Capítulo 1

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Alexander Lightwood tiene dieciocho años, es el mayor orgullo de la familia Lightwood, un excelente intérprete de piano, violín y guitarra, un gran deportista, luchador, arquero y atleta, su promedio es el mejor de todo el instituto de Nueva York y como si eso no fuera suficiente, es uno de los chicos más bellos que existen en aquel lugar.

Nuestra historia comienza un día común y corriente en clase de historia antigua, allí donde la vida de Alec dejó de ser tan perfecta para él.

-A continuación entregaré los exámenes finales, pero debo decir que como siempre han resultado total y completamente decepcionantes, por supuesto a excepción de...

-Alexander Lightwood –dijo con voz monótona un chico que siempre permanecía sentado atrás, todo el mundo estalló en risotadas.

Alec se sonrojó levemente antes de alzar la cabeza con orgullo, no debía avergonzarse simplemente porque él sí estudiara para poder entrar a una buena Universidad y tener un gran futuro como lo tenía su padre, el exitoso dueño de Lightwood's Empire, una de las empresas más exitosas en toda Norteamérica, destacada por sus grandes inventos electrónicos.

Si se esforzaba podría ser tan grande como Robert Lightwood y es que Alec quería ser igual que su padre, no sólo por ser un gran magnate y pertenecer a la alta sociedad, quería ser como él porque Robert Lightwood era un gran hombre; padre y esposo amoroso, comprensivo y dedicado a la familia a pesar de todos sus compromisos con su trabajo, a sus quince años, cuando Alec había revelado ser homosexual, su padre parecía sorprendido pero no decepcionado, lo comprendió completamente y le aseguró que sin importar su orientación sexual, lo amaría como el hijo que era y así había sido amado y respetado por la gran mayoría de personas que lo rodeaban, aunque también había una parte del instituto que lo odiaba por ser un muñeco perfecto, que eran como lo describían aquellos que no disfrutaban de su compañía.

El profesor Garroway entregó los exámenes a los estudiantes, como se esperaba, la mayoría había reprobado; algunos pasaron con una baja nota pero suficiente para aprobar y Alec como siempre tenía un hermoso diez escrito en la esquina superior derecha de su hoja de examen, sonrió complacido consigo mismo y dobló la pequeña hoja para guardarla en su cuaderno.

Una vez sonó la campana para fin de clases, el ojiazul guardó sus cosas dentro de su mochila y se encaminó hacia su casillero, no le habían dejado deberes y para los próximos días sus deberes ya estaban realizados con anterioridad, todo en orden como a él le gustaba.

-Hola cariño –lo saludó su novio una vez Alec llegó a su casillero.

Al ojiazul le brillaron sus ojos al ver a aquel fornido chico y casi suspiró maravillado.

-Hola –saludó con timidez antes de darle al contrario un suave beso en los labios.

- ¿Cómo han estado tus clases?

-He probado...

-Como siempre –dijo el chico orgulloso –no me extraña, eres el mejor.

-Ya cállate Jonathan –Alec le sacó la lengua infantilmente antes de sonreír divertido –no es nada del otro mundo.

-Para ti, yo apenas he podido probar mi clase de álgebra, odio los exámenes.

-Bueno ahora podemos descansar –señaló el ojiazul mientras abría su casillero del cual una notita salió volando, el chico suspiró cansado y la guardó en su bolsillo sin leerla; su novio lo miró extrañado.

-No me has dicho de que van esas notas –musitó frunciendo el ceño.

-Ya te lo dije, personas tontas molestándome.

EL INFIERNO DE ALEXANDER (MALEC)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora