29. TRANSPOSICIÓN

113 6 0
                                    


Mike descansaba en la habitación que el señor Bell le había facilitado para pasar la noche. Hacía rato que había dejado la charla con Zeon, quien le había pedido que, por favor, avisase a su madre de que estaba fuera. El maestro se había mostrado realmente abierto a lo que Mike le había dicho, y de hecho, le había invitado a continuar con él el camino (siempre y cuando consiguiera la aprobación de su madre) hasta la ciudad de los lobos.

Ahora miraba la carta que acababa de escribir dirigida a su madre, tratando de darle la menor información posible, aunque la suficiente como para que comprendiese que era vital acompañar a Zeon hasta Abdenemud. El suntuoso hombre de ojos amarillos no le había desvelado de qué se trataba la reunión, pero Mike sabía perfectamente que era la sociedad del Linaje la que había convocado a Zeon, ya que él era uno de sus miembros.

Decidido a mandarsela nada más amanecer, Mike dejó el sobre con la carta en su interior encima de la mesilla de noche y, agotado del viaje que le había supuesto llegar hasta allí, sopló la vela para quedar arropado por la completa y sigilosa oscuridad de la noche, a la cual, no le quedaba mucho tiempo para cesar.





La pelea continuaba, y nadie se había rendido. Los únicos que habían perecido habían sido a los pies de Jessica, pero como si directos de una cadena de montaje salieran, nuevos soldados aparecían para sustituir a los caídos. Por otra parte, en el centro de la amplia estancia, Zella acababa de evitar una de las estocadas de Ashkar. La joven era la que acometía la mayor parte de las veces sin siquiera llegar a rozar a su adversario, quien se limitaba a observar, entretenido, los intentos de su sobrina en matarle.

―Mírate, tienes un instinto de lucha admirable.

―Tengo cierta ayuda ―explicó la chica mientras un gran número de marcas brillaba con intensidad por todo su cuerpo.

―Entonces, ya sabes cómo funcionan ―dedujo Ashkar―, ¿cómo lo supiste?

―No tuvieron más que decirme quién eras ―aclaró Zella, rememorando cómo la marca de rabia se encendió cuando Victor le contó que Ashkar era su tío.

―Ah, ya veo ―entendió el hombre, esquivando el ataque de la sílex―. Si te soy honesto, no entiendo a qué viene tanto odio resentido. Te he hecho un favor.

―¿No me digas? ―se asombró, con cinismo, la joven, al tiempo que arremetía contra su tío, quien no tuvo dificultad alguna para rehuir la embestida.

―Nunca habrías llegado a alcanzar el potencial que estás desarrollando si no hubiera sido por mi... intrusión en tu vida. Imagina el poder que tendrás cuando avances en tu entrenamiento.

―Una pena que no vayas a poder verlo.

―Eres demasiado ambiciosa ―opinó Ashkar―. ¿Qué se siente al intentar acabar con la poca familia que te queda?

―Tengo más familia que nunca ―objetó Zella, abalanzándose en una nueva tentativa―, y tú no eres parte de ella.

Mientras tanto, a no muchos metros de ellos, Elena e Ivy se enfrascaban en una mágica pelea. La bruja lanzaba los encantamientos que eran necesarios para mantener a raya a Elena quien, igual de hábil, no dejaba que ningún hechizo le afectase, gracias al escudo que ejercía su telequinesis entorno a ella.

―Recuerdo cuando yo aprendí a hacer eso ―comentó Ivy―. Sí... Creo que fue el mismo día que empecé a gatear.

―Y sin embargo todavía no has podido tocarme.

RENACIDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora