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Ízan fue liberado al otro día de haber llegado al hospital. 

Los médicos dijeron que había estado inconsciente debido al golpe que había llevado en la cabeza al caer, pero que no era nada de mayor preocupación. 

Andra había estado con él durante los días que siguieron a que le dieran el alta, en los cuales, Ízan, que solía ser muy tranquilo, manifestó su odio por Lorenzo abiertamente... y ella no se había atrevido a contarle que lo había perdonado. Los padres de su novio habían decidido no entrometerse en ese asunto, pero percibían que aquello no terminaría bien; al final de cuentas una pelea destruiría los meses que les quedaban juntos. 


Los dos ya habían decidido sus respectivas universidades y, sí, no podrían verse por mucho tiempo en cuanto dejaran la ciudad. 

  —Separarnos no es una opción —zanjó Ízan en una de aquellas tardes que pasaban juntos. 

  —¿Entonces qué? ¿mantenemos una relación a distancia?

—Podemos intentarlo, princesa... si no funciona, buscaremos una solución —ambos estaban en la casa de Ízan mirando la tele, recostados en el sofá. Andra se acercó a él y se acurrucó a su lado—Intentaré encontrar trabajo y en cuanto pueda iré a visitarte. Mis padres pueden ayudarme, recuerda que se mudarán conmigo. 

—Yo también lo intentaré. El que junte el dinero suficiente primero irá a ver al otro. El pasaje no es tan caro, no debería hacerse tan difícil... 

 —No lo será —intentó apaciguarla él, acariciando una de sus mejillas. 

  —Eso espero. 

Un coreano para llevarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora