Infierno Helado (TERMINADA en edición)

XXII.

Este capítulo tiene: 2908 palabras

Veo que en los comentarios a veces descifráis un poco el fin del capítulo, por favor, ¡no hagáis spoilers! y dejar disfrutar a los nuevos lectores. ♡

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XXII.

El sol caía lentamente mientras despertaba de la que sería la tercera siesta de la tarde. Desde que salí del hospital había estado tumbado observando el techo. De vez en cuando ponía alguna serie en la tele o jugaba con el móvil. Al final opté por dormir y recuperar todas las horas de sueño que estaba perdiendo a consecuencia de mi vida nocturna y todo lo que acarreaba. Mi madre se había marchado casi obligada por mí pues sabía que su presencia supondría la de Fred, el inspector de la desaparición de Chris y que me atormentaba cada vez que podía. En mis pensamientos estaba dispuestos a matarlo en apenas segundos. Me sorprendía mi capacidad para organizar mentalmente los problemas y ordenarlos por orden de prioridad. Mi relación con Rodriguez había sido buena pero últimamente había sobrepasado el límite de la frialdad. Quizás fuera porque se sentía desafiado por mí o simplemente había dejado a un lado su trato especial conmigo pues ya llevaba en esto más de lo que me gustaría.

El sonido de mi puerta abriéndose me sacó de mis pensamientos y una sonrisa brotó al ver aparecer a mis amigos.

-Un día va a darte un jodido infarto y no pienso llorar tu muerte -decía Daniel mientras entraba a la habitación de la mano de Nora. Al parecer ellos habían dejado a un lado sus problemas y estaban de vuelta en su rutinaria relación amorosa repleta de seriedad. La chica rubia me entregó una bolsa llena de comida basura, la cual evitaba a diario, pero por esta vez no la negaría-. No me jodas, Levinson, sé que montas toda esta mierda para que te invitemos a cenar -mascullaba mi amigo dejando todo sobre la mesa de mi escritorio y deshaciéndose de su chaqueta.

Ambos se acercaron y sin pedirlo y con mucha coordinación nos hundimos en un abrazo que al parecer los tres necesitábamos. Nuestra amistad había entrado en un bucle horroroso, en el cual la distancia había prevalecido. Mis mejores amigos habían avanzado en su relación y yo apenas había podido presenciarla.

-Sabía que esto pasaría -una voz masculina y reconocible sonó por detrás de nosotros. Levanté mi cabeza encontrándome a Michael-. Si no queréis público, puedo marcharme -bromeó y no pude evitar sonreír. Se había convertido en alguien muy cercano a mí, a pesar de que el comienzo de nuestra relación fuera por el tráfico de drogas.

-No sería mala idea -espetó Nora sentándose en la orilla de la cama y los tres lanzamos nuestras miradas expectantes a ella-. ¿Qué? -encogió de hombros- Yo también puedo hacer bromas.

-Tenemos que hablar -susurró Michael de manera que solo yo pudiera oírlo mientras me daba un abrazo corto y lleno de frialdad, no era demasiado cariñoso-. Es importante -me hizo saber acortando aún más las distancias.

En cuestión de segundos el móvil de Nora comenzó a sonar. Entre risas con nosotros los sacó del bolsillo de su pantalón. Miró la pantalla y frunció las cejas al no reconocer el número. Nos mandó a callar poniendo su dedo índice en sus labios y descolgó.

-¿Hola? -preguntó- Sí, soy yo- los tres nos quedamos intrigados sentados en la cama observando como la cara de nuestra amiga iba cambiando a medida que la persona de la otra línea hablaba. No lograba escuchar que decía, pero no parecía nada bueno-. Esta bien, estoy allí en quince minutos.

Su tono de piel cambio de manera radical y palideció totalmente. Daniel se levantó y agarró sus hombros cuando la rubia no era capaz de formular palabra.