03✨ El perturbado sonido frente a la chimenea
Hola sí, gracias Yoongi.
03
Grité.
Gotas de sudor recorrieron mis templos. Respiré con dificultad, escurriéndome fuera de las sábanas. Comencé a caminar por la habitación, exaltada.
Observé a mi alrededor. Me encontraba en mi habitación, en pijama, la lluvia golpeaba fuertemente la ventana, creando un vaivén de sonidos que hacían que mi corazón no parase de saltar. ¿Acaso había soñado todo lo que acababa de vivir? La idea de que aquellos pasados acontecimientos no fuesen reales surcó mi mente precipitadamente, de manera que lo siguiente que hice fue observar con detalle la mano en la que me había hecho aquel corte.
Nada, completamente limpia.
Quise tirarme de los pelos. No recordaba como me había puesto el pijama y como me había ido a la cama, tampoco como había recogido todos los libros de estudio que antes se encontraban tirados por la mesa, esperando a ser leídos. Fui hasta el borde de mi cama donde descansaba plácidamente la pequeña alarma, encargada de despertarme cada mañana. Bufé, faltaban pocos minutos para que tuviera que despertarme para ir al instituto y tuviera que someterme a otro torturante día de trabajos y exámenes suspendidos o bien al margen del aprobado. Suspiré, desperezándome mientras estiraba mis músculos y intentaba relajar la tensión que residía en ellos. Aquella situación era completamente imposible, ¿cómo se suponía que había hecho tantas cosas y que no recordase ninguna de ellas?
Terminé, entonces, tirada en la cama, restregándome las manos por la frente intentando exprimir al máximo mi memoria, deseando que saliese alguna gota de conocimiento de los acontecimientos de la noche anterior. Desgraciadamente no llegué a ninguna conclusión, de manera que tuve que prepararme, como cada mañana para ir al instituto y esta vez, con una migraña que me perforaba ambos lados de la cabeza.
El tiempo en el pueblo seguía exactamente igual, el cielo completamente cubierto por nubes oscuras como la noche. Las farolas se mantenían encendidas todo el día ya que no había suficiente luz solar para iluminar cada uno de los estrechos callejones que formaban las calles del pueblo. Esas pequeñas y desgastadas luces me daban cierta seguridad al caminar por las vacías aceras del pueblo. Abundaban los coches durante aquellos días, las personas no se atrevían a ir a los lugares a pie.
Al fin y al cabo, no era la primera vez que había ocurrido lo que estaba ocurriendo ahora y la última vez había terminado con un muerto.
Qué cliché que el mal tiempo traiga malas noticias.
Después de la larga caminata desde la casa hasta mi escuela, la observé durante pocos segundos, esperando encontrar algo que me dijera que tenía que irme. Desearía hacer cualquier cosa menos tener que soportar seis horas de clases con personas a quiénes les importaba bastante menos que una mierda.
Y sorpresivamente, no hubo nada que me obligara a retroceder.
Las primeras clases transcurrieron con normalidad. No fue hasta que llegó mi sexta hora de tortura, que coincidía con economía, para que ocurriera algo que llamara mi atención.
Tenía la suerte de poder sentarme junto a la ventana durante aquella clase, de manera que cada vez que sentía que quería tirarme por un precipicio, podía observar por la apertura e intentar imaginar que no tenía una vida tan aburrida como la que realmente tenía. Esta vez, fue diferente. El ancho cuerpo de la abuela relucía bajo los pocos rayos de sol que conseguían atravesar la densa capa de nubes oscuras que llenaban todo el cielo. Caminaba usando su bastón, despacio. Paró algunos pasos después. Se movió hacia su derecha, permitiéndome ver cierta figura, una que hacía meya en mi memoria.
Aquel chico. El de la primera noche. El de orbes con reflejos rojizos, encorvado, caminando justo detrás de la abuela.
