Capítulo 22. Aunque te de motivos.

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Sube las escaleras con torpeza mientras me agarra por el culo para no caerme. Noto el frío en mi espalda y luego siento como la superficie sólida en la que me había apoyado se alejaba dejando paso a la espaciosa habitación.

Se adentra en esta y acaba depositándome con suavidad en la cama. Me separo de él un poco y me hecho hacia atrás para quedar en medio de la cama.

Cuando nuestros ojos coinciden noto una ligera sensación de deseo que me recorre el cuerpo de arriba a abajo, su mirada transmite tanto, ¡Dios! Lo necesito.

Se sube a la cama y se acerca poco a poco a mí. Deposita su mano en mi tobillo y a medida que se acerca está avanza con peligro.

Me estoy poniendo muy nerviosa, demasiado, nunca pensé llegar a este punto, es más, nunca creí que alguien pudiera fijarse en mí; y mírame ahora, con un chico por el cual tengo sentimientos muy fuertes y entregándome a el, sin tener miedo, sin pensar en mis padres, simplemente dejándome llevar por mi juventud y por mis deseos.

La mano de Óscar llega al límite; justo antes de llegar a mí entrepierna, me estoy volviendo loca, loca por él. Cierro los ojos y espero a que avance pero no lo hace.

Me lo encuentro a escasos centímetros de mí, veo como sus ojos están fijos en mis labios.

-Cami, ¿Estás segura? Puedo parar si quieres, no quiero forzar nada- Sube su mirada hasta la mía y le sonrió, me encanta.

-Te quiero-Le digo por primera vez en un susurro e inmediatamente su rostro cambia, del deseo ensordecedor al brillo tierno y lleno de amor, sí, él también me quiere, lo sé.

Une nuestros labios y me acaricia el rostro, me hace sentir frágil, que puedo romperme en cualquier momento pero que él nunca dejaría que eso pasará porque eso era Óscar para mí, mi fortaleza, el chico que me dio confianza en mí misma y el que derrotó mi coraza, él era el encargado de protegerme de mí misma.

Siento la yema de sus dedos acortar la distancia entre ellas y mi feminidad.

Le agarro está justo antes de que llegue, haciendo que me mire.

-Solo quiero que sepas una cosa-Le digo inquieta y sigo cuando esté asiente con la cabeza- Eres el primero- Nuestras miradas se quedan unidas por unos instantes.

-Yo también te quiero- Es lo último que dice antes de callarme con un beso, de los que tanto me gustan.

Es por fin cuando siento su tacto, empieza a pasar sus dedos con suavidad por encima del pantalón, y yo muero, es el primero, el primero en todo, el primero en tocarme de esa forma, el primero en el que confíe.

Cada vez lo hace con más brusquedad, siento miles de cosas y solo lo está haciendo por encima de la tela del vaquero.

Para de golpe y yo abro los ojos buscando un porqué, posa sus manos en la cremallera de los jeans y la abre, me quita los pantalones con suavidad.

El vuelve a poner su mano en el mismo lugar y sigue con los movimientos circulares, siento como se humedece, logra hacer que pierda el sentido de todo cuando se cuela por debajo de mis bragas y hace contacto directo.

¡Dios! Siento tantas cosas y todas me hacen sentir tan bien, puedo notar millones de mariposas revolotear por todo mi cuerpo, es mágico.

Roza mi oreja con sus labios y yo me estremezco, ¿Por qué me hace estás cosas?

-Muero de ganas por hacerte mía ya- Pasa de mi oreja a mis ojos buscando la señal de permiso que yo le doy con un ligero asentamiento de cabeza.

Baja sus heladas manos hasta el borde de mi camisa lo cual hace que me estremezca ante el tacto frío de ellas, me la quita con rapidez y luego me abraza para acceder con mayor facilidad al broche de mi sujetador negro, puedo percibir como se estresa con facilidad al no conseguir quitarlo.

-Princesa...- Lo deja en el aire, y yo entiendo su llamada de auxilio, la cual me hace mucha gracia y no puedo evitar soltar una carcajada ante aquella escena, es verdaderamente tierno.

Llevo mis manos hasta mi espalda y las coloco sobre las suyas para ayudarle con la misión que tan dificultosa le está resultando, cuando conseguimos hacerlo el sube hasta la tiranta y la desliza con delicadeza por mi hombro hasta dejarme completamente indefensa ante él.

Hago el intento de taparme cuando veo como se queda mirándome con detenimiento, apreciando cada parte de mi cuerpo, pareciera que intenta retener en su cabeza cada detalle para jamás olvidarlos.

Al hacerlo sus manos se posan sobre mis brazos exigiéndome que lo mire, al hacerlo me sonríe, dándome confianza.

-No tienes porque avergonzarte, me gustas así, eres totalmente perfecta ante mis ojos- Me agarra de la cara con cuidado y me besa.

Después de esto, prosigue por desvestirse él y cuando consigue su propósito separa nuestros labios y me mira, es una mirada nueva, nunca antes había visto esos ojos, ese brillo, pero es precioso, incluso más de lo que suelen ser.

-Pase lo que pase, no me dejes, por favor-Me susurra cuando se tiende justo encima de mi.

-Nunca me des motivos para hacerlo, por favor- El silencio se hace de la situación, y el chico entierra su rostro entre mi cabello pelirrojo.

-Siempre estaré para ti, aunque te de los motivos-.

Cuando acaba la frase lo hace, se adentra en mi, con tranquilidad y suavidad, intentando cuidarme del daño como siempre hace.

Repite la acción numerosa veces y cada vez duele un poco más, pero lo soporto, por momentos la rapidez aumenta y el dolor intenso cambia por un placer embaucador, me llena de satisfacción cada vez que lo introduce, cada vez que nos hacemos uno. Se siente bien, realmente bien.

Mi espalda se arquea de manera inconsciente como respuesta, me aferro aún más a él, intentando intensificar el movimiento hasta que me desvanezco, mis músculos se relajan sobre su cuerpo al igual que los de él, los de aquel chico de ojos verdes que me mira con todo el amor del mundo. Lo había hecho, lo habíamos hecho, juntos, estaba enamorada de él, lo sabía.

Se tumba justo al lado de mi y me rodea con sus brazos, dándome aún más calor y haciendo una barrera entre todos los problemas que llevo encima y él, y este momento.

-Gracias- Le digo bajito, intentando que lo escuche.

-¿Por qué?-Oigo como dice mientras se aclara la garganta.

-Por haber aparecido en mi vida, me has ayudado inconscientemente a superar muchas cosas- Me besa la cabeza con cariño y suspira.

-Aún recuerdo aquella vez, la primera vez que te vi, me pareciste tan tierna, allí parada completamente pérdida pidiendo a gritos ayuda- Me giro para quedar frente a él y poder mirarlo a los ojos mientras lo escucho- Y allí llegue yo, el pringaillo de Óscar, sirviéndose como guía turístico- Se ríe y juro que he amado este momento.

–¿Qué pensaste de mi?–Para de reírse y fija su mirada.

–Que tenías que formar parte de mi vida, fuera como fuera, me transmitías una inocencia tan pura, esa que tanta falta me hace a mí–Frunzo el ceño, ¿A qué se refiere?

–¿Por qué dices eso? Eres un buen chico Óscar–.

–Princesa, tienes un corazón tan grande–Me besa de nuevo la frente, pero esta vez lo alarga más.–Ojalá nunca cambiará tu opinión respecto a mí-Suspira con profundidad y baja su rostro hasta mis labios para besarme.–Háblale a María y le dices que te quedas en casa de Mdm, hagamos de este día algo nuestro–.

Me aferro a él, haciendo que me abrace con fuerza y el tiempo se me va sin darme cuenta, acabo rendida y completamente dormida.

–¡Joder! Eres tan estresante– Escucho la voz de Óscar con dificultad pero puedo notar que está enfadado–Que no, que me dejes en paz, me importa una mierda lo que pienses, no eres nadie para mí y lo sabes, siempre te lo he dejado muy claro así que deja tus estúpidos reclamos–Me levanto de la cama y camino hasta la procedencia del sonido–Mira enserio, no estoy para tus gilipolleces, adiós–Creo que corta la llamada ya y yo me apresuró a volver a la cama. Dios, estaba demasiado enfadado, ¿Quién estaría al otro lado?

Yo si cumplo mis promesas pelirroja (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora