XIX.

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Este capítulo tiene: 3651 palabras

Veo que en los comentarios a veces descifráis un poco el fin del capítulo, por favor, ¡no hagáis spoilers! y dejar disfrutar a los nuevos lectores.

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XIX.

Llevaba tres días encerrado en casa sin hacer nada más allá que fumar y torturarme noche tras noche con cada pensamiento que acababa consiguiendo desvelarme. Salía cada madrugada a mi tejado para disfrutar de la tranquilidad que la ciudad proporcionaba a estas horas e intentar ver algunas estrellas, y digo intentar porque con las notables luces apenas se hacía visible la oscuridad del cielo. Había estado pasando estos días con mi madre y estaba descubriendo alguna que otra cosa sobre el caso de la desaparición barra homicidio de Chris. Tristemente apenas me dolía hablar del tema, y es que me había acostumbrado a la idea de lo que pasó hace, exactamente, seis meses. Había desconectado de todo y de todos. De los móviles y las personas que había tras ellos. No había vuelto a hablar con Jodie y tampoco había tenido la fe de intentarlo pues la cosa estaba demasiado tensa y todo parecía tender de un hilo que, con mi próximo paso, se rompería en dos. Sobre mis amigos tampoco tenía mucha información pues al final no hablé con Daniel, cosa que en estos instantes deseaba. Y sobre el resto del mundo sabía aun menos. Terminé el primer cigarro de la mañana y bajé hasta la cocina para desayunar con mi madre, pues ella hoy, seguramente y como de costumbre, pasaría todo el día en la oficina. Me ofrecí a ayudarla, pero no me lo permitió. Mi madre no se daba cuenta de la mitad de cosas que pasaban a mi alrededor, en mi cabeza. De mis noches en vela, de las heridas de mis nudillos aun sin cicatrizar porque con cada recuerdo yo mismo me dedicaba a abrirlas.

-Tienes muchas ojeras, cariño -gruñó mi madre cuando me acerqué a besar su frente tras un ''buenos días''. Acarició mi mejilla y cerré los ojos ante su tacto-. ¿No estás durmiendo bien? -sonó más a una afirmación y negué.

-¿A qué hora te vas? -quise saber desviando el tema. Me acerqué a la nevera a coger el cartón del leche mientras mi madre terminaba de preparar unas tostadas.

-En una hora me pasan a buscar.

-¿Y tú coche? -me interesé frunciendo las cejas extrañado.

-Esta fuera, como siempre -encogió de hombros y se giró de espaldas a mí-. Me recoge alguien.

-¿Quién? -indagué de manera divertida.

-No puedes decir nada, ¿está bien? -pidió mirándome a los ojos y asentí sonriendo. La relación con mi madre siempre había sido bastante buena, brillaba por la confianza entre ambos. Si ella estaba conociendo a alguien me parecía genial, pues hasta donde sé ella estaba casada con su trabajo.

-Es el inspector del caso.

Cuando pronunció aquellas palabras el vaso de leche que sujetaba entre mis manos cayó al suelo. Abrí mis ojos como platos y seguidamente fruncí el ceño. Si mal no recuerdo el único inspector del caso del Drew era quien me interrogó a mí y quien decidió adentrarse en el siniestro disparo a mi padre. El cristal estaba por todo el suelo y mi madre lo miró con los ojos abiertos. Elevó su mirada a mí y puso los ojos en blanco para seguidamente agarrar un trapo y lanzármelo para que limpiara la lecha y recogiese la cocina.

-¿Está permitido? -fue lo único sensato que logré decir pues su atenta mirada mostraba preocupación y molestia ante mi reacción.

-No esta bien mantener relaciones con gente del trabajo, pero hasta ahora nadie se ha enterado.

Infierno Helado (TERMINADA en edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora