Capítulo 5: Noche olvidada

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Los rayos de sol entraron a través de la persiana haciendo que Justin despertase. Miró el reloj y eran casi las dos de la tarde. Por su puesto aquello era normal después de una boda, aunque no recordaba a qué hora habían terminado. Cerró los ojos, le dolía la cabeza por la resaca. De pronto los abrió de golpe y volvió a mirar el despertador. ¿De quién era el despertador? Sabía que no era suyo. Por su puesto ya no estaba en Nueva York, ¿entonces?

Miró a su izquierda, a su lado había alguien tapado hasta arriba. No recordaba nada. Puso las manos en su cabeza apoyando la cabeza en el respaldo de la cama y sus piró. Miró bien la habitación y suspiró, aunque no sabía si lo hacía aliviado o preocupado.

La otra persona salió de las sábanas en aquel preciso momento y le sonrió.

―Hola, bello durmiente ―dijo aquella persona sonriendo.

Justin sonrió inconscientemente pero luego se arrepintió. No quería devolverle la sonrisa, no debería estar en aquella cama y menos con aquella persona.

―¿Qué te pasa? ―Preguntó la otra persona acariciándole con una mano el torso.

La piel de Justin se erizó y le apartó la mano.

―Debería irme...–Sentenció.

Sabía que ambos estaban desnudos y que habían pasado la noche juntos, pero odiaba no acordarse de aquello, se odiaba así mismo y odiaba a la otra persona.

La otra persona suspiró y carraspeó antes de hablar.

―¿Esto es el final, verdad?

―No lo sé, Brian ―dijo finalmente Justin. ―No puedo quitarme tu imagen con el camarero de la cabeza.

―Ni yo a ti con el violinista en la moto.

―Llevaba casco ―dijo Justin encogiéndose de hombros.

―Me refiero por el tipo ese. ¿Por qué no me dijiste que venías? Te hubiera ido a recoger al aeropuerto. Sin embargo a él sí se lo dijiste.

―Me lo encontré en el avión. Fue pura casualidad. Además tú tenías las manos muy ocupadas... bueno, la boca. Así que dudo que hubieses ido a por mí.

―¿Y qué querías que hiciera? Llevas dos meses sin hablarme después de la pelea. Pensé que aquello era ya el fin. Y llevamos once años sin vernos...

Justin se quedó pensativo.

―Bueno, lo raro es que en once años no te hayas acostado con nadie ―dijo pensativo. ―¿Dónde está el antiguo Brian?

―Todos iguales, en serio... Sólo esperaba el día que volvieses.

―¿Y recibirme así? Ya veo...

―Me cansé Justin. Estos dos meses han sido un infierno. Y me di cuenta que ya había esperado demasiado tu vuelta, que era como un niño pequeño esperando encontrar a Santa Claus bajando por la chimenea, algún día tenía que darme cuenta que Santa no existía y que tú no volverías.

―¿Pero el mismo día que descubres que Santa existe? ¿El día que le pides los regalos a los tres reyes magos?

Brian le miró extrañado.

―El camarero no era occidental ―dijo sin entender el símil.

―Sí que te afecta la resaca a tu edad―bromeó Justin.

De pronto Brian posó sus labios sobre los pectorales de Justin.

―Anoche sentí que el tiempo no había pasado entre nosotros, que volvíamos a ser aquellos de hace once años. Que tan sólo había pasado un día desde la última vez que lo hicimos.

Justin suspiró molesto consigo mismo y apenado con Brian.

―Creo que el alcohol si ha hecho estragos en mí. No recuerdo nada de lo que pasó –se incorporó y se sentó en la cama con los pies en el suelo. ―Creo que mejor voy a ducharme.

Brian sintió como si un jarro de agua fría le cayera encima, sin embargo él no era quien se había ido a duchar. Justin no recordaba nada de la noche anterior. Sintió un vacío muy hondo en su interior. Nada era ya igual que antes. Ni si quiera le había dado explicaciones de aquellos dos meses sin comunicarse con él. También sintió con la confianza la habían perdido al recordar el regalo que su amado había regalado a Hunter y Susan. ¿Por qué no le contó que iba a ayudarles a ser padres?

Brian sabía que no era todo culpa de Justin. Él nunca tomó la decisión de ir a Nueva York, quería que primero viniese él, y el egoísmo de ambos hizo que ninguno fuera a ningún lugar.

Ted despertó en una cama que no era la suya, aunque la conocía bastante bien. Era la cama de Enmet, o bueno la que fue mucho tiempo atrás de Mike.

Enmmet dormía plácidamente a su lado. Miró su móvil y vio que eran las dos y media de la tarde. Se sobresaltó. Debería haberse ido a dormir a su casa, con Blake. Pese a ser amante de Enmet, a no ser que Blake tuviera algún viaje por trabajo, siempre dormía con su prometido.

Sabía que cuando regresara a casa tendría una conversación pendiente con Blake, pues sabía que le había pillado con alguien. Sin embargo, aún así su intención era regresar con su novio a dormir aquella noche.

Ted no sabía qué hacer con su vida. A sus 50 años sentía que se debatía cual quinceañero entre dos amores. Pero, ¿era lo de Enmet amor?

Mel y Lindsay no habían contado a nadie que se mudaban definitivamente. Sus familiares y amigos creían que aquella noche la pasarían en un hotel, sin embargo habían vuelto a su casa de siempre, la cual estaba tal y como la dejaron salvo con la necesidad de una buena limpieza.

Aquel día habían dormido poco, y tanto ellas como sus hijos se encontraban ya limpiando la casa.

―Entonces, ¿qué me tocaría a mí el hijo de Hunter? ―Preguntó el joven Gass mientras sacaba cosas de una caja.

―Pues familia ―dijo Lindsay. ―Todos somos como una gran familia.

―Pero mi hermana es hija de Mike. Mike es el padre de Hunter. Por ese lado sería como su tío, ¿no?

―Por su puesto ―dijo Mel echándole un mano ayudándole a sacar algunas cosas.

―Sin embargo, mi padre es Brian, que está con Justin que será el padre de ese niño. ¿Se convertiría en mi hermano?

Mel y Lindsay pusieron caras raras.

―Gass, creo que es mejor no pensar en cosas de mayores ―intervino su hermana. ―Es como nuestras mamis dicen, somos todos una gran familia.

Gass se encogió de hombros mientras su cabeza seguía dando vueltas a todo aquel asunto familiar. Se sentía joven para ser tito, y grande para tener un hermano. Sin embargo le alegraba que fuera a ver un nuevo miembro en la familia.

Ben y Mike iban a llevar al aeropuerto a Hunter y su esposa. Mike esperaba en el coche a que Ben saliera de casa para ir a recoger a la pareja en su nueva casa. De pronto escuchó abrirse la puerta del coche.

―Llegas tarde ―informó Mike con intención de arrancar el coche pero la voz del copiloto le detuvo.

―Lo sé, dieciséis años ―respondió David sentado en aquel asiento.

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