30. LA SOMBRA BLANCA

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Tocaron a la puerta, y Mike no tardó ni dos segundos en abrirla, estaba preparado desde hacía rato.

―Bueno días, Mike.

―Maestro ―saludó de vuelta el joven.

―Espero que hayas podido reponer fuerzas, sé que no has tenido mucho tiempo pero...

―No pasa nada, estoy listo ―le interrumpió Mike, algo impaciente.

―¿Has mandado ya la carta?

―No, estaba esperando a preguntar al señor Bell dónde puedo encontrar un notificador.

―Abajo disponen de uno ―le informó Zeon mientras el chico cogía el sobre―. Desayuna algo, ¿vale? Nos vamos en media hora.

Logan cerró con cuidado la puerta y bajó las escaleras. En el camino se encontró con Ben, que iba en dirección contraria.

―Iba a buscarte ―dijo Ben. Logan se fijó que guardaba algo en el puño de su mano―. Megan está en la cocina, por si tienes hambre.

―¿Qué es eso? ―quiso saber antes de nada Logan.

―Lo que nos llevará hasta Kendall.

―¿Un bote de cristal nos llevará hasta Kendall? ―repuso dubitativo.

―¿Con sinceridad? No lo sé ―respondió Ben―. Debería conducirnos directa a ella, es como una especie de rastreador.

―¿Cómo lo has hecho? ―se impresionó Logan.

―¿Crees en serio que iba a dormir? ―repuso Ben, dando a entender que había dado en la biblioteca con un hechizo posible de hacer por personas no mágicas.

―Pues yo desde luego sí que lo he hecho ―pareció avergonzarse su compañero.

―Me he quedado en la biblioteca y he descubierto esta especie de brebaje.

―¿Pero quién dice «brebaje»? ―se mofó Logan, después de escucharle.

―¿Y Su? ―preguntó Ben riéndose ante el comentario previo, aunque ignorándolo.

―Sigue dormida, no he querido despertarla.

―Has hecho bien.

―¿Y qué hacemos con el «brebaje-rastreador»? ―preguntó con tono burlesco.

―Necesito algo de Dall para que funcione, en la magia casi siempre hace falta un objeto de la persona en cuestión que se quiere encontrar. Pensaba pillar algo de su cuarto.

―Y después, ¿qué? ¿Derramas eso encima? ―supuso Logan.

―En teoría, sí.

―Pues, entonces, escoge algo impermeable ―le aconsejó Logan al tiempo que bajaba los escalones―. Te espero en la cocina.





Hacía un día soleado, como era de esperar en el mes de junio. Zeon llevaba las riendas de su caballo, mientras que a su lado, Mike montaba sobre una hermosa y blanca yegua que la amable hostelera, Rose Bell, le había prestado temporalmente.

―Ya que vamos a ir juntos a la reunión ―empezó a decir Mike―, ¿no debería darme algún detalle más sobre de lo que va a tratar?

―Eres muy listo hijo, seguro que puedes hacerte una idea ―contestó el hombre de ojos amarillos. Su tono lo dijo todo.

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