Capítulo 5.

927 55 6
                                    

- ¿Nunca te habían dicho lo preciosa que eres? -siguió acariciándome la cara - La luna en este momento debe de estar muerta de envidia por la belleza que irradias...

Jamás nadie me había dicho cosa tan bonita como la que me acababa de decir Blas en todos estos años de vida. Primero el pequeño piropo cuando nos estábamos presentando, las risas y las locuras con él saliendo del parque...y ahora esto. ¿Qué estaba pasando? ¿Qué significaba todo esto? ¿Llevaría al final razón Francisco en que Blas me insinuó...? No, no podía ser cierto. Se supone que él "está", por decirlo de alguna manera, con mi mejor amiga, así que borré esta última idea de mi cabeza y mis pensamientos. Y por supuesto no debo de pensar más en las preguntas que me estaba haciendo ni tampoco dejarme llevar por lo que estaba ocurriendo en aquel aparcamiento. Yo tengo novio, él "está" con Alejandra y fin del cuento.

Algo me sacó de mis pensamientos. Blas quitó la mano con la que estaba acariciando mi cara y empezó a rodear con sus esbeltos brazos mi cintura mientras pegaba mi cuerpo al suyo. Podía notar su profunda y lenta respiración, incluso también los latidos de su corazón, que iban a un ritmo desenfrenado. No pude evitar el ponerme roja como un tomate y encendida, como si de una lámpara se tratara.

- B-blás...¿qu-qué haces? - tartamudeé.

- No lo sé, _________, tú solo déjate llevar... 

¿Qué estaba queriendo decir con eso? Ya me estaba empezando a asustar.

Noté como Blas me dedicó una última mirada antes de desviarla hacía otro lado, y entonces empezó a apartarme los mechones de pelo que tapaban mi cuello. Pude notar rápidamente el apoyo de sus labios sobre mi cuello dándome un beso, y otro, y otro más. A medida que me daba un beso iba bajando más, como si estuviera recorriendo un pequeño camino dejando besos húmedos sobre él. No le dije nada por lo que estaba haciendo, no sé por qué. Supongo que me estaba gustando, ya que los besos en el cuello son mi perdición, y una vez que comienzan a dármelos no puedo controlarme. Ahora mismo no era dueña de mi misma.

Empecé a estremecerme más con cada beso que me daba, mi respiración estaba entrecortada e incluso dejé salir de mi boca pequeños gemidos, a lo que Blas se dió cuenta y sonreía. Mientras con una mano me tenía cogida aún por la cintura, la otra la quitó de ésta, pudiendo notar cómo, de repente, con su dedo índice, cogió las tirantas tanto de mi sujetador como de la camiseta de tirantas que llevaba en aquel momento, tirando de ellos dos hacía abajo, dejando al descubierto mi hombro izquierdo, en el que empezó también un recorrido de besos húmedos por éste. ¿Hacía dónde quería llegar?

- Dime que no quieres que siga, dime que no te gusta y entonces pararé - dijo Blas entre beso y beso.

- E-esto es-está m-mal...

- Lo sé - paró para poder mirarme -, pero me tomaré eso como un 'si, quiero que sigas'...

Como siguiera haciendo lo que hasta ahora yo ya no iba a poder aguantarme más las ganas de arrancarle la ropa aquí en medio, sin importarme lo demás.

¿En serio acaba de pensar eso mi subconsciente? No me extrañaba para nada en absoluto, ya que Blas estaba despertando en mi un fuego interno con lo que me estaba haciendo y, como comprenderéis, soy una chica con necesidades aún siendo virgen.

¿Lo mejor de todo ésto? Que lo que está haciéndome sentir Blas con lo que hace no lo siento yo con Francisco cuando éste me da besos en el cuello o me hace cualquier tipo de gesto cariñoso. 

Justo cuando Blas iba a retomar de nuevo lo que estaba haciendo, le quité el hombro y puse lo más rápida que pude las tirantas que él mismo me había bajado.

Blas se quedó mirándome extrañado por lo que hice y volvió a su sitio. 

- No te gusta, ¿verdad? - dijo arqueando una de sus cejas.

Corazón a oscuras (Blas Auryn)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora