Veintinueve

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Nadia estaba llorando, y me partía el alma verla de esa manera. Me acerqué y la abrace, se aferró a mí dejando que su alma tan dolida, tan triste, dejara salir todo lo que sentía.

Hace unas horas había sido el juicio de su padre. Fue un proceso duro, en el que definitivamente Nadia fue la más afectada.

No todos los días te ves obligada a denunciar a tu padre, así que tampoco me puedo imaginar cómo se ha de estar sintiendo en estos momentos mi princesa y eso me mata.

˜*˜˜*˜˜*˜

Devuelta y en marcha en el auto, Nadia se mantuvo taciturna mirando por la ventana con nostalgia. De reojo la vi limpiar un par de lágrimas. Definitivamente no me gustaba nada verla así. Extendí mis manos hasta ella y tomé la suya.

–Nadia... –me miró con tristeza bañando su mirada. Con las indudables marcas de haber estado llorando.

–¿Sí?

Le sonreí a medias.

–Te quiero –eso la hizo sonreír y que algunas lágrimas saltaran de sus ojos.

–También te quiero Blake.

Volví a centrarme en la carretera, siguiendo el plan que tenía en mente.
Pasadas unas horas de viaje sentí un toque en mi mano y sonreí cuando supe que Nadia se había dado cuenta de que no íbamos a casa realmente.

–¿Blake? ¿A dónde estamos yendo?

–Hoy es un día importante en el pueblo natal de mi madre –mordisquee nervioso mi labio inferior– Pensé que te haría bien un cambio de escena.

La miré de reojo, ella me miraba sorprendida, pero al final termino sonriendo y asintió.

–Gracias, Blake.

–Siempre que lo necesites.

˜*˜˜*˜˜*˜

Llegamos a la casa de mis abuelos a las 4 de la tarde, ambos un poco hambrientos, pero indudablemente felices con el cambio de aires.

Aparqué el auto en la entrada principal y bajé para ayudar a Nadia a salir, y sacar las pequeñas maletas que mi madre nos hizo mientras estuvimos en el tribunal.

Nadia miro la fachada impresionada. Sus ojos aunque aun tristes adquirieron un brillo cálido.

–¿Te gusta? –le pregunté.

–Es... Asombrosa –susurró.

Asiento en acuerdo. Aun me sorprende la inmensa casa de madera y concreto que mis abuelos construyeron... Más impresionante era el terreno, la gran cantidad de verde pasto y frondosos árboles que coronaban cada pedacito de tierra.

Ya con nuestras pertenencias en mano, nos encamine al porche de la casa. Toqué el timbre, y pronto se escucharon unas pisadas que venían en nuestra dirección.

Al abrirse la puerta, la eterna sonrisa de mis abuelos fue lo primero en recibirnos.

Mi abuela tenía pequeñas manchas de harina en el delantal floreado y se limpiaba las manos con un trapo. Tan pronto terminó de repasarnos fue directo hasta Nadia envolviéndola en un abrazo y tomándola desprevenida, pero rápidamente está le devolvió el abrazo con el mismo cariño.

Sentí unas palmadas en mi espalda y me percate de que mi abuelo estaba al lado mío también, apreciando la escena.

–Si que has crecido, muchacho.

Me reí un poco.

–Eso parece abue.

Él dejo salir una pequeña tos pero se recompuso rápidamente. Rió al ver que los minutos pasaban y la abuela no tenía planes de soltar a Nadia de su abrazo.

Lo que escribí para ti en mi Cuaderno [AEL#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora