Capítulo 12: 2 meses atrás. 1ª Parte

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―Ha estado genial ―dijo Justin acomodándose su ropa interior sin dejar de mirar hacia la pantalla del ordenador.

Frente a la pantalla del ordenador se encontraba Brian, sin embargo este no había optado por volverse a poner su ropa interior mostrando su cuerpo totalmente desnudo.

―¿Ya? ―Preguntó Brian fingiendo pucheros ante la cámara de su portátil―. Una vez más amor ―sonrío pícaramente, una sonrisa a la que Justin no pudo resistirse.

―Está bien, una vez más, pero solo una, que tengo algunas cosas que hacer ―dijo volviéndose a quitar sus calzoncillos y sonriendo pícaramente a Brian.

Mel y Lindsay se encontraban tumbadas en la cama de su habitación tapadas con las sábanas. La primera miró el despertador.

―Creo que es hora de despertar a los chicos ―suspiró acomodándose en el pecho de su esposa.

―¿Les vamos a decir en el desayuno? ―Preguntó Lindsay masajeándole el cabello.

―Es mejor ahora que están adormilados ―sonrió la abogada.

―Pues se van a espabilar fácilmente ―bromeó Lindsay.

―Yo solo espero que aunque se lo tomen mal no lo tomen demasiado.

―Llevamos demasiado tiempo viviendo aquí, creo que les va a costar aceptar que nos mudamos ―resopló Lindsay sin dejar de acariciar el pelo de Mel.

―Lo sé, pero tarde o temprano lo tendrán que aceptar, ¿no?

―Ya, Mel... Pero cuando vinimos a Toronto Gass era aún pequeño y Jenny un bebé ―recordó su esposa.

―Ya lo sé, pero bueno, creo que es hora de regresar a donde pertenecemos.

―Sabes que pienso como tú, solo espero que no se enfaden mucho.

Ambas se miraron un instante para darse un suave beso en los labios quedándose un rato más en la cama sin decir nada.

Habían pasado dos días desde que Justin y Brian hablasen por internet. Brian estaba impaciente esperando que Justin apareciese a la hora fijada. Tardó media hora más de lo normal, sin embargo allí estaba frente a él, separado por una pantalla de ordenador pero a demasiados kilómetros de distancia.

―¿Qué tal ayer, amor? ―Preguntó Brian sonriente ante la pantalla.

―Bien, siento que no pudiera conectarme en todo el día, pero hoy estoy disponible para ti ―dijo Justin con mirada pícara.

―Te eché de menos, aunque me dijeras que seguramente no podías, tenía la pequeña esperanza de que sí. Y dime, ¿qué es eso que te tiene tan ocupado últimamente? ―Inquirió Brian.

―Nada, no te preocupes―dijo Justin quitándole importancia.

―¿Me lo contarás cuando nos veamos en persona? ―Le preguntó Brian sin dejar de sonreír a la pantalla, sin embargo notó que la expresión de Justin cambiaba―. ¿Qué pasa, amor?

―No sé si podré ir a la boda ―dijo bajando la mirada haciendo que el rostro de Brian cambiara también.

El teléfono de Ethan sonó despertándolo del profundo sueño en el que se encontraba. Llevaba dos años viviendo en Toronto donde actualmente trabajaba, los mismos años desde que su contrato había terminado y no había dado ningún concierto más como violinista. Desde que no tocaba había dejado de dormir bien y conciliar el sueño le costaba bastante, razón por la que el sonido de aquella llamada le molestó más de lo normal cuando hacía apenas dos horas que había podido dormirse.

Miró el reloj del móvil antes de descolgarlo: las 7 de la mañana. Resopló y descolgó con los ojos entrecerrados.

―¿Quién es? ―Balbuceó.

Alguien al otro lado de la línea le habló, sin embargo el sueño le volvía a vencer y no entendía que le decían a través de la línea.

―¿Ethan? ¡Ethan contesta por favor! ―Suplicó con insistencia la otra voz.

―¿Qué pasa? Seas quien seas, no tienes un reloj a mano, ¿o qué? ―Protestó bocabajo en la cama.

―¿Qué dices? ―Dijo la otra voz al no entenderle bien―. Ethan, necesito tu ayuda, es urgente.

Aquello alarmó al violinista que se incorporó y espabiló rápidamente.

―¿Qué ocurre? ―Preguntó con la voz más clara.

―Necesito que me recojas, estoy en Toronto pero estoy perdido ―le suplicó aquella voz.

―¿Yo? ¿No viven aquí Mel y Lindsay? ―Preguntó confuso―. ¿Estás en la estación de autobuses?

―¡No! No quiero que sepan que estoy aquí, no les digas nada.

―No te preocupes, hace demasiados años que no sé nada de ellas ―explicó Ethan―. Sólo sé que viven aquí. Voy para la estación ahora ―antes de colgar la otra persona habló haciendo que no cortase la llamada.

―El caso es...que no estoy en la estación.

David se encontraba en la cama mirando unas viejas fotos que había sacado de una caja. No había nadie más en aquella habitación, su marido trabajaba aquel sábado por la mañana. Lejos de continuar durmiendo, pese a ser bastante temprano aún, David ya se encontraba despierto.

―Te hecho bastante de menos, Mike... ―suspiró acariciando una foto en la que estaban él y Mike juntos dieciséis años atrás―. Fui un tonto y te perdí...

Hunter se encontraba sentado en un banco con las manos en la cabeza, cuyo pelo estaba enmarañado. Llevaba una camisa blanca y arrugada abierta en los tres primeros botones. Sentía que la cabeza le iba a estallar.

―¿Hunter? ―Preguntó alguien a escasos metros y levantó la cabeza con esfuerzo para ver a aquella persona.

El reencuentroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora