d i e c i n u e v e

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19✨Cementerio

Me había pasado toda la semana atendiendo a la escuela, haciendo mis tareas, comiendo cuándo tenía que hacerlo, hablando con la gente, para, finalmente, poder dedicarme a lo que realmente me interesaba el primer día del fin de semana y, así, no levantar sospechas.

El sábado por la mañana, me despedí de mamá con un beso en la mejilla y con la música en los auriculares a toda pastilla, me encaminé hasta un lugar que no solía visitar, la biblioteca del pueblo. Era consciente de que en aquella edificación se guardaban los registros de todos los fallecidos en el pueblo, por lo que si conseguía que me dejaran ver ese enorme libro que contenía el pasado en papel, habría logrado avanzar de sobre manera en lo que fuere que buscaba. Porque no, al fin y al cabo, no tenía ni idea.

Llegué veinte minutos después de haber salido de casa. Me adentré en el edificio después de que se abrirán las puertas correderas de cristal que lo sellaban del exterior. Una fuerte corriente de aire acondicionado me golpeó la nuca, me estremecí de frío, parecía que aquella gente no sabía lo que el cambio climático era.

La biblioteca estaba bastante más llena de lo que habría llegado a esperar. Las mesas estaban desbordadas de apuntes y estudiantes con portátiles, frenéticos terminando todo el trabajo que debían realizar. Como me alegraba de haber finalizado el mío antes de ir a ese lugar.

Busqué entre el gran número de mesas alguna en la que se encontrara sentado un encargado o encargada del lugar. Esos registros no solamente contenían el nombre de la persona fallecida y la fecha, sino que también el lugar de entierro y la causa, si es que se sabía.

Lo único que sabía del grabado de mi padre, era que ese apartado se encontraba en blanco.

Algunos minutos después de adentrarme en la biblioteca, por pasillos que parecían haber cogido polvo durante años, entre libros viejos y nuevos, con tantos temas que mi cerebro no era capaz de procesarlos, encontré un hombre de pelo canoso, enterrado entre hojas y hojas de papeleo, probablemente referente a libros por archivar. Tenía una prominente nariz por la que e deslizaba la montura de unas gafas con alta graduación. Además, su arrugada piel se encontraba moteada por algún que otro lunar dispar, situado por ahí y allí.

—Buenos días —Susurré, apoyando las manos contra su escritorio. El viejo se sobresaltó, mirándome con los ojos bien abiertos. Arqueó sus cejas, para, seguidamente, ladear su cabeza, provocando que las gafas que le permitían leer los documentos se tambalearan en el puente de su nariz.

—Buenos días señorita, ¿qué necesita? —Su voz no fue más que un pequeño soplido cargado de dificultad por respirar, pero fui capaz de oírlo suficientemente bien.

Dejó los bolígrafos, sí, más de uno, que tenía en la mano izquierda y la colocó sobre el ratón conectado al ordenador, expectante a mi respuesta.

—Vengo buscando los registros de los difuntos.

—¿Apellido?

—Lee.

Cliqueó un par de teclas en el teclado del ordenador. Entonces, arqueó la espalda para observar bien la pantalla que tenía enfrente. Carraspeó su garganta después de subirse las gafas que casi ya le habían caído de la cara.

—¿Motivo de consulta? —Me atraganté.

—¿Motivo de consulta ha dicho? —El hombre asintió, esperando ansioso mi respuesta. Repicó sus dedos contra la mesa de madera— Quiero saber dónde... dónde enterraron a mi tatarabuelo, es para un trabajo de la escuela.

Estuvo unos segundos mirándome, probablemente estudiando mi expresión y como mi cuerpo reaccionaba a aquello. Demonios, no me esperaba que fueran a preguntarme la razón por la que quería ver aquel registro.

Blood ✥ Myg ⁑Donde viven las historias. Descúbrelo ahora