Jessica pegó un bocanada. La joven no supo si fue antes de expulsar todo el agua que almacenaban sus pulmones, o después. Sabía que estaba respirando gracias a algo, pero no le dio mucha relevancia, de hecho, no le importaba; lo único que le dio tiempo a asimilar, fue a que estaban en la misma celda, rodeadas por una cámara de aire que les había salvado la vida, al menos, a una de ellas.
La metamórfica centró su atención en su compañera, que estaba rendida a pocos metro de ella, justo donde recordaba haberla visto por última vez.
―Kendall ―dijo, consciente de que la licántropo no le oía. Trató de buscarle el pulso, pero estaba claro que, el corazón de la joven había dejado de latir hacía rato. Pese a que ella no era precisamente la más adecuada del grupo para reanimar a alguien, no tenía alternativa.
Buscó el punto adecuado en el tórax de de la chica y comenzó las compresiones.
Realmente no sabía si estaba haciendo bien las maniobras, pero sabía que Kendall despertaría.
Tenía que hacerlo.
―Vamos, Parker, tienes que ayudarme un poco ―resopló, tras las dos insuflaciones. Pero Kendall seguía inerte, pálida y fría.
Ya en la cuarta tanda de masajes torácicos, sus músculos le estaban fallando, no porque no tuviera fuerzas, sino porque a cada segundo que pasaba, un pensamiento lógico le susurraba que no había nada que hacer, que era demasiado tarde para Kendall.
Entonces, precisamente cuando el sentimiento de angustia, motivado por la permanente inconsciencia de su amiga, parecía que la había invadido hasta el punto de abandonar la reanimación, Kendall comenzó a toser alborotadamente, despertando de la muerte.
―Dall ―suspiró Jessica, abrazando a la chica con fuerza, quien le devolvió el apretón, algo conmocionada.
―¿Qué ha pasado?
―Simplemente que habías muerto..., y creo que yo también, al menos por unos segundos. Ahora solo falta descubrir por qué no estamos ahogándonos.
―¿Dónde estamos? ―preguntó la licántropo, aparentemente demasiado desorientada como para intuir que no se habían movido.
―Seguimos encerradas. Alguien nos ha tenido que salvar.
―Con alguien, te refieres a Ivy ―supuso Kendall.
―Dudo mucho que haya sido ella... ―objetó la metamórfica―. En fin, no creo que Targos la haya soltado. No tenía pinta de que fuese a ser muy considerado.
Kendall miraba hacia arriba, contemplando los billones de litros de agua que le cubrían por un campo mágico.
―¿Cómo salimos de aquí? ―preguntó la licántropo.
―Es tan sencillo como cruzar la barrera que nos separa del agua. Claro que, los barrotes no nos dejarían ir muy lejos. He pasado el tiempo suficiente con Ivy como para saber que esto no es más que un simple hechizo de protección subacuático, y como todo hechizo, tiene un tiempo límite ―explicó Jessica, al tiempo que atravesaba con la mano la cúpula.
―Genial, o sea que en el mejor de los casos ―dijo Kendall al acercarse al límite en el que se encontraba Jessica―, moriremos ahogadas..., otra vez
De repente, rompiendo el tranquilo murmullo del agua, un estruendo se intuyó tras la bóveda que las protegía, seguido de numerosas y estrepitosas estridencias y gritos. Ellas permanecieron expectantes; como todo ese estruendo estaba amortiguado por el agua, no pudieron más que deducir que se estaba produciendo una contienda tras los barrotes.
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RENACIDA
Fantasía¿Y si te dijeran que tu vida se basa en una mentira?¿Qué pasaría si nadie de tu entorno es quién decía ser? Zella, una joven de casi 18 años descubrirá que todo su mundo esconde una historia en la que ella es la clave para resolver los enigmas de un...