d i e c i o c h o

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18 ✨ En maleta azul

El cuerpo que había quedado de aquel ser se evaporó pocos segundos después de que Yoongi le hubiera arrancado la cabeza. Lo mismo hizo esta. Se desvaneció y si no fuera porque había visto como Min lo había asesinado, jamás hubiera pensado que había habido un enfrentamiento.

Si no fuera por la ventana rota.

Nos quedamos en un difícil silencio, hasta que Yoongi apareció a mi lado y sin siquiera darme la oportunidad de rechistar, colocó uno de sus brazos alrededor de mi cintura y aparecimos justo en la parte trasera de la casa, debajo de la ventana rota. El vampiro de mi lado cogió una piedra y la lanzó al interior de la habitación.

Una piedra suficientemente grande como para romper un cristal.

Claro, porque nadie debía saber nunca lo que había pasado allí. Nadie, exceptuándome, ¿por qué? A este paso, no iba a saberlo jamás.

A continuación, me depositó suavemente contra mis sábanas. Dejándome sentada en la cama. Me pasé las palmas de las manos por la cara, evitando echarme a llorar como una niña de tres años, incluso con el moco deslizándose.

—Has matado a aquel hombre —Susurré, sabiendo que me había oído perfectamente.

—No era un hombre Jee. Además, iba a matarte.

—No te he pedido que seas mi caballero de brillante armadura —Gruñí. Yoongi se pellizcó el tabique nasal. Estaba tan molesto que era como si vibrara el aire a su alrededor. Vi como sus ojos se tornaron rojos durante décimas de segundos. Me estremecí.

Iba a añadir algo a mis acusaciones, pero me interrumpió un relámpago, seguido de un trueno muy cerca de mi casa. Jamás había estado tan cerca de uno.

Recogí mis piernas para que estuvieran encima de la cama y observé la lluvia que bañaba a nuestros alrededores, rompiendo el silencio que se había formado entre Yoongi y yo desde que había caído aquel rayo.

—¿Cuántas veces más vas a discutirme esto? Lo hemos hablado ya... qué, ¿setecientas veces? No voy a dejar que te hagan daño —Habló, tan calmado e impasible como siempre.

—¡Porque estás obsesionado conmigo! —Grité, antes de darme cuenta qué mi madre se encontraba durmiendo en la habitación de al lado. Deseé con todas mis fuerzas no haberla despertado. ¿Cómo iba a explicarle que había un chico en mi habitación a las tres de la mañana?

No me dijo nada, como de costumbre, aceptando el hecho de que, básicamente, lo estaba llamando un acosador. Meció las hebras de pelo negro que caían por su frente y suspiró, cansado.

Sentí la rabia apoderarse de mi sangre. Me levanté, hecha una furia y coloqué mis manos en su pecho, empujándole con fuerza. Casi no retrocedió, pero movió sus manos hasta llevarlas a mi rostro y rápidamente, acarició la suave piel de mis mejillas antes de que le apartara las manos, se separó de mí.

—Fuera de mi casa, de mi vista y de mi vida.

Suspiró y volvió a pasarse la mano por el pelo, mostrándome brevemente su frente descubierta, normalmente tapada por su flequillo.

Y desapareció.

No supe si cuando lo hizo me sentí aliviada o triste, esperando a que se resistiera un poco más. Puede que hubiera tirado demasiado del hilo esta vez.

🧛

Jodida mi madre por permitirme salir de la casa y jodida yo por beber algo más aparte de agua.

Me levanté con las manos contra las sienes, gimiendo del dolor que me perforaba el cerebro, ¿por qué debía existir la resaca? Como pude, me deslicé hasta llegar a los pies de la cama y me observé en el espejo. Tenía el pelo enmarañado, revoloteando por toda mi cara y cayendo por mis hombros, lleno de nudos que me recordaban a nidos de arañas. Pero si creía que mi pelo estaba mal, mi cara estaba mucho peor. Mis ojos parecían resecos dentro de sus órbitas, cuyos colores quedaban apagados. Tenía las ojeras marcadas, violáceas contra el color de mi piel.

Blood ✥ Myg ⁑Donde viven las historias. Descúbrelo ahora