La primera vez que Megan estuvo en suelo firme y alejado del mar, sus padres la llevaron hasta un lago en cuyo agua estuvo chapoteando mientras a la pequeña sirena le contaban los planes de su futuro. Al parecer ese lago sería como su segundo hogar después del océano, pues en una casa que estaba a orillas de él, se hospedada una familia que necesitaba su protección. Como tenía tres años, no entendía a penas nada de lo que le estaban diciendo, pero las simples palabras de su madre le sirvieron para comprender lo que pasaría.
Según pasaban los años, Megan crecía y conocía de sobra el trayecto que le llevaba desde el mar hasta el Lago Underwood, que bajo el agua consistía en túneles subterráneos que atravesaban montañas, eso sí, iluminados gracias a la magia. Desde sus más jóvenes recuerdos, su abuelo, le fue explicando más detalladamente su misión, que consistía en formar parte de una especie de equipo que ayudarían a mantener el equilibrio de una vida.
«Cielo, no tienes que preocuparte por nada, seguro que le caerás genial ―le había tranquilizado su abuelo antes de que la asustada sirena, ya con aspecto de humana, se subiera al autobús del colegio en su primer día en primaria―. Además, tienes la ayuda de Jess, Ivy y Kendall, ¿verdad?». Megan, todavía preocupada por cómo acercarse a quien debía proteger, había asentido mientras pestañeaba con sus claros ojos marrones, sin querer admitir su miedo.
Siempre había sido temerosa, tal vez porque los de su especie tenían por costumbre ser sobreprotectores con los más pequeños y, más si cabía con ella, siendo quien era. No obstante, Megan trató siempre de cumplir con las órdenes que le habían estado imponiendo a lo largo de su joven vida y estaba dispuesta a seguir cumpliéndolas si así hacía feliz a su abuelo y contentaba a sus padres. Sin embargo, a medida que conocía a aquella misteriosa chica a la que debía acercarse y cuya confianza era vital que lograra, Zella Stein, comprendió que no iba a ser como el resto de misiones que había estado haciendo toda su vida, sino que verdaderamente sentía aprecio por ella, hasta el punto de que llegaría a quererla como a una hermana. Por supuesto, el sentimiento era mutuo y, como su abuelo le había asegurado, el resto del Conjunto le ayudaría a afrontar cualquier obstáculo a la hora de conseguir sus cometidos.
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RENACIDA
Fantasy¿Y si te dijeran que tu vida se basa en una mentira?¿Qué pasaría si nadie de tu entorno es quién decía ser? Zella, una joven de casi 18 años descubrirá que todo su mundo esconde una historia en la que ella es la clave para resolver los enigmas de un...