Capítulo 29

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Luego haber cambiado sus prendas ensangrentadas por las que usaba casualmente (aunque "casual" era un mal término para las ropas tan extravagantes que se ponía). Decidió que no sería tan mala idea ir a visitar el templo de los hemomantes, que se encontraba bien oculto entre las montañas que separaban Noxus y las Llanuras de la Tempestad.

Activó su hechizo de teletransportación, y desapareció de en medio de la sala de estar.

Al abrir los ojos, se encontraba en la escalinata de lo que había sido el santuario milenario de muchos magos de la sangre.

Mientras subía las escaleras, vio tantos restos de huesos y harapos carcomidos por el pasar de los años, que volvió a sentir melancolía por los tiempos en que solamente era un adolescente de catorce años, y huía de Noxus por haber asesinado a dos de sus amigos de infancia, sólo para ver cómo su sangre emanaba de sus cuerpos ya sin vida.

El templo siempre estuvo en ruinas, pero ahora parecía más abandonado que nunca. Antes de entrar, contempló los picos nevados de las montañas que protegían el secreto que tenían en medio...

Estando ya en el centro de ese macabro lugar, vio siluetas borrosas de él mismo, junto a un monje hemomante: Él apenas había cumplido los quince años, y el maestro Dmitri le estaba enseñando la habilidad de convertirse en charco.

Miró a su alrededor, podía ver la luz pálida del día penetrar a través de un agujero del techo. Luego, dirigió su vista a sus manos, y comenzó a temblar del miedo que se tenía a sí mismo. ¿Por qué? ¿Por qué tuvo que nacer con el deseo psicópata y enfermo de matar a personas sólo para ver cómo el líquido carmesí emergía de ellos? Hasta había matado a su propio maestro, como prueba final de que era digno de convertirse en un hemomante más.

De forma súbita, oyó ruidos de pasos que provenían de la oscuridad que lo rodeaba.

—¿Quién anda ahí? —exclamó, pero no obtuvo respuesta alguna. De su mano derecha emergió su esfera burbujeante de sangre, para atacar si era necesario.

Más pasos que indicaban que el causante de los ruidos se acercaba.

Vladimir no lo dudó, hizo aumentar el tamaño de su esfera de sangre, caminó un poco hacia la oscuridad, y la lanzó al suelo.

Pero no le hizo daño alguno a su posible agresor.

De la oscuridad, apareció una mujer de cabello gris que le llegaba a los hombros, con un vestido escarlata corto puesto. Usaba una capa con capucha, y botas marrones largas.

Ella se estaba protegiendo a sí misma con un domo rojo, pero al mismo tiempo translúcido. Abrió más los ojos, totalmente atónita.

—Hemomante —dijeron ambos al mismo tiempo, en estado de shock. Bajaron la guardia, y se acercaron más. Tenían casi la misma apariencia física, con la única diferencia de ser de sexos opuestos.

—Tu nombre —ordenó ella, con postura firme, mirándolo con ojos de iris escarlata.

—Vladimir —murmuró el joven, aun sorprendido—. Dime el tuyo.

—Aneshka —dijo la chica— ¿En verdad eres practicante de la Hemomancia?

—La sangre flotando en mi mano debe ser una respuesta obvia... —Vladimir señaló la esfera de sangre que continuaba en su mano.

Hubo unos segundos de silencio.

—Creía que era el único hemomante que quedaba, después de que mi maestro muriera...

—Llevo años recorriendo por Jonia y Valoran, y nunca encontré a magos como yo..., hasta ahora. 



Nota: He aquí, el primer personaje de esta obra que no pertenece a League of Legends, Aneshka (La sanadora sangrienta). 

Sangre por doquier [League of Legends]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora