La escena que habían montado Andra y Lorenzo en el instituto había llegado a oídos de todos, por lo que los comentarios maliciosos e intrusivos no tardaron en atormentarlos.
Ambos se encontraban realmente mal. Lorenzo había mostrado sus sentimientos por Andra frente a todos; sentimientos que claramente no eran correspondidos, y no podría sentirse más idiota. ¿Cómo había dejado que todo el asunto se fuera de sus manos?
Andra, por su parte, estaba destrozada. Conocía hacía muy poco tiempo a Lorenzo pero lo quería como si lo conociera de toda la vida.
Las dos o tres semanas siguientes a todo lo que había pasado fueron terribles y en muy pocas ocasiones se había cruzado con él, pues el chico había pedido cambio de salón para no tener que enfrentarla -incluso se sentía un cobarde por haberlo hecho, pero no pretendía llorar frente a nadie más-. No habían intercambiado palabra desde entonces y parecía ser que ninguno de los dos pretendía romper el silencio.
La verdad es que ambos querían hablar uno con el otro, pero el miedo a terminar cagándola más los frenaba.
Ízan resultaba un muy buen amigo y un muy buen hombro en el cual llorar: si por un lado Andra se sentía miserable, por el otro no podría estar más satisfecha. Ízan era un chico diferente (en todos los sentidos) y siempre tenía la palabra correcta. Había estado acompañándola por todos aquellos días; su amistad había arreglado muchas cosas en ambos y los dos estaban sumamente agradecidos por haberse encontrado.
—¿Sabes, Andra? —le susurró un día en clase. Él, sentado a su lado, la miraba con el entrecejo ligeramente fruncido. La chica lo observó esperando a que continuara —creo que deberías hablar con él. He escuchado que en su casa han habido problemas y no lo he visto hablar con nadie desde lo del otro día.
—¿Quién te lo ha dicho? Si no hablas con nadie —instigó ella —corrección, ¿quién te lo ha dicho? si hablas sólo conmigo.
—Touché —se rió un poco, peinando ligeramente su cabello descontrolado con su mano blanca y suave —pero el hecho de no hablar me da mucho tiempo para escuchar.
Andra se lo pensó, mientras consideraba si sería adecuado pedirle que dejara comprobar si su rostro era real, pues no concebía que alguien tan físicamente perfecto existiera realmente, y que, para colmo de bienes, se encontrara sentado a su lado.
Si bien el coreano era una excelente compañía, y más cuando necesitaba alguien con quien desahogarse, o alguien a quien observar por un buen rato, aún quería volver a hablar con su mejor amigo. Lorenzo la había defendido cuando nadie más lo había hecho y ahora no estaban hablando porque él no había sabido como lidiar con sus sentimientos; y eso no era culpa suya. Andra debería saberlo más que nadie, pues vivía cierto dilema en relación a los suyos.
—Si le hablo, ¿te pondrás celoso? —bromeó ella para no seguir pensando en su confusión interior; aquel cabello despeinado, aquella piel casi transparente y aquellos ojos atentos comenzaban a hacer de las suyas entre los sentimientos que Andra aún no lograba distinguir y controlar.
—Claro que sí, muñeca, pero estoy dispuesto a tragarme los celos a cambio de que sonrías.
Aunque lo había dicho con tono de broma, no podría haberlo dicho más en serio. Ízan no podía ver a Andra sufriendo, le hacía querer ir a buscar a Lorenzo y arrastrarlo de la barba (si fuera necesario) a hablar con su amiga. Además, cada vez que le decía algo del estilo, la chica se sonrojaba de manera adorable, cosa que Ízan no podía evitar amar.
—Háblale —insistió, haciendo su mejor puchero —por mí —añadió extendiendo la "i" por unos cuantos segundos.
—Está bien, le hablaré —murmuró ella luego de varios segundos —en cuanto termine la clase iré a buscarlo —decidió —¿Me acompañarás?
—No creo que sea seguro para mi integridad física acercarme a él —Andra rió y el profesor clavó la mirada en ella, que agachó su cabeza avergonzada —pero lo haré de todas formas, por si algo va mal.
—Gracias —respondió ella con la voz sofocada por tener la cara entre sus brazos sobre el pupitre—eres el mejor.
—Me lo han dicho antes —susurró él, con un tono de arrogancia que le hizo gracia a su amiga —en varios ámbitos.
La chica reprimió una risa y lo miró.
—Estaré contigo siempre, Andra —le murmuró él entonces, mirando directamente a sus ojos y desenredando todos aquellos pensamientos confusos que habían estado causándole un dilema durante aquellos días; haciéndole por fin aceptar que su corazón comenzaba a latir por alguien más que por ella misma.
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N/A:
¡Volví! Atentos que en una hora más o menos sale el siguiente capítulo <3
¡Llegamos a las 600 lecturas! ¡Muchísimas gracias!
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¿Cuál es su personaje favorito?
xx
Iri
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Un coreano para llevar
Teen FictionAndra había pasado ya por todas las obsesiones que una chica promedio podría haber tenido: grupos musicales con canciones vacías pero pegadizas, cantantes guapos, cubiertos de tatuajes y con agudos complejos de rebeldía e incluso aquellos libros sob...