VI.
Llegué al apartamento de mi amiga cuarenta minutos más tarde de lo que prevenía. Había parado a por algo de beber, y esta vez no se trataba de cerveza, si no de alguna bebida caliente que me reconfortara por dentro pues las imágenes de la muerte de Chris habían vuelto a congelarme por dentro. Abrí la nueva cajetilla de cigarros y encendí uno antes de subirme en el ascensor, deseando que este se parara y cayera llevándome a las profundidades. Cerré mis ojos y apoyé mi espalda en la pared. Me odiaba a mí mismo por sentirme victorioso y haber normalizado la noche hace unos momentos, sin haberme dado cuenta que me había metido en un pozo sin fin. De la cual, parecía, que no podría salir nunca. Bufé, recordando que todo esto era por la seguridad de mis amigos. Para evitar que ellos fueran amenazados, o algo incluso peor.
Antes de poder tocar la puerta, mi móvil sonó. Me tensé, pensando que la noche quizás no había acabado para mí. Suponiendo que se trataba nuevamente de Rodríguez. Metí la mano en mi bolsillo trasero descubriendo que el sonido no provenía del móvil desechable, si no que era el normal el que vibraba. Este aparato me volvería loco y tendría que controlarme si no quería ser descubierto o acabar en una oscura ansiedad. Observé la luminosa pantalla entrecerrando los ojos, pues veía todo jodidamente distorsionado. Deslicé el dedo para descolgar.
-¿Hola? ¿Elliot? ¿Estás bien? –tres preguntas de madre preocupada sonaron desde la otra línea. Automáticamente recobré la compostura, pensando que ella había descubierto lo que hace unas largas horas había pasado en casa- Siento las horas, pero aquí ahora es medio-día.
-¿Medio día? –pregunté confuso, apartando el teléfono de mi oreja para revisar la hora- ¿Estás en otro país?
-Sí... –sonó algo apenada, quizás se arrepentía por pasar tan poco tiempo conmigo últimamente, aunque yo deseaba echárselo en cara. Pero tampoco estaba en el derecho de hacerlo, puesto que ella trabajaba durante largas horas para poner mantener una estabilidad económica que pocos podrían permitirse-. Te dejé una nota en el frigorífico informándote... -sonó desilusionada, abrí mis ojos. Llevé la mano a mi frente y apoyé mi peso en la pared. Ni siquiera me dio tiempo a entrar a esa zona de la casa, mi favorita después de mi cuarto- Como no me has llamado, me he preocupado. ¿Todo bien? ¿Dónde estás?
-Sí, sí –respondí como un robot, sonando sincero y restando importancia. Ni siquiera sabía si estaba bien. Decidí interesarme por ella, pues su voz cada vez se hacía más suave convirtiéndose casi e un hilo-. ¿Cuándo volverás?
-En dos días... Lo prometo.
Antes de yo poder responder, la puerta se abrió y mi amiga rubia se mostró en un simple pijama compuesto por unos pantalones cortos de deporte y la sudadera favorita de Daniel. Colgué a mi madre prometiendo que llamaría en una hora razonable. Miré a Nora de arriba abajo, reí ante su pose enfadada cruzando ambos brazos sobre su pecho y haciendo temblar su pierna derecha repetidas veces. La aparté entrando a la casa yendo directo a la habitación de Kaya. Pasé por el salón viendo que un colchón estaba tirado en el suelo, donde probablemente dormía Nora. Tenía que agradecerle que ella estuviera dejando su habitación a la pálida morena que denominaba como mi hermana. En el sofá se encontraba un dormido Daniel, él había vuelto tal y como Nora predijo.
-¿Qué horas son estás, joder? –comenzó a regañarme viniendo detrás de mi. Hice un ademán, para que ella se callara y no hiciera que mi cabeza diera más vueltas- Tú... ¡No, mierda! Maldita sea Elliot. No me era suficiente cuidar de estos dos y me vienes así, ¿pretendes que también te cuide? Joder.
-Sé cuidarme solo –le recordé, concienciándome a mi mismo de que era capaz de eso. Nora suspiró, volviendo a la cama. Al parecer la conversación había terminado ahí-. Mañana sacaré a Kaya de aquí, ¿vale? No te molestará más.
![](https://img.wattpad.com/cover/133482382-288-k228605.jpg)
ESTÁS LEYENDO
Infierno Helado (TERMINADA en edición)
Ficção AdolescenteMe mandaste al infierno, y es por eso por lo que ahora te beso. Tu lengua quema pero, seguro la herida duele menos que la cicatriz de este corazón roto. Hablo del mío, porque apuesto a que tú helaste el tuyo. --------- Un grupo de edades entre 17 y...