Cuando llegué a casa me recosté en la puerta de mi habitación y no hice más que suspirar. Me lancé a mi cama y estaba tan cansada por lo mucho que había caminado que cerré los ojos mientras caía en los brazos del morfeo.
Abrí los ojos porque sentía frío. Había dejado la ventana abierta y entraba un viento fuerte. Con la suerte de que no había entrado algún acosador ya que la ventana de mi habitación no estaba muy lejos del suelo.
Eso me hizo pensar por alguna razón en el misterioso chico sin nombre, había sentido tanta vergüenza que no pregunté su nombre, sólo salí corriendo.
Obviamente no fue literal.
Mientras más intentaba recordar su rostro, más difícil era.
Con esos pensamientos me levanté y cerré la ventana.
Ya no sentía sueño por lo que me metí en mi baño a darme una ducha. Mientras me secaba el cabello con el secador me veía al espejo.Tengo el cabello largo por debajo de mis pechos y su color es una mezcla de naranja y rojo, mi piel es color pálida por lo cuál se notan pecas en mi nariz que viajan hasta el principio de mis orejas.
Mi celular suena despertandome de lo perdida que estaba en mis pensamientos.
- ¿aló? - Era Naty. - ¡Tengo noticias! - Dijo sin darme tiempo a responder.
- ¿Noticias? A las... - alejé mi celular de mi oreja para fijarme la hora. - casi nueve de la noche? - respondí con confusión.
- ¡Si! No sé dónde estuviste toda la tarde, por fin respondes. - ahí fue cuando recordé que acababa de fijarme en mi celular, tenía mensajes de ella y otras notificaciones de redes sociales.
- oh, estuve durmiendo, ya que mi mejor amiga me abandonó para que caminara desde el instituto hasta mi casa. - dije con diversión.
- Sabía que me guardarías rencor por eso... - Fingió ofenderse pero pude escuchar su sonrisa. - Las noticias son que el viernes vamos a salir. -
Oh no, esa es una mala señal. No me gusta irme de fiesta; además Naty acostumbra dejarme sola para "socializar" cosa que nunca estuve interesada en hacer.
- No creo que sea buena idea... - Dije dudosa. - Me estoy comenzando a poner malita - fingí toser.
- No importa, ¡tenemos hasta el viernes para que te recuperes! - siempre encuentra una solución. - descansa, Chao - y colgó.
Mierda. Odiaba socializar.
Cuando desperté al siguiente día me hice una coleta alta con algunos mechones sueltos y me vestí con unos jeans celestes, mis botas color café favoritas y un suéter color rosa, ya que hacía frío.
Mi madre me dejó una nota en la mesa de la cocina diciendo que tenía que trabajar temprano y que llegaría tarde pero me dejaba las llaves del auto para que pudiera ir al Instituto sin problemas.
La mayoría de las veces era así. Al ser sólo nosotras dos ella tenía que trabajar más y yo me encargaba de la casa, funcionaba mejor.
Mi padre nos abandonó un año después de haber nacido. Le dejo algo de dinero a mi madre y una carta diciendo que no estaba listo para formar una familia, que tenía aún muchas cosas pendientes antes de tener hijos.
Tiene sentido ¿No?
Pero no se puede extrañar algo que nunca tuviste.
No me molestaba pasar mucho tiempo sola, cuando era pequeña me pasaba todo el tiempo con Naty y cuando ella no estaba, leía. Como dije antes, No soy muy buena socializando y tampoco me interesaba para ese entonces.
Era feliz con todos mis libros, una madre que me cuidara, una amiga incondicional.
Me subo al auto de mi madre y me dirijo al instituto. Cuando tenía dieciséis ella insistió a que aprendiera a conducir porque algún día lo necesitaríamos las dos, cosa que era cierta.
A veces insisto en que mi madre no tiene razón cuando la mayoría de las veces sí que la tiene.
Cuando llego al aparcamiento tomo mi mochila y me quedo parada en la puerta de entrada a esperar a Naty, estaba acostumbrada a que siempre llegara tarde.
- ¡Hola! - Me asusto al escuchar el grito de mi mejor amiga en mi oido luego de golpearla en el brazo. Hace una mueca de dolor. - Siempre reaccionas igual y nunca aprendo... - dice mientras se frota con su mano derecha su brazo izquierdo.
- exactamente - le dije mientras comenzaba a entrar al Instituto. - Nunca aprend... - fuí interrumpida al chocar contra el cuerpo de alguien para luego caer al suelo.
- Mierda, Perdóname. - cuando vuelvo a la realidad me encuentro con unos conocidos ojos de color únicos. - ¿te hice daño? - se ve algo preocupado por lo que me parece bastante tierno de su parte.
Comienzo a recoger algunas cosas que se le habían caído a él. No se qué habría estado haciendo para no verme. Detrás de su espalda se encontraban unos chicos mirándonos extraño, posiblemente sean sus amigos.
- Nate, vamos. - le dice uno de ellos. Con que así se llama.
- No te preocupes. - digo en voz baja para que él fije su penetrante mirada en mi rostro, cómo si estuviera pensando en algo que tiene que ver conmigo.
- Eres la chica que se perdió ayer, ¿No? - me dice con diversión, como si fuera la mejor cosa que le hubiera pasado. Vaya, pero si es un listillo.
¿Qué de supone que debería responder? ¿Si?, ¿No?, ¿es de otra chica de la que hablas?
Estaba por responder cuando suena el timbre y todos los alumnos comiencen a ir a sus respectivas clases.
Salvada por la campana.
- ¿Cómo te llamas? - oh sigue ahí.
- Anna. - respondí mientras giraba mi vista hacía Naty que se encontraba como una estatua viéndolo todo. Gran ayuda.
- Anna... - repitió como si mi nombre fuera tan lindo y sonara mejor en sus labios. Cosa que si pasó pero no le di demasiada importancia. Me giré a prestar toda mi atención en el chico de ojos color atrayentemente extraños. Él dió una rápida vista a sus amigos y volvió su atención a mi - ¿te veo luego? - Dijo con una media sonrisa, cosa que me descolocó un poco.
Asenti, o eso creí haber hecho, para terminar viendo de nuevo su blanca sonrisa y como me guiñaba el ojo para darse vuelta y desaparecer de mi campo de visión junto a sus, al parecer, amigos.
- ¿Y ese quién es? - volví a la realidad gracias a la voz de mi mejor amiga que se encontraba a mi lado, igual o más sorprendida que yo.
- No tengo idea. - Le respondí a secas.
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Nosotros Ponemos Las Reglas.
RomanceAnna decidió cambiar su personalidad en el verano por pedido de su madre, de adolescente triste y solitaria a alguien más alegre vistiendo colores. Tiene 18 años, es hija única, pelirroja, pecas en el rostro y una hermosa sonrisa que hasta ahora nad...