Caminé rápidamente hacia la cocina. Tenía razón. Mi madre no se encontraba en casa, aunque no sabía como sentirme al respecto.
- si quieres puedes ver en el refrigerador... No lo sé. - le dije a Nathan mientras me giraba a verlo.
Noté que me miraba muy fijamente por lo que sentí que mi rostro se calentaba y llevé mis manos a mis mejillas.
Nathan sonrió mientras me decía - Te sonrojaste... - ahí fue cuando puse la típica cara de "No me digas".
Por alguna razón nunca faltaba una persona que decía lo obvio. Me sonrojé aún más.
- ¿Qué tal si pedimos una pizza y ya? - eso sería más fácil, la vieja confiable. Además, no conocía a nadie en el planeta a quién no le gustara la pizza. Imaginar una deliciosa pizza frente a mi hizo que mi estómago rugiera.
- ¿Qué tal si la preparamos? - me respondió Nathan subiendo y bajando sus oscuras cejas.
¿Es que era necesario malpensarlo todo?
Lo ignoré y asentí con la cabeza ya que dudaba que con la fuerte tormenta que había fuera, hubiera algún repartidor dispuesto a venir hasta mi hogar.
Nathan se giró y abrió el refrigerador. Se agachó y comenzó a juntar cosas para la preparación de la pizza, salsa de tomate, queso, aceitunas etc.
Amaba las aceitunas, por eso nunca faltaban en el refrigerador. Cuando íbamos por las compras con mi madre siempre le rogaba que comprara aceitunas.
Noté que mientras él estaba muy ocupado tomando cosas del refrigerador yo le veía su perfecto trasero.
¿Pero por qué rayos le estaba viendo el trasero?
Supongo que estaba pasando demasiado tiempo con mi mejor amiga.
- ¿Acaso me estás viendo el trasero? - mierda. ¿Es que acaso tenía ojos en la espalda o qué? Rápidamente dejé de verlo y me dirigí hacía los gabinetes pretendiendo que no lo oí.
- Espero que haya harina... - dije mientras me movía por la cocina. Sabía que me excusaba para no tener que ver a Nathan y morirme de vergüenza.
Afortunadamente si había pero lo difícil sería alcanzarla. Yo no era muy alta por lo que siempre acercaba sillas a los gabinetes para alcanzar lo que deseaba o me subía a la mesada que se encontraba justo debajo.
Estiré el brazo y tocaba el paquete de harina con mis dedos mientras susurraba una maldición.
Se me cortó la respiración cuando sentí a alguien a mi espalda. - Deja, te ayudo. - y no le costó alcanzar el paquete. - Todo tuyo. - Dijo mientras ponía el paquete de harina en mis manos, alcé la mirada y mis ojos estaban prestando atención a sus labios.
Me quedé callada cuando el sonrió. Espero que no se haya dado cuenta de la atención que estaba prestando a sus rojos y carnosos labios.
- Querrás decir toda tuya. Yo no sé cocinar. - le expliqué dedicándole una sonrisa y devolviéndole el paquete.
En realidad había visto a mi madre mil veces cocinar pizza, ya que era mi comida favorita.
Nathan rió en respuesta y dijo - Entonces te voy a enseñar. - sus dedos rozaron los míos y nunca había sentido un cosquilleo por tan insignificante contacto con alguien.
- Primero haremos la masa. - comenzó a decir mientras tomaba lo que faltaba para cocinar.
Todo se encontraba en la isla que estaba en medio de la cocina.
Mientras cocinabamos hablábamos de cosas insignificantes como la última vez que comimos pizza o en su caso, que él había cocinado cosa que era hace un buen tiempo.
A veces dirigía la mirada hacia él y lo descubría mirándome, cosa que me hacía sonreír un poco e intentaba ocultarlo.
Mientras esperábamos a que la masa estuviera lista para estirarla comencé a limpiar lo que ya no usaríamos.
Nathan me miraba mientras lo hacía e intentaba esconder una sonrisa con un vaso de agua que le había ofrecido un segundo antes.
¿En qué estaría pensando?
- ¿Qué tanto me ves? - le pregunté y al parecer estaba tan concentrado en sus pensamientos que no me escuchó.
No sé si fueron los nervios o me molestó que él estuviera mirándome y haciendo nada mientras yo limpiaba lo que juntos habíamos ensuciado.
Pero tomé en mi mano un poco de harina que había quedado en la mesada y se la lancé.
¿Por qué lo hice? No lo sé.
¿Fue mala idea? Probablemente sí.Nathan se sorprendió y no pude evitar reír al verlo con harina en todo su rostro y cabello.
- Lo siento - dije entre risas - Pero no sabía como llamar tu atención. - Nathan estaba completamente serio y se acercó lentamente a la isla tomando harina directamente del paquete.
- oh, nena... - Comenzó a caminar hacia mí mientras yo negaba y caminaba de espaldas lejos de él. - Para llamar mi atención no necesitas demasiado. - sonrió y comenzó a correr hacia mí y yo corría aterrada fuera de la cocina.
Obviamente él era más rápido que yo y no tardó en alcanzarme, creo que apenas llegué unos pasos fuera de la cocina.
- ¡No! - Grité cuando Nathan me tomó del brazo y me giró hacía el, luego lo vi todo blanco.
Literal.
Me lanzó harina en los ojos.
- Idiota, ¡mis ojos! - exageré un poco y él pasó sus dedos por encima de mis cerrados párpados.
- Perdóname Anna... - cuando abrí los ojos de veía preocupado.
Le soplé en la cara, y ahora su rostro estaba blanco de nuevo. Me reí fuertemente.
- Eres un muñeco de nieve. - tenía sus ojos cerrados y los abrió cuando escuchó mi risa.
- Tu no te ves mejor. - Dijo divertido y bajé la mirada hacia mí ropa, estaba completamente blanca culpa suya.
Pero me causó demasiada gracia que él estuviera igual o peor que yo y comencé a reír de nuevo junto a él.
Cuando terminé de reír suspiré al
mismo tiempo que Nathan y eso nos causó algunas risitas más, estábamos comportándonos como unos niños.- Tenemos que terminar de cocinar. - Dijo luego de mirarme unos segundos que parecieron horas y se dirigió a la cocina.
Así lo hicimos. Mientras la pizza estaba en el horno fuí a mi habitación a limpiarme y le indiqué a Nathan donde se encontraba el baño.
Cuando estaba lista la pizza tenía muy buena pinta y si no fuera por que Nathan estuviera presente habría babeado.
- Todo listo. - Dijo Nathan cuando juntos le poníamos aceitunas a la pizza. A veces robaba algunas y él me golpeaba levemente en la parte superior de la mano.
- Lo siento, son mi debilidad. - le dije mientras lamía de mis dedos lo que las aceitunas habían mojado.
No pude evitar notar que Nathan veía mis labios cuando lo hice, por lo que rápidamente alejé mis dedos de mi boca.
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Nota de la autora:
¡Gracias por leer! 😗
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Nosotros Ponemos Las Reglas.
RomanceAnna decidió cambiar su personalidad en el verano por pedido de su madre, de adolescente triste y solitaria a alguien más alegre vistiendo colores. Tiene 18 años, es hija única, pelirroja, pecas en el rostro y una hermosa sonrisa que hasta ahora nad...