v e i n t i s é i s (ii)

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26 (ii) ✨ Lazos de sangre

El abuelo salió de la habitación cuando se hubo cerciorado de que estaba bien. Me ayudó a que me tumbara en la cama.

—He oído un fuerte estruendo y he subido todo lo rápido que he podido. Te he encontrado en el suelo con la mirada perdida, me he asustado tanto.

Aún aturdida, le dije que me había mareado y por eso había caído al suelo. Me comentó que si no fuera porque me desperté casi al instante en el que me tocó, hubiera llamado a la ambulancia, ya que había perdido completamente el conocimiento.

—Siento haberte preocupado, ha sido una semana complicada y estoy muy cansada.

Asintió con la cabeza mientras colocaba un pequeño mechón de pelo detrás de mi oreja. Aceptó mi escusa y depositando un beso leve en mi frente salió de la habitación para dejarme descansar, no sin antes decirme que llamaría a la abuela para que volviera de su comida con sus amigas para que pudiera asegurarse de que yo estaba bien. También dijo que me traería un buen bol de sopa para que recobrara fuerza. Se lo agradecí con una sonrisa.

—Tenemos que hablar —Comentó, gélido, sin ni siquiera darme un segundo para que me incorporara desde que había salido el abuelo de la estancia.

Lanzó el medallón encima de la cama, justo donde descansaban mis piernas. Las saqué de debajo del edredón para ponerme de pie, pero sin ningún miramiento colocó su mano, abierta, encima de mi pecho y me dio un empujón, dejándome tirada encima de la cama de nuevo.

—Oye ten un poco más de cuidado que no todos tenemos la fuerza de siete camellos —Vociferé, molesta.

Frunció el ceño y sus pupilas, negras como la noche, se volvieron algo más pequeñas. Posicionó la misma mano con la que me había empujado al lado de mi cabeza, en la almohada, observándome desde arriba. Sus ojos, con cierto destello color miel, me analizaron entre los suaves mechones que se deslizaban por sus facciones. Se mordió el labio y en apenas un instante, sus ojos transaccionaron a un brillante rojo que devoró mi alma durante la breve mirada que me dedicó.

Pero a diferencia de las últimas veces en las que había visto su expresión, no había nada de sensual o erótico en ellos, sino enfado, rabia incluso.

—¿Por qué no puedes estarte quieta y no meterte en más problemas de los que ya tienes, Jee? —Siseó. Había sido un susurro, pero sentía como si me hubiera perforado el pecho. Empecé a incorporarme, ahora visiblemente incómoda por su forma de actuar— Ni se te ocurra moverte, ¿me oyes?

—Escucha, si es por lo del medallón, iba a contártelo, no iba a irme sin que lo supieras, he aprendido la lección.

—¿Vas a volver a Daejeon no?

—Sí —Se pasó por la cara la mano que no tenía apoyada— Tengo que hacerlo, lo necesito.

—Esto va a cambiarlo todo Jee —Dijo, alejándose para poder tomar el medallón entre sus pálidos dedos. Su voz, mucho más calmada, resonó entre el espacio que nos separaba, como si fuera infinito— Si tan solo, pudieses estarte quieta y dejar esa curiosidad enfermiza que va a hacer que nos mate a los dos.

Sorprendida, imité la expresión que antes se había plasmado en el rostro de Yoongi.

—¿Cómo que a los dos, qué demonios significa eso?

Yoongi suspiró. Se sentó a mi lado en la cama, apoyando los codos en sus rodillas. Parecía molesto, aunque ya no sentía aquella aura de enfado que había impregnado antes la habitación.

—No tengo ningún derecho a detenerte si quieres hacerlo —Empezó, sin mirarme— Pero al menos he intentado persuadirte, así que no tiene sentido que no lo sepas ya.

Blood ✥ Myg ⁑Donde viven las historias. Descúbrelo ahora