentí sus dedos aferrarse a mi rostro, casi al instante y no pude evitar percatarme de que sus manos estaban temblando, ligeramente.

-No iba a hacerlo -susurró, con un suspiro.

Parecía que no podía dejar de suspirar, desde que se había despertado.

-¿Entonces? -pregunté, no muy seguro de querer saber la respuesta, pero dispuesto a escucharla, de todas formas.

Enamorado De SophieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora