Capítulo 24

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Un año, esa fue la cantidad de tiempo en la que estuvieron juntos; pero él no era consciente de que ese sería el lapso de duración. ¿Quién piensa en la cantidad de tiempo que podría durar el primer amor?

Con cada día que pasaba, se sentía más sumergido en un ensueño del cual no deseaba despertar mientras en él viviera los sentimientos que tenía por ella.

Amaba a Ahri, sí, se había dado cuenta de ello la tercera vez en que se besaron; cuando ella lo arrastró para que entrara con ella al restaurante. Ella era hermosa, y demostraba interés por su bienestar. Aun así, dudaba que fuera buena idea estar con ella, por temor a drenarle la sangre sin darse cuenta.

—Eres afortunado de salir con la chica más bella de la Academia, Vlad —dijo Ekko, durante la hora de la clase de Ítems y ciencias del Profesor Heimerdinger—. Bueno, no tan afortunado como yo, yo salgo con la chica más loca y sexy de toda Runaterra.

—¿Ya sales con Jinx? —preguntó El segador carmesí, sorprendido.

—Bueno, ella es mi novia, pero aún no lo sabe. —se limitó a contestar El joven que fragmentó el tiempo, y se puso triste.

—Si no te declaras, será difícil que lo sepa —dijo Fizz, quien había estado escuchando la conversación.

Vladimir volvió su vista a un libro que estaba leyendo, el cual se titulaba: Color carmesí.

—Deja de leer tanto —pidió Ekko, porque quería continuar la conversación con El segador carmesí. Tal vez él podría darle algunos consejos para poder declararse a Jinx sin hacer el ridículo.

—Leo para escapar de la realidad, al menos por un instante. —se limitó a contestar Vladimir, y suspiró.

El Profesor Heimerdinger volvió a entrar al salón de clases, y todos guardaron silencio para oír la continuación de su lección.



—Bonita casa, Ahri —alagó Vladimir, al apenas entrar a la sala de estar del hogar de La vastaya de nueve colas.

—Oh, gracias Vlad —asintió ella. Su casa estaba basada en la belleza natural de Jonia, los sofás eran de color celeste, las paredes verdes con siluetas de plantas dibujadas. Las cortinas violetas dejaban que la luz pasara a través de ellas.

—Recuerda que sólo vine para hacer la tarea grupal. —él se sentó en un extremo del sofá, y sacó su cuaderno de apuntes.

—¿Estás seguro de que solamente viniste para eso? —Ahri se sentó a su lado.

—... ¿Para qué más vendría? ¿Acaso quieres que te lea un fragmento de los libros que tengo? —preguntó Vladimir— ¡La última vez tuviste pesadillas y sólo te leí la introducción!

—¿Quién no se asustaría con la imagen de un mago que tenga capacidad de hacer hervir la sangre que circula dentro de uno?

—Al menos aprendes más sobre ellos, yo también soy un hemomante. —dijo Vladimir, y se sintió un poco triste, porque los hemomantes que conocía actualmente eran solamente los de los libros que leía: Libros tanto reales como ficticios, que narraban las hazañas y conflictos de estos magos.

—Vladimir...

—¿Sí?

—Eres virgen, ¿verdad?

El segador carmesí quedó totalmente estupefacto: ¡¿Qué clase de pregunta era esa?! Estaban hablando de libros y ahora de castidad. ¡Quién comprendía los cambios repentinos de La vastaya de nueve colas!

—Será bello quitarte esa inocencia, cariño —susurró Ahri, y acarició la pierna derecha de Vladimir con lentitud—. Puedo hacer que tu pulso acelere, o se detenga.

La respiración de El segador carmesí se alteró un poco, al percibir que la mano traviesa de La vastaya de nueve colas acariciaba su entrepierna. De súbito, ella empezó a realizar movimientos circulares con el dedo índice, en la punta de su pene (sobre la tela de sus pantalones).

—Ahri, por favor, no... —gimió él, pero el cosquilleo provocaba que las palabras no pudiesen salir de su boca.

—¿Te gusta? —ella incrementó el ritmo, y sintió que la tela oscura se humedecía— Oh, qué tierno, te has mojado.

Aquella frase sonó bastante rara, inclusive para ella. Las mejillas de Vladimir se tornaron tan rojas como el charco en que se sumergía cada vez que había peligro (metafóricamente hablando, nadie podría igualar el color carmesí de eso, ni siquiera él mismo), la vergüenza era tanta que desvió la mirada a un costado.

Ahri se quitó la falda del uniforme, la camisa y las medias. Se sentó sobre las piernas de Vladimir, y le desabrochó el cinturón para poder quitarle los pantalones.

Él dudó por un instante, y se quitó el saco, la bufanda, la corbata y finalmente la camisa.

—Eres tan delgado como un cadáver —rio Ahri, ya estando desnuda, le acarició los pálidos pectorales; mientras él, con manos tímidas e inexpertas, acariciaba sus pechos—. Esto te gustará —dicho eso, se levantó un poco y se dejó penetrar.

La primera reacción de Vladimir fue rodearla con sus brazos con brusquedad, ya que ella lo había hecho de forma tan violenta que le dolió un poco. Ahri se inclinó hacia su izquierda, hasta quedar tendida boca para arriba en el sofá, con él encima.

El segador carmesí extendió los brazos para no aplastarla con el peso de su cuerpo. Electricidad, esa era la sensación más semejante que podía sentir en aquel instante, junto con cosquillas que provocaban las nueve colas de ella. Ahri lo rodeó con sus piernas, y le pidió que aumentara el ritmo de sus movimientos, si es que deseaba incrementar el nivel de placer físico: Hacia adelante, hacia atrás [...]; con cada minuto, el calor entre sus cuerpos incrementaba.

Antes de que él lograra llegar al orgasmo, Ahri se retiró y lo empujó para que él fuese el que estuviera abajo. Bajó su cuerpo, y comenzó a succionar con la boca su pene, utilizó su lengua para estimular la cabeza del miembro.

—... Ahri, si continúas así voy a... —lo dijo demasiado tarde: Se había corrido en la boca de La vastaya de nueve colas. Ella levantó la vista, sonriente, con un hilo de semen deslizándose de los labios.

—Lo siento —se disculpó Vladimir, con voz temblorosa, el cuerpo le temblaba demasiado. No tuvo más opción que recostarse para recuperar fuerzas— T-te amo, Ahri.

—Y yo a ti, Vlad —La vastaya de nueve colas recostó su cabeza en su pecho, y sintió cómo el ritmo cardíaco de El segador carmesí volvía a la normalidad para sumirse en un sueño profundo, y susurró: —. Adoro tu excesiva ingenuidad.


Sangre por doquier [League of Legends]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora