Infierno Helado (TERMINADA en edición)

XXI.

XXI.

-Elliot, estás totalmente distraído, ¿va todo bien? -quiso saber Kaya acercándose lentamente a mí. Elevé la mirada y sonreí con pesar. Llevé la mano detrás de mi nuca y acaricié esta, acto que siempre hacia cuando me encontraba incomodo. Asentí rápidamente y volví mi vista a la televisión.

Me encontraba en casa de los abuelos de Kaya. Tras el estrés del día de ayer decidí que la mejor opción era pasar tiempo con alguien con quien de verdad me sintiera liberado. En este caso era mi mejor amiga, pero inevitablemente ese confort había desaparecido.

-¿Te queda mucho? -pregunté evitando responder con palabras a su anterior pregunta y la morena asintió a la vez que levantaba la mano pidiendo que me esperara. Rodé mis ojos y bufé volviendo la vista a cualquier programa que pasaba por la televisión.

Kaya estaba terminando de preparar su mochila para ir al gimnasio. Ella no era una fanática del deporte pero estas semanas que llevábamos hablando me había pedido en incontrolables ocasiones que la llevara a enseñarla boxear.

Al principio pensé que se trataba de una broma, pero cuando me explicó que necesitaba un desahogo por el estilo supuse que sería lo mejor, pues que yo lo utilizaba de igual manera. Aunque últimamente me encargara de partir caras, y no de dar golpes a un simple saco.

Cuando ésta bajó de su habitación con la mochila colgada en el hombro derecho, ambos salimos por la puerta hacia mi moto.

-Oye -me agarró del brazo antes de entrar-, no quiero que le digas a Harry nada de esto, ¿vale?

-Está bien -encogí de hombros sin indicar mucho más en el tema-. Sinceramente pensé muchas maneras de sudar juntos, pero esta nunca fue una opción -espeté con arrogancia intentando bromear pero la mirada de mi amiga se volvió fría, cortante. Su semblante se volvió más serio y recapacité. Tragué saliva sonoramente sabiendo que el comentario no se podía tomar de la misma manera que a la que acostumbrábamos hace un año. Las cosas habían cambiado, y a veces no parecían mejorar-. Lo siento -susurré y ella, simplemente, entró al vestuario femenino dándome un leve golpe en el brazo. No sé si es por la situación en la que nos encontrábamos o la intimidad de este sitio pero, ese simple y básico roce había provocado una electricidad por mi cuerpo que me estaba obligando a ocultar, a no sentir-. Calentemos un poco, no quiero que te rompas nada -dije sonriendo y ella imitó mi acción.

Tras unas indicaciones, Kaya comenzó sin mi ayuda. Crucé mis brazos sobre mi pecho y me paré a verla, se notaba que el deporte no era su fuerte pero su resistencia me hizo pensar que llevaba tiempo puesta en ello pues no lo hacía mal.

Cuando pasaron unos diez minutos le ayudé a ponerse los guantes y la posicioné frente al saco. Le enseñé lo básico y principal y, para mi sorpresa, a cada golpe su furia parecía aumentar, como si tuviera que expulsar toda la rabia acumulada golpeaba sin cesar, seguro dejando atrás mis indicaciones. Apuesto a que ella ahora mismo ni siquiera me oía. Veía como el sudor corría por su frente y como apretaba sus labios casi como si los quisiera hacer desaparecer. Fruncí las cejas a raíz que veía como su cara de frustración se convertía en dolor y cansancio, y aún así, no se veía decidida a parar, por lo que agarré su antebrazo haciéndola frenar.

-¿Qué haces? -casi gritó llevándonos la atención y miradas de algunas personas que había allí. Tenía su muñeca rodeada con mi mano y nuestras miradas parecían luchar. Estaban a punto de perderse la una en la otra para ser quemadas en el ring.

-Vas a hacerte daño -mascullé acercándome más a ella, acortando las distancias. Kaya se soltó bruscamente de mí y gruñó. Me dio la espalda y caminó hasta el banco donde habíamos dejado las toallas. Agarró la botella de agua casi vaciándola de un trago-. ¿Estás bien? -quise saber una vez llegué a su lado.