Tenía la cabeza tapada con una gorra de color negro. Es más, todo el iba cubierto en aquel color, dejando ver únicamente algunas hebras de su pelo igual de oscuro, creando un contraste enorme con la claridad de su piel. Observé por reflejo sus manos, venosas y blancas como la leche. Un escalofrío recorrió mi espalda cuando tapó con uno de sus brazos su rostro y tendió el otro con la mano abierta para que la abuela depositara algo que desconocía en su palma. En un abrir y cerrar de ojos, se habían esfumado.
Espera. ¿qué?
¿Cómo era físicamente posible que hubieran desaparecido como si nada?
La alarma que indicaba el final de las clases hizo que me levantara de la silla lo más rápido que pude y saliera corriendo del instituto, esperando encontrarme alguna prueba de que ambos individuos habían estado a pocos metros de la ventana en la que me encontraba. Al menos, encontrarme a la abuela caminando a lo lejos o a aquel chico doblando una esquina. Cualquier cosa, algo que me dijera que no me estaba volviendo loca.
Pero, de nuevo, nada de nada.
Me dejé caer, quedando sentada, encima del asfalto, bajo la atenta mirada del resto de alumnos que salían del instituto. Empezaba a considerar seriamente que tuviera indicios de esquizofrenia: ¿Alucinaciones de gente en la calle y acontecimientos que parecían completamente reales y eran solo un sueño? Definitivamente debía estar volviéndome loca.
Me abrí paso hacia mi casa y una vez llegué caí encima de mi cama, dejando mi cuerpo descansar.
Estuve pensando durante tanto tiempo que comencé a sentir como aparecía una molesta migraña. La lluvia seguía cayendo sin descanso y no parecía querer hacerlo pronto. Mi madre llamó poco después avisándome que la fuerte tormenta que estaba cayendo encima del pueblo había dejado el parquin completamente inundado y que no sería capaz de volver a casa aquella noche. Mamá trabajaba en una de las empresas que se encontraban en la zona industrial del pequeño pueblo, aun siendo bastante más enano que una ciudad, era demasiado peligroso el recorrido a pie desde ahí hasta casa, por lo que había decidido quedarse a dormir en casa de una trabajadora que vivía cerca del edificio. A desgana, bajé hasta la cocina para preparar una comida exquisita, digna de un restaurante de cinco estrellas: Un sándwich de jamón. Lo comí, sentada en el sofá mientras saltaba entre canales, viendo las telenovelas que tanto miraba mi madre.
Antes de que me diera cuenta, la noche ya había caído y sorpresivamente la lluvia había cesado bastante, seguía oyéndose el leve chapoteo de las gotas al chocar contra las tejas de las paredes exteriores de la casa, pero al menos ya no parecía que iba a necesitar un arca para ir al instituto al día siguiente. Decidí encender la chimenea para calentar un poco el ambiente y para que le diera al comedor un poco de luz. Apagué las luces de la sala y con un paquete de palomitas y el pijama, empecé a mirar una de las viejas películas que mamá había comprado en un mercadillo hacía un par de años.
Era divertido ver como en todas y cada una de aquellas películas la trama principal era de una chica que encontraba a un hombre perfecto y eran felices para el resto de su vida. Me sentí levemente molesta, ¿por qué la sociedad intentaba inculcarnos a las mujeres que necesitábamos a un hombre para ser felices? Enfadada, apagué la televisión des del sofá y quedé a merced de la poca luz que propiciaba la chimenea.
Un escalofrío recorrió mi espalda. El fuego de la chimenea bailó y sin nada ni nadie que lo estuviera afectando, se apagó, dejándome completamente a oscuras.
La madera del parqué rechinó y un trueno iluminó brevemente el comedor.
Un golpe.
Di un bote en el sofá asustada, ¡habían golpeado la puerta!
Otro golpe, más fuerte esta vez.
Sentí el pánico crecer en mi organismo, mamá no iba a llegar hoy, ¿quién estaba al otro lado de la puerta con ese temporal?
ESTÁS LEYENDO
Blood ✥ Myg ⁑
أدب الهواة"She was hungry for his love, and he was hungry for...well, her blood" ✵Heterosexual ✵100% original ✵Actualizaciones lentas ✵Esta obra contendrá escenas explícitas, lenguaje vul...