―Otra vez.
―Llevamos con esto más de dos horas, Kendall —se quejó Zella con voz cansada; no había dormido mucho, no después del descubrimiento que había hecho con Ben, y para cuando había llegado a la mansión de nuevo (por consejo del chico), se había pasado la noche dándole vueltas a todo el asunto.
Las dos chicas se encontraban en el área de entrenamiento, por el cual numerosos muñecos y maniquíes de ensayo, (algunos de ellos hechos pedazos), completaban el lugar. No obstante, la atención de las allí presentes, o al menos la de Kendall, se centraba en unas tablillas de madera, de grosor considerable, que reposaban sobre dos bloques de hormigón estables, amontonadas unas encima de otras.
―¿Y es mi culpa? Cuando te centres y consigas romper este trocito madera, lo dejamos —le respondió haciendo énfasis en «trocito».
―¿No puedo hacerlo con la otra mano? ―pidió Zella con un tono rogante, mirando la fina banda que vendaba los nudillos de su mano derecha―. Un golpe más, y me rompo esta.
―Pero si ayer ya lo conseguiste en el primer intento, ¿qué te pasa hoy? ―se sorprendió Kendall contemplando la tabla sin entender dónde estaba la dificultad―. Si es muy fácil.
―Será para ti, que tienes una fuerza sobrenatural —volvió a reprocharle Zella. De las dos trenzas, que mantenían su voluminoso cabello, unos rizos se habían soltado, deshaciendo el peinado que Kendall le había hecho. La chica era muy dada a hacer ese tipo de peinados ya que siempre se hacía una trenza a la hora de combatir.
―Sí, pero practiqué mucho para controlarla, como tú has estado haciendo estos meses, así que no tienes excusa.
Zella no contestó; había cerrado los ojos, y a penas escuchaba a Kendall, introduciéndose cada vez más en el mundo de los sueños.
—Hola, tierra llamando a Zella —le espabiló la licántropo, chasqueando sus dedos delante de la cara de su amiga—, ¿ya has dormido algo?
—Sí —mintió Zella. Por la cara que puso Kendall, no debió sonar muy convincente .
—Has vuelto a tener pesadillas, ¿no? —supuso acertar la mujer lobo, recordando ocasiones previas. Zella iba a contestar pero Kendall no le dejó acabar lo que ella creía que iba a ser una rotunda y falsa negación—. Han pasado cinco meses, tienes que olvidarlo, Zell. No fue culpa tuya, sino de Megan.
Zella dejó de sentir cansancio para empezar a notar opresión en el pecho. Sus mejillas comenzaron a enrojecerse y su mano derecha a temblar de manera casi imperceptible, pero también incontrolable.
—Dall, dime lo que quieras para consolarme, menos eso. La diana para esa bala era yo, no ella, ¿es que no te das cuenta? Tú más que nadie deberías hacerlo, casi mueres en el ataque de los Sarh a la mansión, Elena te estuvo torturando y...
―No ―le interrumpió Kendall―. La que no parece darse cuenta eres tú, Zell. No me importan las cosas por las que he pasado: cumplía con mi deber y sigo haciéndolo, porque es lo que tengo que hacer, es mi...
―¿... destino? Por favor, dime que no ibas a decir destino ―adivinó Zella con escepticismo―. Dejad ya ese tema, creo que se ha demostrado que no todas las profecías se cumplen, si no Susan no estaría muerta.
―Zell, me duele decir esto, pero creo que Megan dejó de ser tu mejor amiga hace mucho tiempo ―repuso Kendall, teniendo en mente las palabras que rezaban la nueva profecía.
―Aún peor, porque entonces, de acuerdo a tu teoría, llegará un momento en el que alguien de vosotras, quién sabe, tal vez tú, me mate.
―No quería decir eso ―mintió en cierto modo Kendall.
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RENACIDA
Fantasy¿Y si te dijeran que tu vida se basa en una mentira?¿Qué pasaría si nadie de tu entorno es quién decía ser? Zella, una joven de casi 18 años descubrirá que todo su mundo esconde una historia en la que ella es la clave para resolver los enigmas de un...