Capítulo 32

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Me dejó.

Me dejó

Me dejó.

- ¡EL MUY MALDITO ME DEJÓ!- grité.

Con manos temblorosas sequé mis lágrimas y luego tomé lo primero que vi- el despertador- y lo tiré hacia la puerta. No me fijé que alguien había entrado.

-¡Calma! ¿Por qué gritas? -preguntó un agitado Carl.

- Me dejó. El muy desgraciado me dejó- caí de rodillas en la alfombra y solté a llorar como una niña de cinco años.

-¡Oh, cielo!- me abrazó y besó mi cabello-. No llores por él- susurró acariciando mi espalda-. No puedo creerlo, después de la serenata y que lo perdonaras... se va. Es un tonto. Pero... ¿como sabes que se fue? Digo... de seguro surgió algo y al verte dormida no quiso despertarte- negué. Ojalá fuese eso.

- No, Carl. Firmó el divorcio y el muy idiota se fue.- me aferré a él.

- Bueno entonces ya no llores más. Piensa en tu bebé. Es lo más importante. Recuerda que no debes alterarte- eso me sacó de mi trance. Me alejé de Carl, lo miré a los ojos.

Luego recordé.

- ¡Mi bebé! -me puse de pie rápidamente.

-¿Por qué lo dices así? - preguntó parándose.

- Tengo cita en menos de cuarenta minutos- dije agitada.

- ¿No era mañana? - asentí y fui a mi vestidor.

- Si, pero Angela llamó y cambió la cita- me limpié las lágrimas que aún tenía en la cara-. Tengo hambre y debo vestirme- tomé un traje gris claro y unas sandalias.

- Voy a decirle a una de las muchachas que te prepare algo para el camino. Yo te llevo. Empieza a vestirte. Tienes diez minutos. Si no estás lista, te llevo como estés- salió de la habitación y corrí al baño.

No pude evitar llorar de nuevo por la culpa de Edward. Lo extrañaba y tras eso se perdería la cita para ver a nuestro hijo. Y se la perdería porque yo no pensaba llamarlo.

Cuando me empecé a vestir, me di cuenta de que tenía mucha sensibilidad en los pechos y que el sujetador me molestaba. Entre otras cosas, la ropa que tenia en éste guardarropa era de hace tres años.

El traje me llegaba a mitad de muslo y gracias a Dios tenía un top que no me apretaba los pechos y con las almohadillas no se me notaban los pezones.

Me sentía mal emocionalmente.

Destrozada.

- BELLA- llamó Carl.

Me apresuré y tomé mi cartilla médica.

- ¡Voy!- me coloqué una diadema gris en el cabello y salí de mi habitación.

-¡Por Dios! Isabella, hazme el favor de maquillarte. Pareces un alma en pena- criticó Carl una vez llegué al estacionamiento.

-No estoy de ánimos- dije y me acerqué para quitarle la bolsa de papel manila que contenía mi desayuno.

-No- la alejó de mi-. Si no estás de ánimo ni para ver a tu hijo bien arreglada, espero que el chiquillo tenga ánimos de que tu lo veas- de mi bolso saqué mi delineador, brillo labial y polvo de cara. Me maquillé rápidamente.

-¿Feliz?- le quité mi desayuno.

-Si- entramos en el auto y yo empecé a desayunar.

- Eres muy grosero- me quejé una vez paró por el semáforo.

Serie Inocente # 0: Obsesionado con tu InocenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora