Capítulo 10

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En las clases que siguieron y que compartía con Tao, Kris estuvo atento a él, estudiandolo y descubriendo cosas. Aunque Tao actuaba muy parecido a los humanos, sus ojos lo delataban, al igual que esos dientes tan blancos y  caninos que eran más puntiagudos y largos que los del resto de los humanos. Entre su investigación se percatar que Tao tenía una belleza exótica, sus facciones eran muy distintas a las del promedio humano, su rostro era más puntiagudo y la forma de sus ojos más alargada y alzada que la del resto del alumnado asiático.

Perdió el hilony frente de su investigación, al colgarse de la belleza de Tao, pero era aceptable, toda parte de Tao gritaba peligro, pero a la vez te llamaba, le atraía hacía él, y no solo por su belleza, sino también por la curiosidad de saber que era. Luego de todo lo que Kris lo observó, descartó la posibilidad de que fuese un humano.

Tal vez era un hombre lobo, o un cambia forma, un ángel caído tal vez, un vampiro quizá, u otra especie.

Al terminar las clases Kris caminó hasta un callejón dónde dijo unas palabras en latín para luego aparecer en un gran salón oscuro, solo iluminado levemente por unas velas de color negro, y su luz amarilla.

Kris observó todo con detención, viendo el pasillo tan vacío y frío como siempre. Emprendió camino hacía el salón de su padre, que llevaba por nombre  "Morgana" en el camino, se encontro con Astaroth un demonio alado, que no vestía prenda alguna en su cuerpo, tenía una víbora enrrollada en su mano derecha, y junto a el, caminaba una bestia peluda, que parecida a un dragón.

-Belcebú- le nombró Astaroth con una leve inclinación de cabeza, en forma de daludo, la bestia peluda imitó el saludo.

-Astaroth- Kris repitió la acción del otro, inclinando también su cabeza como forma de saludo.

Astaroth no era  un demonio de gran rango o grado y tampoco era de los más temidos, su papel era más similar al de un consejero, que servía a las deidas superiores como Kris, sin embargo no se le debía subestimar puesto que la bestia que le acompañaba y la víbora no eran de adorno, tenían su propósito.

-Si Satán le ve así le regañara, mi señor-  dijo con esa voz tan áspera, que le caracterizaba y  que a Kris  le desagraba, por el ojalá Astaroth no hablara.

-Gracias- dijo y siguió caminando, pasando por el lado de Astaroth, éste le miro la espalda a kris viendo que en su forma de humano era realmente atractivo. Aunque estuviesen en el mismísimo infierno, los demonios trataban de mantener una regla, el respeto mutuo, sin esta todos atacarian a todos olvidando los grados y cumplirían sus deseos como les plazca, y como castigo, Satanás los haría desaparecer, aunque la gran parte de demonios no estuviera de acuerdo con aquella regla, preferían acatarla a no hacerlo y no poder saciar sus deseos.

-Vamos- le dijo Astaroth a su bestia, que al igual que el, había mirado a Belcebú, con ese nom re ers conocido ahí.

Kris llegó a la puerta de la oficina de su padre y la observó unos segundos, aquella puerta había sido tallada a mano por humanos condenados a las llamas del infierno, junto con demonios que no acataban las órdenes; en el centro se podía ver la figura imponente de su padre con algunos de los demonios de rango más alto.

Kris esbozó una media sonrisa al verse al lado de su padre, antes de empujar con ambas manos las puertas, abriendolas por completo para ingresar.
Su padre estaba al final del salón dándole la espalda, estaba mirando el fuego que salía de una chimenea aunque se veía tan normal como una de la tierra humana, esa chimenea era todo menos normal, aquella era como una esfera de cristal, dónde Satanás podía ver lo que quisiera, cualquier situación que aconteciera en la tierra que llamara su atención.

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