Capítulo 13

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Después de una hora, logró acabar su ensayo sobre el ítem de Corona de Bruja de Wooglet. Pero no estaba del todo seguro de que tendría una calificación alta por lo que había escrito, ya que del cansancio su letra estaba un poco retorcida y desaliñada.

—Hmm, me encantaría un trago. —murmuró, y comenzó a reírse de sí mismo por cómo había sonado esa frase. La sugerencia no era para nada mala, pero mañana tendría clase, y lo único que le faltaba era sufrir de migrañas las primeras horas del día.

Oyó estruendos afuera, pero no les prestó tanta atención. Era totalmente normal que la zona residencial de los campeones de Noxus fuera ruidosa: Lo más probable era que Annie estuviera jugando a la fiesta de té con su oso Tibbers o que Sion estaba haciendo una caminata nocturna con Urgot.

Y, una vez más en el día, sintió que un líquido tibio corría por debajo de su nariz. Rápidamente puso su mano antes de que la sangre goteara sobre su cuaderno.

—Tienes que estar bromeando. —dijo, mientras se levantaba para poder ir al baño a limpiarse. El aroma a hierro ya lo estaba mareando, pero amaba esa sensación.

Cuando la hemorragia nasal parecía estar cesando, se metió un trozo de algodón en el lado de la nariz de donde provenía el liquido vital carmesí. Se miró al espejo, y vio una figura de piel pálida, cabello blanco, contextura física delgada y ojos demasiado claros: Era él, Vladimir, El segador carmesí; el "vampiro" de La Grieta del Invocador.

Hasta ahora se preguntaba porqué pensaban que él era esa clase de monstruo, ¿acaso no sabían la diferencia entre un vampiro y un hemomante? Solamente era un humano (alterado mágicamente, claro).

Los ojos se le entrecerraban, el cansancio ya lo estaba dominando por completo. Lo mejor era descansar, el día siguiente sería otro día agitado.

Abrió el botiquín del espejo, de ahí sacó un cepillo de dientes rojo y un tubo de pasta dental. Puso un poco del contenido del tubo sobre las cerdas blancas del cepillo, y se lo llevó a la boca. Mientras movía el cepillo de derecha a izquierda, generando así espuma sabor a menta fresca, se miró los colmillos. No eran grandes o puntiagudos como muchos de sus compañeros y otros campeones pensaban.

—Los hemomantes no tenemos colmillos de vampiro, idiotas —balbuceó a la vez que se enjuagaba la boca.

Decir la palabra "hemomante" le traía recuerdos que le provocaban nostalgia. El único mago de esa clase que había conocido fue su maestro, nunca conoció a más. A veces también se preguntaba si aún había hemomantes, o si él era el único que quedaba en toda Runaterra...

Abrió el grifo de agua fría y de agua caliente de la bañera. Mientras se desvestía frente al vapor que emanaba el agua, oyó ruidos que provenían de su habitación. Sin dudarlo, se cubrió con la toalla y se dirigió ahí para investigar (sin antes cerrar los grifos).

Encendió la luz: Varios de sus libros se habían caído del estante y las sábanas de la cama estaban desarregladas.

—Déjate de bromas, Evelynn —exclamó Vladimir, molesto, sin mirar a ningún punto fijo del dormitorio de paredes rojas.

—Ay, pero apenas comenzaba a divertirme —Una bella súcubo de piel azul grisácea y cabello gris con llamaradas rosas se volvió visible sobre su cama, era Evelynn, El abrazo de la agonía. Miraba a El segador carmesí con ojos que expresaban lujuria y deseo. Estaba semidesnuda (como siempre), y mostraba así su figura esbelta que atraía a cualquier clase de hombres.

—Ambos sabemos que esto no funcionará, así que deja de intentarlo. —dijo Vladimir, sin mirarla directamente a los ojos.

—Desde que esa vastaya te rompió el corazón, no dejas que los demás entren a tu vida para volver a amar y ser amado —opinó Evelynn, con un triste suspiro—. Ni siquiera lo hemos probado para que llegues a la conclusión de que no funcionará...

—Por favor, no sigas.

—Está bien. Aj, veré si Twisted Fate continúa disponible para una cita.

El abrazo de la agonía se volvió nuevamente invisible y se fue. Vladimir escuchó que la puerta de adelante se cerraba con ligera violencia, así que no debía preocuparse por si Evelynn se hubiese quedado para expiarlo mientras se tomaba un baño.

Se inclinó para levantar los libros que ella había tirado de sus estantes.

Hasta la última gota, Color carmesí y mi álbum de recuerdos. —susurró él los títulos de los tomos que se habían caído. Se sentó al borde de la cama, y abrió el álbum:

Sus viejos y nuevos splasharts se encontraban en él. Sonrió un poco al ver la primera imagen que habían hecho para él cuando era nuevo en la Liga. Debajo estaba su imagen nueva.

Continuó hojeando, y encontró el splashart de los Aspectos de la Academia: Ahri, Ekko, Darius y él; vestidos como estudiantes, posando en uno de los salones de la Academia de la Guerra. Darius ya se había graduado hacía años, pero aceptó quedarse con su uniforme, era consciente de que tenía apariencia de bravucón.

En la siguiente página había varias fotos de Vladimir junto a Ahri, ambos con sonrisas dibujadas en sus rostros; de momentos maravillosos que ahora solamente existían en un pasado no muy recurrente, ya casi olvidado por quienes fueron testigos de cómo dos campeones enemigos se volvieron pareja: Ellos bajo el árbol del patio de la Academia, en un salón de clases, en alguna cafetería, en los bosques de Jonia o en La Grieta del Invocador...

Ver esas fotografías provocó que varias lágrimas se desbordaran de sus ojos para deslizarse por sus pálidas mejillas, y finalmente caer sobre la capa de plástico que protegía aquellos recuerdos en formato de imágenes.


Sangre por doquier [League of Legends]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora