prólogo.

1.9K 187 51
                                    

Este capítulo tiene: 789 palabras 

Espero que os enganche la primera dosis. 

═══════✿═══════

Prólogo:

-¿Nos vemos en la fiesta, entonces? –quiso saber Daniel mientras pagaba su segunda cerveza de la mañana. Asentí, frunciendo las cejas contra él. No era bueno comenzar a beber tan temprano, y mucho menos cuando él estaba a apenas una semana de su examen de acceso a la universidad- Oh, ¡venga ya! Solo estoy preparándome para lo que me espera esta noche –intentó excusarse, le resté importancia. No merecía la pena discutir con él, pues teniendo diecinueve años, parecía que hablaba con un chico de doce y no estaba de humor para hacer de padre de nadie.

La campana se balanceó de adelante atrás cuando la puerta del pequeño y mugriento local fue abierta dejando a la vista a un grupo de chicas. Así por encima, podría darles el término de universitarias. Entre ellas, una llamó mi atención. Su voz era suave, dulce. A veces temblaba, pero a los segundos la reponía haciéndola ver segura y dura. No aparté mi mirada de ella.

Sin darme cuenta me encontraba relamiendo mis gruesos labios una y otra vez, dejándolos con un color más rosa del que ya poseía. Apoyé el peso en la barra, mientras Daniel hablaba con Nora, otra de mis amigas. Cuando la chica morena pagó los cafés, se giró a verme. Era pálida, demasiado para lo que solía encontrar por aquí. Su rostro estaba bastante definido, los pómulos alineados a la perfección. Sus oscuros ojos se penetraron en los míos, parecía querer asustarme, parecía querer entrar en mi mente. Soltó una bocanada de aire, me fijé en sus labios. Aun más pálidos que su piel, pero tan gruesos como la perfecta definición de sus oscuras cejas. Se mordió el labio inferior y no pude deducir si eran nervios o una forma provocarme. Parecían apetecibles. Bajé mi mirada al resto de su cuerpo: era pequeño, aun que sus piernas podrían ser la mejor representación de la Torre Effiel. Sin pensarlo, quise acercarme pero, antes de eso, mi amiga Nora, agarró mi antebrazo llevándome a una de las mesas del fondo mientras comenzaba a indagar en por qué me había quedado tanto tiempo estudiando a aquella poco casual chica.

-Mierda –mascullé cuando me senté. Levanté mi mirada, la morena ya no estaba allí. Gruñí y clavé mis ojos en Nora. Esta se encogió de hombros, despreocupada, parecía leerme la mente.

-¿Qué más da? –quitó importancia bebiendo de su café- No es como si te fueras a enamorar de ella –bromeó, volviendo a encoger sus hombros, como siempre hacía cuando la atención no se centraba en ella. 

Tensé mi mandíbula. Nora siempre me veía como alguien sin corazón, incapaz de mostrar mis sentimientos por más de un mes. Pero, esta vez, fue diferente. Sentí como paraba el tiempo, dándome el justo y necesario para mostrarme mi futuro reto, algo inalcanzable. Noté como podía entrar a mí mente, susurrando cuál sería mi misión si de verdad quería llegar hasta el final. Sentí en mí una sensación, una presencia, que hacía años no caminaba por mi sistema. Era extraño, como sin conocerla ya la sentía mía, mucho si se me permite decirlo. 

¿Cómo no pude acercarme? Fue como si estuviera limitado a tenerla a solo unos metros de distancia, los justos para que su perfume indagase mis fosas nasales. Quería presentarme, de verdad que quería. Pero, era como si todo el destino se volviera en mi contra, pegando mis pies al suelo, para no salir tras ella. 

Negué con mi cabeza, ¿qué podría pasar?

Agarré el casco de mi moto, dándole un golpe en el hombro a Daniel. Se quejó como un niño pequeño y amenazó con matarme si yo no volvía a pedirle perdón. Pero no podía perder tiempo. Esa chica no debió irse muy lejos, apenas pudo darle el tiempo necesario para salir de esta calle. Al salir fuera el frío recorrió todo mi cuerpo. No recordaba que hiciera tanto cuando entré. Eché una vista rápida a la superficie entre los adolescentes que se encontraban fumando. No había rastro de ella. Subí a la moto y arranqué el motor lo más rápido que se me permitió para ir calle arriba. Mis ruedas se desgastaban al rozar el asfalto de la estrecha carretera. Mi mirada se posaba en todos lados, menos al frente. 

No deduje cuando pasó, pero solo recuerdo mi cabeza apoyada sobre los gruesos muslos de una chica. Sus ojos aterrorizados, su mano sangrando y ese hilo rojo que conectaba a mi cabeza. Me estaba desangrando. Sabía que ella estaba gritando, veía como sus labios se movían a cámara lenta. Pero no podía oírla. Luego apenas divisarla. Solo una clara y pálida luz en la oscuridad y mi cuerpo siendo manoseado.

Infierno Helado (TERMINADA en edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora