Capítulo 29. Papá nunca ha sido bueno.

948 49 23
                                    

Algunas semanas después.

Camino a casa, la tormenta ha cesado y se ha formado un precioso arcoiris, cojo mis auriculares y los conecto al móvil, abro mi lista de reproducción y la busco, sí, esa canción que todos utilizamos para hundirnos aún más en nuestra miseria. La mía es Con las ganas de Zahara, la voz de esa chica te llega al alma y te desgarra de una manera tormentosa pero cuanto menos admirable.

Me siento en un banco de un pequeño parque, a pesar de ser las seis de la tarde no hay demasiados niños correteando por allí y disfrutando de su infancia, de la ausencia de los miles de problemas que te sofocan cuando creces. Cierro los ojos y estiro el cuello hacia atrás, oigo la música.

Una lágrima inconsciente se resbala por mi mejilla, me encantaría que Mdm estuviera aquí, me hacía tanta falta aquella chica, ahora estaría morreándose con quién sabe Dios en Ibiza. Hace como dos meses que el chico del bar decidió invertir en una nueva discoteca pero probaría suerte en España, en aquella isla que tantas personas llenas de lujuria y ansias de encontrar adrenalina pura visitan durante verano, porque así es, el verano está a punto de llegar y organizar aquello les llevaría algunos meses, según me explicó mi mejor amiga antes de partir. Una sonrisa se esconde entre mis labios al recordar con que ilusión me contaba aquellos planes pero está, rápidamente se esfuma, las únicas personas que daban algo de color a mi vida me habían abandonado, o bien para divertirse y rehacer su vida o como único fin alejarse de mi.

Siento como el banco se mueve, y alguien toca con la yema de sus dedos mi hombro desnudo.

–¿Hola?– Pregunto al ver a un pequeño rubio mirándome con detenimiento.

–Me llamo Pablo ¿y tú?–Me sonríe curioso mientras me mira por encima de unas enanas gafas de color rojo pasión.

–Camila, ¿Necesitas algo?–.

–¿Estas triste verdad?–Sube con su dedo índice aquellas graciosas gafas.

–Ahora que tú estás aquí no– Le sonrió divertida.

El chico mantiene el silencio durante varios segundos, se acerca a mí y lleva su mano hasta mi mejilla, la acaricia y quita la lágrima que corría sin avisar por ella.

–Cuando papá se fue mamá lloraba todo el día, yo me ponía muy triste porque no quería que ella se fuera a buscarlo y me dejara solo, papá nunca ha sido bueno con mamá pero mamá lo quería mucho– Mira al banco que está dos sitios a la izquierda, y señala a una señora rubia con una sonrisa radiante que habla animadamente con otra mujer–Es mi mamá, mira esta muy contenta pero le tuve que quitar muchas lágrimas como a ti. No llores si se ha ido, dejas de ser tan guapa– Me sonríe de oreja a oreja y se sorbe la nariz.

Aquel niño de no más de 10 años había pasado por lo mismo que yo, y estaba allí, sonriendo, jugando en aquel lugar como si su vida hubiera sido lo más sencillo del mundo, y levantándome el ánimo a mí. Él ayudo a su mamá, y su mamá supo dejar ir a pesar de querer con todo su alma a su papá.

–Eres un niño muy valiente Pablo, ¿Lo sabías? Cuándo yo era pequeña me pasó algo parecido, pero mi mamá fue en busca de papá. Quizás todos deberíamos pararnos a pensar si de verdad necesitamos lo que queremos o solo nos aferramos a ello y nos ponemos una venda que nos impide darnos cuenta que dejar ir puede ser nuestra única opción para ser felices – Respiro hondo y abrazo fuerte a aquel muchachito –Perdón por la paranoia que te acabo de soltar– Me río y el me acompaña– Bueno me tengo que ir, espero verte pronto pequeño hombrecito– Me levantó y le sonrió antes de girarme y andar en busca de una solución.

Vuelvo a conectar la música, pero está vez nada de tristezas, comencemos a ser felices por nosotras mismas, si se ha ido es porque es un cobarde y no pienso derramar una sola lágrima más por alguien que no ha tenido los cojones de luchar por lo que quiere, o dice querer.

Yo si cumplo mis promesas pelirroja (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora