XXIV.

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XXIV.

Desperté. Abrí mis ojos lentamente siento como mi cabeza dolía más que nunca. Lo único que veía era el sucio suelo de aquella fábrica abandonada. Me costaba abrirlos del todo y me obligaba a hacerlo, pero todo estaba borroso. Entonces mi vista se desvió hasta llegar a unos zapatos negros de traje. Intenté moverme pero sentí como mis manos se encontraban atadas en puño a mi espalda. Grité, grité para que alguien me moviera de aquí.

-Cogedlo -mandó aquella voz que tantas pesadillas había causado en tan pocos meses.

Unas manos agarraron mis hombros sentándome en el suelo y segundos después obligaban a levantarme para acabar en una silla de madera. Bajo unas tenues luces color naranja. El sitio se notaba frío, a pesar de que no corría lo más mínimo de aire.

-¿Dónde mierda está? -fue lo primero que quise saber cuando Matthew y sus matones acabaron frente a mí.

-Hola a ti también, hijo -espetó acercándose a mí-. Tranquilo, está a salvo.

Estaba muy cerca de mí, podía sentir su respiración sobre mi rostro. Esa mezcla de olor a tabaco y menta, más de lo primero.

-Demuéstramelo, joder, ¡por qué la metéis en todo esto! -gritaba incontrolablemente. Ni siquiera me paraba a pensar en mis palabras, simplemente actuaba, me estaba dejando llevar por la situación, estaba a punto de perder el jodido control.

Y fue cuando Travis se encargó de acercar el teléfono a centímetros de mi oído.

-¿Elliot? -aquel hilo de voz me informaba de que estaba bien, pero que su energía parecía agotarse.

-Dios, nena -suspiré, aliviado de volverla a oír-. Voy a sacarte de aquí, ¿vale? Aun que sea lo último que haga.

-No quiero que nos pase nada -decía ahogando su voz en lo que más tarde serían lagrimas. Reprimí mis ganas de llorar.

-Escúchame tienes que...

-Adiós, Kaya -colgó Matthew la llamada sin permitirme unos segundos más para hablar, interrumpiéndome. Y me quise lanzar a él, pero estaba atado, no podía moverme-. Así que aunque sea lo último que hagas, ¿no? -comenzó a reírse por la habitación.

-¿Qué es lo que quieres? -pregunté a regañadientes.

-Simplemente voy a contarte la verdad, ¿no tienes ganas de saberla? -asentí dudosamente- Te la daré, pero luego solo podrás elegir una vida. Piensa en tu decisión mientras hablo -advirtió bajo amenazas y asentí tragando saliva sonoramente-. ¿Cómo es ese vínculo padre e hijo que mantienes con Mark? -sonrió divertido con una mirada que revelaba que él sabía todas las respuestas- Inexistente, claro -rió-. No sientes un parecido mucho más cercano con, no sé -pausó y volvió a dejar su rostro a centímetros del mío-, ¿conmigo?

Abrí mis ojos como platos. No sé qué hora era ni el tiempo que llevaba ahí dentro pero de repente todo se me volvió eterno. Negro. Abrí mi boca un poco para que el poco aíre que se respiraba allí pasara por mis labios hasta llegar a los pulmones. Costando a mis vías respiratorias mantener una respiración estable.

-¿Matthew? -se escuchó por primera vez en la noche la voz del australiano. Con la misma cara de confusión que la mía.

-¡Silencio! -ordenó en un grito que hizo eco por todo el lugar. Volvió su vista a mí- Hubieras sido un buen aprendiz mío, eh. Qué pena que tu madre te separase de mí, de su vida. ¿O no te lo ha contado, hijo? -volvió a repetir aquella palabra sin afirmar lo obvio- Estudiante por el día, prostituta por la noche. Excusa perfecta para quedarte embaraza de un jodido bastardo como yo y luego declarar que el bebé era de su actual novio de la época, Mark. Quedó totalmente sentenciada para mí.

Infierno Helado (TERMINADA en edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora