Capítulo 39

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El segador carmesí extrañaba mucho a El estratega maestro. Él era el único con quien podía hablar de sus miedos, angustias, o simplemente cosas de las cuales tenían en común. Bueno, tenía a Elise y a LeBlanc, pero no eran lo mismo.

Hacía como una semana se lo habían llevado para hacerle el rework. Recordaba a la perfección el rostro preocupado de Swain, al alejarse junto con los encargados de la Liga de Leyendas.

Pasar por su casa era muy doloroso, pensar que su amigo podría venir completamente cambiado lo atemorizaba. ¿Qué tal si le lavaban el cerebro y jamás volvía a ser el Swain que conoció? ¿Qué le harían a Beatrice?

—Espero que Jericho vuelva sano y salvo. —decía La maquiavélica, en cada reunión que se realizaba en su casa.

La nueva temporada había comenzado, y muchos cambios se aproximaban.



Mientras caminaba por la zona residencial de Noxus, divisó a lo lejos una figura femenina de vestido escarlata y cabello gris: Era La sanadora sangrienta.

—¡Aneshka! —exclamó Vladimir, acelerando el paso para que el encuentro con la hemomante llegara más rápido.

—¡Vladimir! —gritó ella, casi corriendo. Lo había extrañado demasiado, su viaje se había prolongado más de lo previsto; estar alejado de él le impedía concentrarse correctamente en su trabajo de sanadora. Además, ya quería afiliarse a la Liga.

—¿Cómo has estado? —preguntó El segador carmesí, y no logró evitar abrazarla con todas sus fuerzas.

—Moriré por falta de aire si me abrazas de esa manera... —dijo ella, con voz ahogada. Aun así, estaba feliz de tan hermosa demostración de cariño por parte de él.

—Lo siento, no era mi intención. —El segador carmesí se apartó, avergonzado, mirando el pavimento. Sintió los labios de Aneshka en su frente, le estaba dando un beso.

—Ay, eres el hemomante más tierno que he conocido (bueno, el único) —ella le sonrió, y lo agarró de la mano.

—Aneshka, yo... —comenzó a decir Vladimir, pero ruidos de pasos detrás de él lo interrumpieron. Dio media vuelta, para ver quién era:

Un hombre de cabello blanco largo y cejas gruesas negras, con rostro intimidante, pero al mismo tiempo sabio. Usaba un enorme saco negro como capa, con púas de metal en cada hombro. No tenía puesto prendas de tela, sino armadura de colores opacos, y la mitad de su brazo izquierdo tenía aspecto de estar hecho de fuego demoníaco. Era un poco más alto que El segador carmesí.

—¿Quién eres? —interrogó Vladimir, al hombre que estaba frente a él.

—... Ni siquiera mi mejor amigo me reconoce... —contestó el individuo de la mano demoníaca, totalmente desanimado.

—¡¿Swain?! ¡¿Eres tú?! —exclamó El segador carmesí, absolutamente atónito. ¿Qué le habían hecho a su mejor amigo? ¿Dónde estaba el estratega con bastón, y cuervo en el hombro? Hasta su tono de voz era muy diferente.

—Espera, espera, ¿este es el discapacitado de la última vez? —La sanadora sangrienta lo miró de pies a cabeza, y no vio indicio alguno de cojera, o del ave cuyo nombre era Beatrice.

—Ya no soy El estratega maestro —dijo Swain al fin, y observó sus propias manos—. Ahora soy Swain, El gran General noxiano.


Sangre por doquier [League of Legends]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora