Capítulo Veinte

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Sophie.

Ella estaba en todos lados.

No podía detenerme. Mis labios se movían desesperadamente contra los de ella. Mi cuerpo estaba reaccionando ante el roce del de ella. Y me avergonzaba, claro está. Pero era Sophie. Mi Sophie. Finalmente mía, de verdad. Y ella me conocía mejor que nadie.

No me importaba estar avergonzado ante ella.

Mis brazos se envolvieron alrededor de su cintura y no pude evitar dejarla caer suavemente sobre mi cama. Por todos los cielos. Mi cama. Ella estaba sobre mi cama.

Y yo estaba entre sus piernas. Aunque no del todo, claro está.

Y sabía que ella podía sentirme. Sabía que ella era consciente de lo mucho que la deseaba.

Y es que, había deseado que aquello sucediera por tanto tiempo ya, que mi cuerpo parecía estar desesperado por apaciguar todo aquello que había querido hasta entonces.

Y Sophie estaba besándome de la misma manera. Sus dedos hundiéndose en mi cabello, más largo de lo que debía estar. Me había descuidado completamente en todo aquel tiempo sin Sophie. No me importaba nada. Nada que no tuviera que ver con ella.

Entonces, sus manos se deslizaron hacia mi espalda, atrayéndome aún más a ella. Sus piernas se envolvieron alrededor de mi cintura y diablos, perdí la razón por un momento.

LAS PIERNAS DE SOPHIE ENVUELTAS ALREDEDOR DE MI CINTURA.

Aquellas nueve palabras se volvieron mis favoritas, de inmediato.

Y jadeé, contra su cuello. ¿En qué momento mis labios habían llegado a su cuello?

Sophie tomó mi rostro entre sus manos y me obligó a mirarla entonces. Me apoyé en mis manos, sin querer levantarme del todo, para no tener que dejar de sentir su cuerpo contra el mío.

-Dalton –susurró, apoyando su frente en la mía, intentando recuperar el aliento-. Eres mi mejor amigo –comenzó a decir, cerrando sus ojos. Y, aquellas cuatro palabras, no me dolieron como tantas veces ya lo habían hecho-. Te amo más de lo que alguna vez he podido amar a alguien –continuó, haciendo que mi corazón se volviera loco en mi pecho-. Y quiero estar contigo de todas las maneras posibles. No me importa nada que no seas tú. Quiero todo contigo, Dios santo –murmuró, sus mejillas sonrojándose, haciéndola lucir tan malditamente inocente-. Pero quiero contarte... quiero contártelo, primero –finalizó, sus ojos buscando los míos, finalmente.

Pero yo no quería escuchar. No podía hacerlo. No podía volver a vivir todo aquello. El dolor aún era palpable. El recuerdo aún estaba tan reciente.

-Sophie –susurré, sintiendo mi cabeza comenzar a retumbar. No era justo. Nunca podría ser justo-. Lo siento tanto –dije, dejando mi rostro caer en su pecho, desesperado por sentirme reconfortado por ella. Y era egoísta de todas las maneras posibles, pero no podía evitarlo. No podía evitarlo-. He soñado con esto por tanto tiempo –confesé, sin miedo a ser rechazado. Vamos, ella ya prácticamente sabía todo lo que yo sentía por ella-. No puedo... -intenté decir, pero sentí mis palabras ahogarse en mi garganta-. No puedo perderte –logré decir, finalmente.

Sentí el cuerpo de Sophie estremecerse, bajo el mío. Y alcé mi rostro para poder mirarla. Sus ojos estaban llenos de lágrimas silenciosas.

Era hermosa. Su cabeza desprovista de cabello sólo hacía que se viera más angelical. Su blanca piel. Diablos. ¿Es que acaso siempre había sido así de blanca?

-No quería hacerte daño –sollozó y mi corazón se volvió a romper en mil pedazos, pero esta vez no por los mismos motivos-. Eres lo más importante que tengo y no es justo. No mereces pasar por esto, Dalton –susurró, aferrándose a mi polo, juntando su frente con la mía.

Enamorado De SophieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora