Blood ✥ Myg ⁑

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Avertencia: Mención de sangre y violencia

10 ✨ Colmillos

—Min Yoongi, sabes que no quieres hacer eso —Habló la abuela aún des de la mesa, comiendo su ensalada. Me sentí "ligeramente" ofendida por lo que acababa de decir.

—¿Por qué no? —Refunfuñé, cruzándome de brazos, sin darme cuenta de la sonrisa cuadrada que se estaba formando en las facciones de Yoongi— Es decir, tampoco soy tan fea.

El abuelo craqueó los dedos de sus manos y se levantó de la mesa sin decir nada, inflando sus mejillas mientras pasaba por nuestro lado para empezar a subir las escaleras lentamente junto a su bastón. Nadie dijo nada hasta que dejamos de escuchar el chirrido de los pasos del abuelo contra la fría madera que cubría todo el suelo de la casa.

La pequeña mansión de los abuelos quedó en completo silencio. Ni Min Yoongi ni la abuela decían nada, así que me di unos segundos para admirar de nuevo aquella estructura que se alzaba encima de mi cabeza. Esa casa tenía algo mágico en ella. Era como un castillo en miniatura y una taberna vikinga a la vez. Los techos de la primera planta estaban repletos de pequeñas vigas de madera cubiertas de moho que parecía que iban a caerse encima de los presentes en cualquier momento. Las paredes estaban pintadas de colores oscuro y si no fuese porque sabia que los abuelos vivían allí, podría parecer perfectamente una casa abandonada que se había conservado perfectamente.

—Gracias por la comida querida Jee, tanto el abuelo como yo la hemos apreciado mucho, espero que vengas a vernos más veces. Ahora pero, hay algunas cosas de las que tengo que hablar con ellos dos —Sonrió la abuela.

Se había levantado de la mesa y había venido caminando rápidamente hasta donde Min y yo nos encontrábamos. Me empujó un poco con las manos para que cruzase el umbral de la puerta. Volvió a sonreír, pero ella fue la única. Yoongi la observaba des de un lado de la puerta, cubierto bajo la sombra del toldo del porche. La miraba, con la cabeza gacha.

Parecía un lobo observando a su presa. Sus ojos se habían vuelto oscuros y las ojeras bajo aquellos orbes se habían pronunciado hasta el punto de que parecían enfermizas. Avanzó un paso hasta la anciana, hasta quedar a su lado. Su cabeza la sobrevolaba por escasos centímetros, pero aún así parecía como si fuese a derribarla.