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11✨Marcas

Las imágenes se acumulaban en la parte trasera de mi cabeza, provocándome un dolor de cabeza que me hizo retorcer contra el colchón.

Desperté muy sudada, casi bañada en las sábanas blancas de mi cama, respirando sin pausa. Tenía el pecho adolorido, los músculos agarrotados. La espalda me dolía tanto que de mis labios se escapó un quejido que pareció un gruñido. Era como si me hubieran drenado la energía y me hubieran privado de la fuerza necesaria para poder continuar con mis quehaceres. Me concentré en regular mi respiración, ya que si seguía de esa forma terminaría hiperventilando e iba a darme un ataque de ansiedad.

Fueron varios minutos los que necesité para calmar la bomba de relojería que había dentro de mi pecho. Una vez lo conseguí, pude notar cómo disminuía la presión de los músculos de mi pecho, como estos daban paso a unas agujetas que probablemente iban a quedarse durante mucho tiempo.

Fui capaz de levantarme media hora después de haberme despertado, apoyando mis brazos contra la fina tela que me cubría y protegía de lo que fuese que hubiera soñado. Solo conservaba recuerdos vagos, míseras imágenes surcando mi mente e intoxicándome para que no pudiera pensar con claridad. Tanto mi cuerpo como yo estábamos conmocionados, y no sabíamos cuál era la razón, como si hubieran borrado mis recuerdos cual página escrita a lápiz.

Me puse la ropa tan bien como pude y a trompicones bajé las escaleras, deseando encontrarme con algo suficientemente bueno para ganar algo de fuerza. La televisión estaba encendida y oía la voz de mi madre cantar desde la cocina, animada. Sonreí y caminé hasta el marco de la puerta. Me la encontré sacudiendo ligeramente las caderas al ritmo de la canción que salía de sus auriculares.

—Buenos días mamá —Hablé. Era la primera vez desde que me había levantado que intentaba pronunciar algo con coherencia. Sentí fuego atravesar mis cuerdas vocales, rápidamente bebí un vaso de agua que reposaba, limpio, en la encimera. Mi madre se giró para darme los buenos días con un cálido abrazo. Respiré su colonia, olía a naranjas, a fresco, a nuevo, algo que necesitaba ahora mismo.

—¿Cómo has dormido cariño? —Pronunció mientras dejaba encima de la mesa un bol con cereales y leche. Me indicó con la cabeza que me sentara y así lo hice. Degusté la primera cucharada con cierta amargura, aún sintiendo el dolor que provenía de mi cuello. Puse la mejor cara que supe, no quería que mi madre pensara que le estaba haciendo ascos al desayuno que me había preparado.

—Estoy algo adolorida la verdad —Moví los hombros hacia delante y hacia atrás, estirando, gruñí de nuevo. ¿Cómo podía haber cogido una postura tan mala para dormir cómo para terminar con aquel dolor de espalda?— ¿Y tú? —Asintió con la cabeza mientras me sonreía. Me lo tomé como un bien.

—Han salido más noticias por la mañana... —Comenzó. Pude ver algo de nerviosismo en sus ojos. Se frotaba las palmas de las manos, algo arrugadas ya por haber trabajado tanto como lo había hecho ella, para poder mantenernos a ambas— Han encontrado otro cuerpo.

Aterrorizada solté la cuchara, esparciendo el contenido de esta por la mesa a la vez que algunas gotas de leche caían encima de las baldosas de la estancia. Un escalofrío me recorrió el cuerpo. ¿Cuántos habían sido ya, tres, cuatro? Estaba empezando a perder la cuenta.

—¿Otro? —Susurré. Me acurruqué contra mi propio cuerpo, fundiéndome con la silla al apoyarme contra esta. Pude sentir como temblaba un poco, puede que de miedo, de frío. Empecé a morderme las uñas, ansiosa, la situación se estaba yendo de nuestras manos. Por la forma en la que mi madre mencionó que habían encontrado a otra persona muerta, supuse que tenía los mismos trazos que tenían las demás. Realmente había algo que nos estaba cazando, algo, o incluso... alguien.

Blood ✥ Myg ⁑Donde viven las historias. Descúbrelo ahora