Capítulo 36: La verdad de Babylon

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Justin y Brian acudieron a Babylon después de cenar. Una parte de ellos hubiera querido quedarse amodorrados en el sofá, hablando de temas banales, acurrucados, con las luces apagadas... Pero ya habían tomado la decisión de ir a ver el negocio que desde años atrás había adquirido el segundo. Brian daba por sentado que se trataría de una visita exprés. Alabaría a su mano derecha de allí, se tomaría algo con él y con Justin, hablarían un poco sobre los beneficios obtenidos y se marcharían con una sonrisa en la cara. Pero pronto esta desaparecería de su rostro.

Con una sonrisa, Brian iba saludando a quienes conocía, siguiéndole detrás Justin, quien pese a llevar unos meses de vuelta en la ciudad, había acudido pocas veces de nuevo. El primer día que volvió a pisar aquel local, lejos de creer que los malos recuerdos le invadirían, sucedió todo lo contrario. Había pasado demasiado tiempo desde el atentado, por eso le había extrañado no haber tenido ninguna mala sensación. A pesar de eso, no le había dado más vueltas en las siguientes, pero escasas, visitas. Esperaba que fuera cierto y que pronto se volvieran a casa. ¿A casa? ¿A cuál? ¿Al piso de Brian y al suyo? ¿O cada cuál al suyo? Bueno, ya lo averiguaría en un rato. Había decidido que, si por alguna razón, Brian se quería quedar un rato más, él se marcharía. Aún se estaba ajustando a su nueva vida, y eso implicaba un horario preestablecido en un nuevo trabajo.

Pidieron dos copas en la barra, continuaron caminando por el local, comprobando que todo estaba en orden. O eso es lo que parecía al principio.

Brian se paró en seco, lo que hizo que Justin, quien iba detrás, se detuviera también. El motivo de realizar aquella acción no se trataba de haber visto a alguna cara conocida, nada más lejos de la realidad.

―Pero, ¿qué...? ―Brian no podía articular palabra alguna ante lo que sus ojos veían.

Justin aún no había comprendido que estaba sucediendo, pero, tras dar un paso al frente, también se dio de bruces con la realidad.

La mano derecha de Brian apareció en su peor momento, pero sí en el mejor para el propietario, quien, tras el lapsus de sorpresa que le había invadido, decidió tomar cartas en el asunto.

―¡Fuera todo el mundo! ―Exclamó malhumorado―. ¡Babylon cierra esta noche antes!

Al principio nadie hizo caso de su palabra, fue tomado por un bromista con ganas de juerga, hasta que el rumor de que el dueño se encontraba allí se empezó a extender por todo el local.

―¿Me puedes explicar que leches es esto? ―Preguntó Brian cuando ningún cliente quedaba allí.

Solamente se encontraban los empleados, el que había sido su mano derecha, Justin y él.

―¿Un pub vacío? ―Bromeó el hombre, pero a saber que había sido descubierto.

―¿Te crees gracioso? ¡En Babylon nunca hemos fomentado el sexo sin protección! Y vienes tú, un don nadie, con afán de cretino, y permites esto...

―De la otra manera era un rollo, nadie se animaba porque tenían que comprar los preservativos. Ahora ese dinero lo consumen en alcohol. ¡Salimos ganando, Brian! ―Dijo como si aquello fuera evidente y no fuese necesario explicarlo.

Brian negó incrédulo ante lo que decía aquel hombre. Se sentía dolido y traicionado.

―Lo siento pero no. Babylon es mío, y no voy a permitir que se siga haciendo este tipo de cosas. En Babylon el sexo es bienvenido, siempre lo fue y siempre lo será. Pero siempre que se use protección.

―Pero por favor, Brian, ¡modernízate! Deja que la gente se divierta como quiera. Y si eso hace que tu negocio prospere y venga más gente, bienvenido sea... ¿No ves que de la otra forma la gente se iría a otros locales más modernos? Lo he hecho por tu bien, y la de nuestros bolsillos... ¡Lo otro son memeces!

―¡Estás despedido! ―Bramó Brian mirándolo con decepción―. No voy a consentir que en Babylon se haga lo que llevas haciendo a saber cuánto tiempo...

―Esa es otra... Tanto no te preocupará este sitio si apenas vienes...

―Oh, claro que me preocupa, sino fuera por eso, no te estaría echando... Además, ¿quién dice que los preservativos en Babylon sean tan caros? ¡Hasta los miércoles son gratis! Y los fines de semana hay oferta...

―Eso, a la larga, te iba a salir a ti caro... Así que puse los mismos precios todos los días... ―negó con la cabeza, aun creyendo llevar la razón.

―No vuelvas a pisar este sitio en tu vida. Ya no solo como trabajador, sino tampoco como cliente...

El hombre levantó las manos con superioridad antes de hablar.

―Vale, vale, hombre... Tú te lo pierdes... Si haces eso, este sitio se va a ir a pique, hay locales mucho mejores y desde luego más modernos... Si quieres que en vez de gente joven vengan carcas de tu edad... Es cosa tuya ―y dicho esto, se marchó.

Brian posó las manos en la cabeza, mientras se sentaba en el suelo, asumiendo todo lo que había ocurrido aquella noche. ¿Cómo algo que había empezado tan bien, con aquella cena tan maravillosa, había acabado de aquella manera? Justin se sentó a su lado, haciéndole compañía, sin medir palabra, esperando a que el primero se calmara y estuviera dispuesto a hablar.

―Por favor, dile al resto de empleados que por hoy ha acabado su jornada laboral... No les descontaré del sueldo que acaben hoy antes... ―le pidió cuando estaba un poco más calmado, aunque aún no lo estuviera del todo.

El reencuentroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora