P r ó l o g o

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Es definitivamente un cliché comenzar con una mudanza a una nueva ciudad o pueblo. Entonces, siempre ocurre lo mismo, la protagonista de una historia se encuentra con un chico nuevo, en el caso de que no sea ella o él el nuevo, y al principio se odian, pero luego se quieren y entonces, aparece la exnovia o exnovio loco y los separa, pero su amor es demasiado fuerte como para dejar que este se rompa por terceros, así que terminan casándose, teniendo dos hijos, un niño y una niña, a los que llamaran Allyson y Ed. No nos olvidemos, por supuesto, de que en el caso de que se trate de una pareja heterosexual, la chica será inútil y exasperante o bien la persona con más talentos que jamás habrá pisado la Tierra, eso sí, una "nerd" enamorada de un popular y viceversa.

No, eso no es como la vida real funciona, y jode, la verdad, porqué no, jamás encontrarás en tu último año de instituto antes de entrar a la universidad, cuya carrera no tendrás la suficiente nota para estudiar, un chico o chica que te quiera intensamente y que daría hasta la vida por ti.

Empecemos por el principio a negar cosas, admítelo, tampoco vas a mudarte en tu último año de instituto.

Y es que la vida es realmente ordinaria, día tras día, esperando aquel momento en el que nuestro último aliento sea desatado en la atmósfera, mezclándose con las decenas de gases que probablemente son tóxicos para el ser humano, pero que más da, a los humanos nos la bufa todo.

Podríais preguntaros porqué este monólogo está siendo tan miserablemente borde, negativo y en fin, amargado. Siendo sincera, así soy yo cuando escribo, seca como el pan que lleva una semana sin cerrar en el cajón, fría como el cubito de hielo que se ha derretido porqué no has cerrado la puerta del congelador, el que se va desvaneciendo como mi fe en la humanidad.

Las clases de economía en este instituto de mala muerte son las más insufribles de todas las asignaturas a las que técnicamente estoy matriculada. Es una asignatura tan insufriblemente inútil que lo único que puedo hacer para no morir es escribir algo en la libreta, lugar donde deberían estar copiados los ejercicios que el profesor, quién definitivamente se tendría que haber jubilado hace años, había estado borrando frenéticamente minutos antes.

Oh vaya, ¿por qué ha dejado de escribir? Ah, mierda, se acerca. Nos vemos, querida libreta de economía.

—Señorita Jee, ¿otra vez se encuentra escribiendo en vez de escucharme?

—Lo siento profesor —Incliné mi cabeza hacia delante, esperando que el viejo aspirante al récord guiness de vivir más años me disculpara de nuevo. Tampoco me había distraído tantas veces en su clase, yo que sé, unas....¿dos cientos en todos los años que llevaba sentada en el mismo pupitre?

—Quédese unos minutos después de clase. Hay que hablar sobre esto.

Asentí a desgana. Sabía de que iba aquello, no era el primer o primera profesor que me daba la charla de que debía estudiar más y estar más atenta o la liaría en la universidad y que no sería capaz de conseguir ninguno de mis sueños.

Era triste, pero en realidad no tenía ninguno.

Los diez minutos restantes de la ilustre y desperdiciada clase de economía pasaron y uno por uno, los alumnos fueron desalojando la oscura sala. Una vez quedó vacía, objetando que tanto el profesor como yo nos encontrábamos dentro, todo parecía muerto. Parecía un lugar del que iban a comenzar a salir demonios, vampiros... cualquier tipo de criatura mágica con la que ninguno queríamos tener nada que ver. Estaba oscuro. En invierno, la luz del día se iba tan temprano que una vez llegaba a casa, hacía al menos media hora que el sol había desparecido por completo. Echaba de menos aquellos días de verano en los que la luz desaparecía a las nueve de la noche y podías ir a pescar parcas al río con tus amigos o volar cometas con el fresco aire de la noche. Echaba mucho de menos las vacaciones.

Blood ✥ Myg ⁑Donde viven las historias. Descúbrelo ahora