III.

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III.

Apenas tardé diez minutos en llegar a la casa de mi amiga, pues había dejado que las huellas de las ruedas del coche de Daniel quedaran marcadas en el asfalto de la solitaria carretera. Mi amigo seguía gimiendo en la parte de atrás, al parecer le habían golpeado más fuerte de lo que pensaba las costillas y me sentía sumamente culpable. Me lo merecía, porque no me había percatado del daño que le estaban haciendo, porque no pensé en el dolor que esos tíos podían causar. Actué como un egocéntrico concentrándome solo en mí y cegado por Kaya, a la cual estaba deseando tener cerca. Toqué el portero para que Nora abriese mientras yo sacaba al castaño del coche. Intenté mantener la paciencia hacia su poca ayuda intentado salir. Sabía que le dolía, pero si no salía y entraba al apartamento, él no podría ser curado. El sonido de un timbre roto me hizo saber que la puerta había sido abierta. Bufé y tiré de Daniel lo más fuerte que pude llevándome un insulto por su parte. Lo ayudé hasta llegar al poco seguro ascensor que nos llevaría hasta la tercera planta. La puerta ya estaba abierta, por lo que simplemente entré lanzando a mi amigo al sofá bajó sus intensas y poco realistas maldiciones. Nora se encargó de cerrar la puerta detrás de mí y rápidamente se acercó a Daniel, mientras yo recobraba fuerzas apoyando mi peso en la pared volviendo a mantener una respiración estable.

-¿Qué le ha pasado? –preguntó preocupada arrodillándose frente al castaño, examinando su cuerpo. Fruncí el ceño ante su pregunta. No me apetecía hablar del tema, o mucho menos contar la situación de Kaya y lo que nos ocurrió hace unas noches.

-Fuimos a bailar con su abuela... ¿tú qué cojones crees? –espeté de manera sarcástica y soné más borde de lo esperado y ahora fue su turno de fruncir las cejas. Rodé mis ojos y comencé a explicarle lo que había ocurrido sin dar detalles y ocultando el tema del arma. Todo quedó resumido a una simple discusión que fácilmente se nos había ido de las manos.

Nora fue hacía la cocina y agarró un botiquín. Suerte que ella lo tenía, pues nos conocía. O más bien conocía a Daniel y sabía cuantas veces él entraba en peleas que siempre dejaban algo de marca. Busqué con la mirada a Kaya, pero no estaba por ninguna parte. Volví mi vista a mi amiga descubriendo que ella había levantado la camiseta de Daniel dejando a la vista el color morado en sus costillas. Fruncí las ceja al descubrir las notables hinchazones y me acerqué a ellos.

-Hay que ir al hospital –dijo con obviedad Nora y negué con un movimiento de mi cabeza repetidas veces.

No podíamos llevarlo a un hospital y contar lo sucedido, delatar a aquellos hombres. Sería jugarnos la vida. Sería ser perseguidos por ellos hasta estar muertos y enterrados por sus ojos. Sería arriesgarse a algo de lo que ni siquiera tenías información, un tema que ni siquiera conocíamos. Nora pareció entender mis pensamientos y agachó su mirada sin ganas asintiendo.

Vi como observaba las distintas cremas que poseía dudosa de cual coger. Al final se decantó por una que ni siquiera conocía el nombre. La untó en su dedo y se acercó con timidez al caluroso cuerpo de mi amigo. Ella parecía estar nerviosa, no quería hacerle daño.

-Hazlo –le di un pequeño empujón con mi voz, casi obligándola. Asintió, apretó sus ojos y su mano se deslizó por todo el torso de Daniel. Este se quejó mordiendo su labio inferior, el que también se encontraba herido. Echaba su cabeza hacía atrás en el sofá cada vez que mi amiga pasaba sus dedos por las heridas ahora con un algodón mojado con alcohol. Nunca antes había visto a mi amigo tan herido, y saber que todo esto era culpa mía me hacía querer lanzarme por la ventana más cercana.

-Ella está en la habitación –susurró mientras seguía deslizando sus suaves dedos por todo el cuerpo del castaño. Descubrí que su mano libre se encontraba entrelazada a la de Daniel. Encarné una ceja divertido, mordí mi labio evitando espetar algo que les molestara o invadiera su intimidad y asentí hacía ella. Anduve hacía la única habitación de la casa.

Infierno Helado (TERMINADA en edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora