Capítulo 5

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Para matar la media hora restante, el Profesor Ryze se quitó el enorme pergamino que llevaba en su espalda a todas partes, y empezó a contar a sus estudiantes castigados toda la destrucción apocalíptica que las runas podrían causar si cayesen en las manos equivocadas.

—Tiene que estar bromeando —se quejó Kayn en voz baja, apenas aguantaba las clases normales, ¿ahora la tortura sería aquello?

—Y después de correr con la vista llena de negrura entre torretas de piedra que caían y relámpagos a lo lejos, logré atrapar a la abominable criatura que me había estado persiguiendo... —narraba El mago rúnico, sentado en la mesa de profesores, para verse más "interesante".

—Ya basta de torturarlos, Ryze —interrumpió Xin Zhao, desde el marco de la puerta—; además, pueden ver tu historia en una de las cinemáticas.

—Oh, hola Xin, ¿vienes por las carpetas? —dijo el Profesor Ryze, mientras enrollaba su pergamino para volvérselo a poner en la espalda.

—Sí, y la directora Fiora dice que ya terminó el castigo para ellos —El senescal de Demacia miró a los cuatro estudiantes que estaban sentados, y por un instante pareció guiñar el ojo derecho.

El mago rúnico le entregó una pila de carpetas que habían estado sobre su mesa durante casi todo un día.

—Ten cuidado con ellas. —pidió el Profesor Ryze, mientras Xin Zhao se retiraba del salón. Miró a sus estudiantes y dijo: —Ya pueden irse.

Ekko se puso su mochila y agarró con cuidado a su artefacto roto.

Kayn se levantó, y de mala gana empuñó su guadaña.

—Al fin nos vamos —comentó Rhaast—, aunque el cuento del calvo estaba muy interesante.

—¡Cállate! —exclamó El segador sombrío, y los demás lo miraron con furia inminente.

—Y volvemos a empezar... —el Profesor Ryze se golpeó la frente con la mano, algo molesto.

Ahri salió ágilmente del salón de clases. No veía la hora de quitarse su uniforme y ponerse su vestido seductor, de color rojo y blanco. De seguro Wukong ya la estaba esperando en algún árbol del bosque.

Vladimir se quedó unos minutos más dentro del salón, antes de empezar a meter sus libros y lápices en su mochila.

—¿Te sientes bien, Vlad? —preguntó Ekko, algo extrañado. Él era una de las pocas personas que hablaba con El segador carmesí, hasta el punto de que podría considerarse su único amigo en la Academia de la Guerra.

—Sí, ¿por qué estaría mal? —Vladimir se levantó y colgó su mochila en el hombro derecho— Hasta mañana, Profesor Ryze

—Nos vemos, jóvenes. —se despidió el profesor, antes de volver a sumergirse en la lectura de todas las tardes.


Los pasillos de la Academia de la Guerra estaban vacíos, las majestuosas columnas, casilleros grises y puertas de muchas clases de salones de clase formaban parte de aquel lugar.

Llegaron al salón principal, en donde se había realizado la fiesta de bienvenida a Zoe. En el suelo, aún continuaba el enorme agujero que causaron las lágrimas de Amumu, porque se había puesto a llorar al ver la destrucción que estaba ocasionando el oso de Annie...

—Y pensar que la noche anterior estaba bailando con Jinx. —murmuró El joven que fragmentó el tiempo, sin dejar de sonreír. En el salón veía imágenes borrosas de la noche anterior, de él y ella bailando en medio de la pista, bajo la luz azulada y purpúrea de los focos.

Se cruzaron con Katarina y el Maestro Yi, quienes caminaban rumbo a solicitar el uso de La Herramienta de Práctica para realizar "ejercicios".

—Un jonio y una noxiana, eso es algo que no se ve todos los días. —rio El segador carmesí, siguiendo con la mirada a los que acababan de pasar.

—Oye, me preocupas, te has golpeado la cabeza y hace un rato te dio hemorragia nasal —citó Ekko las cosas que le habían sucedido a su compañero.

—Mira, ¿esa no es Jinx? —dijo Vladimir, apuntando hacia unos pilares, y así distraer a Ekko de sus intenciones de preguntarle cosas sobre su estado actual.

—¡¿Dónde?! —exclamó El joven que fragmentó el tiempo, sobresaltado y a la vez emocionado.

Sí, ahí estaba La bala perdida, hablando con La tejedora de piedra.

—Me tengo que ir, ve a hablar con ella. —se apresuró a decir El segador carmesí, y se alejó casi corriendo de ahí, mientras Ekko se armaba de valor para volverse a acercar a la chica que siempre llevaba armas para hacer explotar todo lo que encontraba en su camino.


Al salir por la puerta principal, Vladimir vio a Shieda Kayn recostado contra una de las columnas de la entrada. A los pocos minutos, apareció Talon, subiendo las escaleras con rapidez.

—Y yo que creía que ya estabas aquí. —comentó El segador sombrío, aliviado. Había estado teniendo ansiedad de que La sombra de la navaja lo estuviera esperando en la entrada, y no tuviera ninguna forma para decirle que estaba castigado.

—Acabo de salir de una horrible batalla en El bosque retorcido —excusó Talon. Miró hacia un costado, y divisó a El segador carmesí, que estaba por bajar las escaleras.

El sol estaba descendiendo en el horizonte, su resplandor era anaranjado opaco e iluminaba de forma oblicua, las sombras eran cada vez más extensas. Daba una sensación de que el día se estaba acabando, era hora de esperar el siguiente. Pero para los campeones, las noches no eran del todo tranquilas...

—Hola Vlad. —saludó Talon, moviendo el brazo que tenía la cuchilla.

Vladimir levantó la mano y la movió ligeramente para saludarlos. Luego, empezó a bajar las escaleras. De súbito, se detuvo.

¿No sería mejor quedarse en su habitación en la Academia en vez de ir a su casa en Noxus?

La ventaja de que todos los campeones tenían era que había zonas residenciales alrededor de la Academia de la Guerra, se dividían dependiendo de que lugar de Runaterra eran: Demacia, Noxus, Jonia, Piltover, Zaun, Shurima, Bandle City, La isla de las sombras, Freljord...

Aunque podían ir a sus hogares originales, pero eso implicaba días de viaje o usar mucho sus hechizos de teletransportación.

Volvió a bajar las escaleras, no tenía deseo alguno de quedarse.


Sangre por doquier [League of Legends]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora