Capítulo Treinta

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-¡Dalton! -el grito de Sophie hizo que apartara mi frente de las frías losas. Sacudí la cabeza. Aquello iba a ser difícil. Entender iba a ser difícil. Volver a decirle -o decírselo por primera vez- lo que yo sentía, iba a ser difícil-. Ten cuidado, por favor -la escuché decir, mucho más bajo que su inicial grito.

Entonces, me mordí el interior de la mejilla, intentando reprimir la enorme sonrisa que comenzó a crecer en mis labios. Sophie se preocupaba por mí. Sabía de sobra que no significaba que sentía algo más por mí, pero me daba esperanzas. Cuando te preocupabas por una persona, aquel sentimiento podía crecer en cualquier momento. O, al menos eso creía y sentía yo.

Rápidamente -o lo más rápidamente que pude, claro está- fui al baño e intenté arreglarme la bata, lo suficiente para no volver a flashear a Sophie con mi trasero. Es decir, amaba la idea de saber que había estado observándome, incluso si había sido de forma accidental. Pero como decía, estaba de vuelta en la fase cero. Y esta vez, quería hacer las cosas bien.

Cuando finalmente reuní el valor suficiente, abrí la puerta, solo para que Sophie prácticamente se precipitara hacia adelante, como si hubiese estado esperando a que la puerta se abriera, para saltar.

Se estrelló de lleno contra mi pecho y forzó un gruñido a salir de entre mis labios, ante el profundo dolor que se estableció en mis costillas.

-Lo siento -comenzó a decir, rápidamente, mientras se apartaba de mí, dejando sus manos sobre mis costillas, como si aquello pudiera hacer que el dolor se fuera. Funcionaba, solo porque se trataba de ella, tocándome-. No quise golpearte. ¿Estás bien? ¿Duele mucho? ¿Quieres que llame al doctor? -preguntó, sin parar.

El dolor ya estaba desapareciendo, por lo que le mostré una pequeña sonrisa.

-Estoy bien, ángel -le aseguré.

Sus mejillas se tornaron ligeramente rojas, cuando la llamé de aquella manera y decidí que seguiría haciéndolo, porque como decía, iba a hacer las cosas diferentes aquella vez.

Quizás el doctor Sloan tenía razón. Las cosas sucedían por algo. Y quizás, por eso había sucedido aquel accidente. Para hacerme ver -en mis sueños- las cosas que necesitaba cambiar. Me estaba dando, de alguna extraña manera, una segunda oportunidad.

Al parecer la vida no era tan perra como creí.

-De acuerdo, Dalton -dijo ella, sonriendo ampliamente, muy de pronto.

Tomó mis manos en las suyas y comenzó a tirar de mí, de regreso a la camilla. Ya prácticamente podía caminar sin ningún problema, pero usé la excusa de que no podía, para poder seguir tocando sus manos.

Llegamos a la camilla, mucho más rápido que la primera vez y Sophie me ayudó a recostarme, de nuevo, cubriéndome con las sábanas como si fuera mi madre y yo un niño pequeño, que temía irse a dormir, por la oscuridad de la noche.

Entonces, volvió a sentarse a mi lado, tomando mi mano en la suya y jugando con mis dedos.

-¿Sabes? –preguntó, de pronto, logrando llamar mi atención por un momento, incluso cuando no podía dejar de pensar en la forma en que sus dedos se deslizaban entre los míos, entrelazándose por un breve momento, antes de dejarlos ir, para seguir explorando piel. Me mordí el interior de la mejilla, en un intento por tranquilizar mi acelerado corazón, que no parecía conocer el significado de la palabra calma-. Despertaste justo a tiempo para la fiesta de prom –dijo, finalmente.

Mis ojos se clavaron en los suyos, de inmediato.

-¿Cómo? –pregunté, la noche de la fiesta regresando a mi mente, rápidamente.

Enamorado De SophieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora