XIV.

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Este capítulo tiene: 3220 palabras

Veo que en los comentarios a veces descifráis un poco el fin del capítulo, por favor, ¡no hagáis spoilers! y dejar disfrutar a los nuevos lectores.

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XIV.

-¿Sabes cómo se conocieron? –incidí en la conversación. Desde la actuación de hace unas horas, habíamos decidido ir a por unas hamburguesas. La conversación no había saciado pero tras pasar tanto tiempo sin pensar, varias preguntas golpearon mi cabeza de repente. Hacía referencia a mi padre y su madre.

-Hace varios años. Mark fue entrevistado por mi madre –lo llamó por su nombre-. Al principio pensaba que sólo salía con ella para que le dieran el puesto. Él estaba muy mal de dinero y parecía necesitarlo con ansia. A las pocas semanas ya lo había metido en la cama y a los meses ya vivían juntos. Fue todo tan rápido que no me dio tiempo ni a asimilarlo. Creo que desde entonces las peleas con mi madre han aumentado. Realmente me ha descuidado –acabó el monólogo y sonrió con añoro.

-Se conocieron seguramente el año que mi padre se marcho –expliqué.

-¿Has hablado alguna vez del tema con él? –preguntó. Por primera vez no me miraban con pena o tristeza ante este tema. Todo el mundo desde entonces me trataba como si fuera una flor que necesitaba regarse cada día para no marchitarse y morir. Me sentía cómodo hablando con ella, y quizás hablar del tema me ayudaría a rebajar la ira que sentía hacía mi padre.

-Lo intenté varias veces cuando era más pequeño –admití. Nunca antes se lo había dicho a nadie, pues nunca mostré interés en querer saber algo de él-. Pero cuando vi lo mal que lo pasó mi madre por él, supe que no merecía la pena. Se sentía culpable, ¿sabes? –reí sarcásticamente cuando volví a todos mis recuerdos. A aquellos que había guardado bajo llave, perdiendo esta última- Estaba deprimida, y lo ocultaba –pasé las manos por mi cara para evitar que alguna lágrima tuviera intención de caer-. Me contó, mínimo, cinco historias distintas del porqué se había ido. Decidí creerme la última para que ella dejara de invitar, pensar y atormentarse con el tema.

-Cuando mi padre murió mi madre ni siquiera derramó una lágrima... parecía aliviada –comentó con resentimiento-. Le ponía los cuernos con tu padre, y ella sigue pensando que yo no tenía ni idea.

-¿Nunca se lo dijiste a tu padre? –indagué en la historia, siendo esta la menos esperada de todas pues ella no aparentaba tener un perfil que demostrarse la pérdida.

-Estaba muy enfermo –me hizo saber-, no merecía la pena el disgusto. Mi madre sabía que de un momento a otro él se marcharía y prefirió asegurarse un futuro, que despedirse de su presente.

-Lo siento –susurré. Pasé mi brazo por encima y la abracé. Como excusa a que yo también lo necesitaba. Nunca antes había hablado con alguien tan profundamente del tema y mucho menos sentirme identificado pues ambos tuvimos que madurar antes que todos los Peter Pan que asistían a nuestro colegio. Ambos tuvimos que vivir y superar situaciones difíciles, muy diferentes, pero duras para niños de tan pequeña edad.

-¿Puedo preguntarte una cosa? –dijo sin levantar su cabeza de mi hombro. Asentí- ¿Qué ha sido eso tan malo que te ha pasado para ser tan duro contigo mismo? –preguntó, como si estuviera leyendo mi mente. Me dediqué a encoger de hombros. Mi mente estaba en blanco, ni siquiera pensaba una respuesta. Tiré de mi flequillo hacía atrás y suspiré. Como si en menos de medio segundo gran parte de mis problemas hubieran decidido pasar frente a mis ojos a la velocidad de la luz. Olvidarnos no significaba que no existieran. Se acercó a mí y dejó un pequeño y suave beso sobre mis labios. Cerré mis ojos ante el tacto. Parecía tan irreal la situación. Hace unos días deseaba esto con mi mejor amiga, pero la verdad no era que buscaba amor, si no, una verdadera vía de escape.

Infierno Helado (TERMINADA en edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora