28. FÍJATE BIEN

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Todo estaba saliendo a pedir de boca.

Había logrado traer, no solo a Zella, sino además, a una de las hechiceras más jóvenes, potencialmente poderosas e inteligentes de Ebenor. Si ponían a Ivanna Johnson de su parte desafiarían con mayor fuerza al Sindicato, al Linaje y a cualquier otra institución que se interpusiera en el camino de los Sarh. Claro que, por otro lado, la probabilidad de que la bruja pasara al bando contrario, era nula. Desde luego, si ese plan fallaba, ya tenían algo con lo que chantajear al gran Jacob Johnson.

Cassandra estaba tan contenta y orgullosa, que hasta casi le entraron ganas de empezar a tararear; caminaba ansiosa por los pasillos, sin poder aguantar las ganas de contarle lo que había pasado a Ashkar, de que tenía a la Renacida. Iba acelerada, su paso aligerado se hacía oír a través de un eco que resonaba por el oscuro y vacío piso. Entonces, escuchó un ruido cerca de las escaleras, o más concretamente, a alguien subiéndolas.

Podría ser cualquier cosa, había muchos y muchas Sarh que transitaban por esos pasillos..., pero su intuición le decía que no era un Sarh. Cassandra empezó a correr tal y como lo haría una vampiresa, por lo que a ojos de cualquier humano, más que correr, parecía ir a la velocidad de la luz.

Si hubiese llegado unos segundos antes, habría visto cómo Kendall Parker se acercaba, espada en mano, dispuesta a luchar, y más aún con ella. No obstante, alguien había evitado el encontronazo, agarrando por sorpresa a la mujer lobo, impidiendo así una devastadora pelea entre esta y la chupasangre.

La hija de la noche llegó hasta los escalones de piedra que le llevarían a los pisos más bajos, concretamente a las mazmorras y a las salas de tortura en las que habían encerrado a Kendall, y tiempo atrás, a Zella. No obstante, antes de dar el primer paso, e intuyendo algo que sin razón aparente alguna, su sentido de vampira le proporcionaba, se asomó por la puerta que daba a la primera sala de la planta, precisamente en la que dos personas, quietas como estatuas, permanecían pegadas a la pared, aguantando la respiración y ocultas gracias a la falta de luz de la habitación.

Cassandra se quedó observando la oscuridad durante unos instantes, notando algo distinto en ella, y casi esperando a que sucediera un acontecimiento inesperado..., pero finalmente salió del lugar tal y como había entrado; con las manos vacías.





Estaba anocheciendo, y todavía le quedaban algunas horas para llegar a su destino, por lo que optó por pasar la noche en la Casa Bell, un conocido lugar de hospedaje para los viajeros que tomaban la ruta que él había escogido hacia Abdenemud. El lugar pertenecía a una conocida familia de licántropos, ya que por supuesto, el hostal se hallaba dentro del territorio de estos seres. Abrió la puerta haciendo resonar las campanillas que se hallaban sobre esta.

―Buenas noches... ―le dio la bienvenida el propietario del lugar cuando oyó el tintineo. En un principio, no levantó la vista de los papeles que estaba rellenando, pero tras unos instantes, tras poner punto y final al documento, pudo apreciar al que acababa de entrar―. Maestro Zeon..., no esperaba su llegada.

―Buenas noches, Tomás ―le devolvió el saludo el solemne hombre―. ¿Qué tal estáis tú y Rose?

―Bastante bien, aunque hemos pasado por épocas mejores... ―respondió el corpulento hombre con sinceridad, pero sin perder la amabilidad―. ¿Piensa quedarse a dormir, maestro? ¿O tan solo desea cenar?

―Ambas cosas, a ser posible ―respondió el recién llegado huésped.

―Ya ve que precisamente no estamos a rebosar, señor Zeon ―respondió el hostelero mirando hacia su alrededor―. Avisaré a Rose para que le lleve hasta su habitación, aunque le advierto que, seguramente, le pedirá que nos acompañe durante la cena.

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