Capítulo Treinta y dos

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-Tengo miedo, Dalton -susurró, apoyando su frente en la mía-. ¿Y si solo te enamoraste de la Sophie de tu sueño? -preguntó, sus cejas arrugándose, con malestar.

Sacudí mi cabeza, casi de inmediato.

-No, Sophie -le aseguré-. Yo te amaba desde antes. ¿Recuerdas cómo me volví loco cuando me enteré de que hablabas con Daniel? -pregunté, haciendo una mueca, sin poderlo evitar. Y es que odiaba pensar que ella había tenido que recurrir a otra persona, porque yo había sido un completo idiota-. Ya te amaba entonces y me carcomían los celos de solo pensar en alguien más pudiendo conocerte, de la manera en que te conozco yo -dije.

Muy probablemente, había amado a Sophie toda mi vida, incluso cuando era un niño. Ella era el amor de mi vida, nunca dudaría sobre lo mucho que la amaba.

-Yo también te amo, Dalton -susurró, tomando mi rostro entre sus manos y rápidamente besándome. Al fin. Sus labios se movieron suavemente sobre los míos, ligeramente inseguros y me forcé a mí mismo a recordar que aquel debía ser su primer beso. O bueno, el segundo, realmente-. Espera -dijo, un segundo después y solté un gruñido de frustración, inmediatamente. Aquello logró sacarle una sonrisa, mientras sacudía la cabeza-. En la clínica, cuando te ayudé a ir al baño y me mostraste todo tu trasero, gracias, por cierto -dijo, logrando calentar mis mejillas y forzándome a hundir mi rostro en su cuello, avergonzado. Ya sabía a dónde se dirigía aquella conversación y me habría gustado guardarme aquel pequeño detalle, para siempre-. Dijiste que había visto más -susurró, luciendo repentinamente nerviosa y avergonzada.

-Sophie... -comencé, pero ella habló sobre mí.

-Porque yo nunca... ya sabes -soltó, rápidamente-. Ni siquiera... hasta hace solo unos minutos, yo nunca había besado a nadie, Dalton -confesó.

Aquello ya lo sabía. Hasta hacía solo unos minutos, yo tampoco había besado a nadie. Claro que, no se sentía de aquella forma, viéndose que ya había besado a Sophie infinidad de veces, en mis sueños.

-Cariño -la llamé, deslizando las puntas de mis dedos por sus mejillas, en un intento por detener el rubor que se estaba formando en estas-. Ya lo sé, nena. Yo tampoco... -comencé a decir, pero me detuve cuando me di cuenta de cómo la había llamado. Y es que, se había quedado de piedra, sus ojos ligeramente más abiertos de lo normal. Me mordí el labio, en un intento por no sonreír ampliamente-. Yo tampoco he hecho nada. Al menos hasta hace unos minutos, también -confesé.

Entonces, sus cejas se arrugaron en confusión.

-¿Es la primera vez que besas a alguien? -preguntó, sonando terriblemente incrédula.

-Dios santo, Sophie, no -dije, logrando hacer que ella alzara las cejas-. He besado a mi madre, por favor -agregué. Ella soltó una carcajada y rodó los ojos, antes de golpearme suavemente en el brazo. Yo aproveché y junté mis labios con los suyos, un momento-. No, cariño. Ha sido la primera vez que beso a alguien -confesé. No me avergonzaba. Amaba que ella fuera la única chica a la que hubiera tocado. La única chica a la que había besado. La única chica con la que -en algún futuro cercano o lejano- estaría.

-Yo pensaba que... -comenzó a decir, pero se detuvo, como si no supiese como continuar-. Es que eres tan guapo -murmuró, finalmente, aunque daba la apariencia de que su intención había sido guardárselo para ella misma.

Me encontré a mí mismo sonriendo.

-Pues gracias, Sophie -repliqué-. Tú también eres muy guapa -le dije, logrando sacarla una sonrisa avergonzada-. No comprendo -susurré, un momento después.

-Me refiero a que, me parece imposible que no hayas estado con otra chica, antes -explicó, lentamente-. Me parece que le gustas a media escuela -dejó salir, entonces.

Enamorado De SophieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora