Capítulo 3 *pensamientos nocturnos*

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La cena transcurría con normalidad en la familia Lombardi.

De no ser porque Darío Lombardi, padre de Xavier, quien acababa de decidir que aquella inocente mesera era la chica ideal para su noche siguiente, la cena hubiera transcurrido sin ningún acontecimiento "relevante".

Durante toda la cena, Darío no había dejado de observar a la chica que los atendía y cuanto más la miraba, más estaba seguro de que era la ideal para pasar un buen rato, porqué él, mejor que nadie, conocía el dicho "las que tienen cara de santa son las más diablas". Sin embargo, por su mente nunca se cruzó el pensamiento de que aquella chica realmente no tenía ni una pizca de diabla, sino todo lo contrario, a tal punto que se incomodaba con la sola mención de la palabra "sexo" y con esas miradas fue como logró incomodar un par de veces a la pobre chica que sentía las piernas temblar con aquella mirada penetrante y profunda que estuvo siguiéndola toda la noche.

Al finalizar, Darío pidió a la chica la cuenta, una vez liquidada se marcharon del lujoso lugar. Mientras la familia Lombardi se dirigía de regreso a casa, cada uno de los miembros de la familia revisaba sus costosos celulares, mientras Darío mantenía la frente en alto pensando en como atraer a esa chiquita aparentemente inocente.

En ese mismo espacio, en la parte trasera del auto Xavier hablaba por mensaje con su novia

Xavier:
¿Que tal te parecieron?

Vanessa:
Resultó mejor de lo que imaginé.

Xavier:
Disculpa el inconveniente al inicio.

Vanessa:
Descuida, no fue culpa.

Xavier:
Entonces... ¿estarías dispuesta a conocerlos formalmente como mi novia?

Vanessa:
Creo que si... pero aún así me asusta.

Xavier:
Descuida, no pasará nada.

Xavier:
¿Que te parece si mañana voy a buscarte cuando terminen tus clases, te invito a comer y hablamos de esto? ;)

Vanessa:
Ok amor, me parece una estupenda idea. :)

Xavier:
Bien cariño. Hasta mañana, entonces.
Me avisas cuando llegues a casa. xoxox.

Al terminar el pequeño descanso que Vanessa había tomado para contestar los dulces mensajes de su novio, regresó a su labor hasta que terminó su jornada. Cansada, adolorida pero con un buen ánimo tomó sus cosas y salió del local despidiéndose de su amiga Lorena y de los demás empleados, una vez fuera tomó un taxi y al llegar a casa encontró una nota de su madre donde le avisaba que la cena estaba en el horno y que ella había tenido que regresar a su trabajo de emergencia, Vanessa decidió no cenar con el pensamiento de que entre menos comiera, menos barriga tendría y así subió a su habitación, se dio una ducha y realizó una pequeña investigación para la clase del día siguiente.

Al acostarse dispuesta a dormir, regresó a su mente aquella incómoda situación durante la cena de su novio, recordó la penetrante y fuerte mirada que la siguió durante el tiempo que el señor Lombardi estuvo ahí, no sabia si solo era su imaginación la que le jugaba una mala pasada o aquel hombre realmente buscaba incomodarla, al no conseguir dormirse de inmediato, repasó a aquel hombre, alto, -y por lo que dejaba ver el traje hecho a medida que llevaba puesto- era alguien atlético y con un porte impresionante, finas facciones, una barba tipo candado, ojos verdes penetrantes y lo que por algún motivo más recordaba: nariz fina y perfilada. Nunca en su vida había visto una nariz así, aunque sonará gracioso, le parecía el centro de su atractivo, porque vaya que aceptaba que aquel hombre que inspiraba miedo era atractivo y así, entre pensamientos dedicados a su "suegro" se quedó dormida.

Esa misma noche, en el otro extremo, en la zona mas lujosa de la ciudad, se hizo una llamada telefónica en cuanto aquel hombre cruzó las imponentes puertas de su despacho.

- Necesito de tus servicios- dijo el hombre una vez que atendieron el llamado al segundo tono.

- Dígame en que le puedo servir señor- respondieron al otro lado de la línea.

- Necesito que investigues a una joven. Quiero toda la información posible. Lo quiero saber todo, absolutamente todo.

- Dígame el nombre de la chica- pidió

- Vanessa Miller- dijo, recordando la placa en la blusa que contenía el nombre de la chica, muy cerca de uno sus pechos. Esos pechos que empezaba a anhelar tener un sus manos y poder hacer con ellos lo que quisiera.

- ¿Para cuando desea tener la información en sus manos?- pregunto la persona empezando a emprender su labor.

- Para mañana, lo antes posible. - Dijo autoritario

- Cuente con ello señor Lombardi- y con eso dio por terminada la llamada.

Había tomado una decisión y esa chica tenía que ser suya. Tenía que estar entre sus piernas lo más pronto posible y nadie iba a impedircelo. Para él, el estar casado no era un impedimento para disfrutar de lo que quisiera.

Después de todo, esa cena no había resultado todo un desperdicio de tiempo como creyó en un principio. Ahora lo importante era saber todo acerca de aquella muchacha de la que no pudo despegar la vista en gran parte de la cena y que ahora no salía de sus pensamientos.

Frustrado salió de su despacho y se dirigió a las escaleras para subir a su habitación. Una vez dentro se despojó de su ropa dispuesto a prepararse para dormir, sin embargo, escuchó el agua caer de la regadera. Sin dudarlo, emprendió camino rumbo al baño. Abrió la puerta de la ducha y entró encontrando a su mujer de espaldas a el.

- Me asustaste- dijo la mujer pegando un pequeño brinco por el susto.

- Lo sé- respondió de forma simple, rodeandola por la cintura con sus brazos.

- ¿Qué haces aquí?- pregunto.

- Calla- dijo para después repartir besos por todo el cuello de su mujer y poseerla ahí mismo, sin pudor alguno. Necesitaba sacar de su mente a la mesera de esa noche aunque fuera sólo por un momento. Pero, no tuvo lo que esperaba, sino que fue todo lo contrario. Sólo logró aumentar el deseo que sentía por la joven.

Una vez que logró su liberación, salió de su esposa, tomo una toalla y se fue dejándola ahí sola y un poco desorientada con la forma tan brutal con la que la tomó. Más no la sorprendió dado que no era la primera vez que lo hacía. Ya llevaban varios años de casados y en ese tiempo habían hecho muchas cosas, quizá en menor medida, amarse también.

Una vez que salió de su pequeño trance apagó la regadera, tomó una toalla y salió con la intención de vestirse. Sin embargo al salir se topó a su esposo de pie, desnudo ante ella, quien la esperaba. A pesar de tener años de casados y dos hijos ya grandes, no dejaba de sorprenderle lo bien dotado que estaba su esposo. Él, sin perder tiempo le arrebató la toalla que cubría su desnudez y volvió a tomarla, sin apartar de sus pensamiento ¿cómo se sentiría estar dentro de Vanessa? ¿cómo se sentiría tenerla debajo o sobre él? ¿cómo se escucharian sus gemidos? Ver los gestos de placer que solo él podría otorgarle. Con eso hizo lo que quiso con la mujer que tenía a un lado o encima -realmente no se encontraba en sí para pensar alguna otra cosa que no fuera la mesera-. Con todos esos pensamientos poco a poco fue quedandose dormido.

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"El papá de mi novio"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora