XV.

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Este capítulo tiene: 5882 palabras

Veo que en los comentarios a veces descifráis un poco el fin del capítulo, por favor, ¡no hagáis spoilers! y dejar disfrutar a los nuevos lectores.

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XV.

Desperté en mi cama. Apenas había podido pegar ojo. Mi cabeza daba vueltas por toda la habitación acompañada del mayor dolor del mundo. Estaba sudando, y no especialmente por calor, si no de angustia. Un cúmulo de sentimientos que no salían del bucle de sufrimiento en el que se había convertido mi vida: mentiras, delitos, armas, muertes, peleas, más mentiras...

Una y otra vez la historia se repetía en mi mente y me auto convencí de que esto siempre sería así. Que un momento bueno en el círculo de Rodríguez supondría un disparo mayor en el futuro. Que ya no volvería a salir de esto en lo que había entrado. Y que, para que mentirme, cuando las cosas no iban mal me gustaba. La gente, la euforia, el control... Aun sabiendo que hacía todo mal, mi seguridad y narcisismo había aumentado al igual que mi fuerza y astucia.

Me auto convencía de lo bueno que este trabajo tenía, aunque estuviera escondido en cada gramo o en cada lágrima.

Para que engañarme: era una mierda.

Pero pensando así no llegaría a ninguna parte y confiaba en que el tema del inspector fuese solucionado sin tener que llegar a algo peor. A mi familia o amigos.

Lo que me recordaba que tenía que ir a hablar con Nora y Daniel. Inventar y manipular para que ellos cambiaran aquella noche, que no me contaran en sus hechos y aun así que la cuartada sea buena.

Primero decidí darme una ducha, anoche estaba demasiado desconcertado como para hacer algo distinto que irme a dormir. Agarré unos pantalones de deporte y una camiseta igual y me metí a la ducha.

Como siempre: agua ardiendo. Que casi quemara mi interior.

No duré más de diez minutos y cuando acabé bajé al salón. Mi madre se encontraba allí, leyendo algún libro relacionado con el trabajo o algún caso procedente. No sé si lo dije pero mi madre era abogada. Y se pasaba la mayor parte del día trabajando, y cuando no, leyendo documentos o libros que le servían para mejorar. Tenía sus pies sobre la mesa de cristal y a la derecha una taza de café. Miré la hora en el móvil dándome cuenta de que ya había pasado la hora de comer. Me acerqué y le di un beso en la frente, como siempre acostumbraba a hacer.

-¿Una noche larga? –quiso saber, ahogando una risa en la taza. Encarné una ceja intentando averiguar a qué se refería- Ahora soy mayor pero sabes que también tuve tu edad, ¿no? –estallé en una carcajada y me senté a su lado. Intentando relajarme un poco. Dejó el libro sobre unos folios que tenía en la mesa y dirigió su atención a mí.

-¿Te ha pedido el divorcio? –pregunté sin ataduras. Mis padres llevaban once años sin verse, pero nunca habían firmado unos papales en los que oficialmente estuvieran separados. Siempre supuse que era por algún contrato de bienes o relacionado con sus activos. Mi madre asintió, sin mostrar algún signo de sorpresa en su rostro- Entonces, ¿se van? –y esta vez para mi sorpresa mamá negó.

-Tu padre está buscando casa por aquí. Echa de menos Búfalo...

-Pero Búfalo no lo echa de menos –interrumpí y acabe la frase de una manera contradictoria. Fruncí el ceño. Mi padre volvía a estar cerca de mí. No entendía entonces ahora lo que Jodie me contó-. Pero Jodie no quiere estar aquí, tiene una vida fuera. Si no supo cuidarme a mí, que lo haga con ella y deje de ser un egoísta.

Infierno Helado (TERMINADA en edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora